Hilario: historia de la primera fundición de metales de San Juan

Un cartel celeste al costado de la ruta 149 informa: “Plan de recuperación Ruinas de Hilario”. A escasos metros emerge una chimenea, restos de paredes de adobe y bocas de túneles, lo poco que queda de lo que fue la primera fundición de metales de San Juan, en Hilario, departamento Calingasta.

Las ruinas se han deteriorado mucho desde la última vez que esta cronista las visitó (hace poco menos de 20 años) y la recuperación aún no se ve (salvo por el cartel). Los restos se observan desde la ruta en la margen derecha del Río de los Patos, a 1.476 msnm.

En 2006 este sitio fue declarado “Monumento Histórico Provincial”, por Ley Provincial Nº 7.750, dada su innegable importancia.

El establecimiento se había logrado gracias a las gestiones de Domingo F. Sarmiento, el gran impulsor de la minería en la provincia, algo en lo que coinciden todos los historiadores.

En 1865 en Hilario se fundía la plata que se extraía de El Tontal, con modernas maquinarias que había traído de Inglaterra Francisco Ignacio Rickard, quien era Inspector de Minas.   

Hilario según Larraín

En “Historia de San Juan” (1872), libro de quien es considerado el primer gran historiador de la provincia, Nicanor Larraín, relató que la compañía Sociedad de Minas de San Juan tenía su gran establecimiento de Hilario en el valle de Calingasta.

“Recibió la protección del gobierno nacional que suscribió 120 acciones en dicha compañía por el valor de 12.000 pesos fuertes”.

Hilario

Para facilitar la tarea de esta empresa se dictaron leyes protectoras por extensiones de derechos, facilidades de denuncia y amparo de minas, y otras medidas tendientes al desarrollo de tan importante industria.

“El inspector general de Minas, señor Ignacio Rickard, presentó al gobierno de la Nación un detallado informe de la minería en toda la República en 1869 y de aquel trabajo resulta que la provincia de San Juan tenía en explotación en dicho año 37 minas de oro y plata”.

Además, funcionaban en la provincia en ese año, “siete grandes establecimientos de beneficiar metales con el sistema americano de cloruración para la extracción del rico metal”.

Contaba Larraín que el Tontal se destacaba por su mineral de plata, “a más de 30 leguas al Oeste de la ciudad de San Juan, descubierto en 1860. Tiene ocho minas en producción”.

La minería y la política

 “Sarmiento buscó liberar a San Juan de las ataduras económicas bosquejadas y soñó hacer de su tierra un gran centro minero. El oro y la plata le darían independencia, al tiempo que los productos del agro, mejorando en calidad, inundaría los mercados”.

Así comenzaba la reseña sobre Minería en “Historia de San Juan” (1966) de Carmen Peñaloza de Varese y Héctor Arias.

Sarmiento trajo de Chile a un metalurgista inglés, Francisco Ignacio Rickard, para que hiciera la inspección de las regiones mineras y el ensayo facultativo de los minerales.

A principios de octubre de 1862 Rickard, que fue nombrado inspector de Minas, fue comisionado por el gobierno provincial para que se trasladase a Buenos Aires con Domingo de Oro, quien era diputado de Minas.

Tenían la misión de presentar un informe general del estado e importancia de las minas de plata y oro en San Juan y conseguir la colocación de acciones para la compañía Sociedad de Minas de San Juan, creada por Sarmiento y la primera empresa minera estatal de la provincia.

Los fondos eran vitales para la explotación y fundición de los metales que darían solvencia económica a la provincia.

“El general Mitre, ya presidente, prestó su colaboración y resolvió que la Nación se suscribiera con $12.000 para la compañía Sociedad de Minas de San Juan que se constituyó el 21 de julio de 1862 según consta en el acta correspondiente”.

El presidente de la compañía era el mismo Sarmiento.

“Cuando Sarmiento partió a Estados Unidos (1865) dejó una empresa en marcha, el distrito minero del Tontal floreciente, y el establecimiento de fundición de Hilario humeando. Lástima grande que San Juan no representó una nueva California como soñó Sarmiento”, decía Peñalosa de Varese.

Hilario

Pasado y presente

Sin dudas el informe más completo y actualizado sobre las ruinas de Hilario lo realizó la historiadora Catalina Teresa Michieli junto a un equipo interdisciplinario, iniciado en 2018.

“Hilario: estudio de las ruinas de una instalación metalúrgica promovida por Domingo F. Sarmiento” es el título de dicho trabajo, resultado de la “primera etapa de un proyecto más amplio” cuyo objetivo es estudiar y conservar las ruinas.

Rickard, en un documento realizado en 1888 que citó Michieli, señalaba que los depósitos metalíferos del Tontal habían sido descubiertos por un chileno en 1860 y quedaron abandonados hasta la gobernación de Domingo F. Sarmiento (1862).

Ese año mandó hacer un reconocimiento y evalúo de los mismos. De acuerdo con las excelentes posibilidades que se presentaban se formó en San Juan una Sociedad Anónima para construir hornos y máquinas de amalgamación y traer desde Europa operarios y maquinarias.

Luego mencionó Michieli los datos aportados de Larraín y agregó que “dichas tareas resultaron muy complicadas por las dificultades de la falta de caminos y de la poca disposición de los obreros locales para ese tipo de tarea.

Esto dio por resultado la disolución de la Sociedad y la compra de las acciones por el mismo Rickard con vistas a hacer un proyecto privado hasta que pudiera conseguir armar otra sociedad con fuertes inversores ingleses.

Continuó entonces con la construcción de la instalación de beneficio en Hilario, donde las condiciones eran favorables fundamentalmente por la importante provisión de agua y leña”.

Según el relato de Rickard, se acopiaba el mineral y en los diez meses que funcionó el establecimiento de Hilario (desde 1865 a 1866) se fundió y amalgamó gran parte de este mineral.

Pero también se enviaba mineral a establecimientos de Chile.

Apogeo y fin de Hilario

A fines de 1866 cesó la actividad en Hilario. La causa principal fue el problema del transporte entre las minas y los establecimientos, por lo que el mineral quedó acopiado en los cerros.

“Las instalaciones de Hilario podían procesar 200 quintales diarios, y sólo se hacían 60 quintales, aunque se debían pagar los sueldos fijados a los empleados y operarios traídos de Europa.

La realidad política del momento agravó la situación y las minas e instalaciones fueron abandonadas”, señalaba Rickard.

Según este ingeniero inglés, Hilario era el establecimiento de fundición y amalgamación más grande del país en su tipo. Afirmaba que su maquinaria, de primera clase, había sido construida por la firma Taylor e hijos, de Londres.

Tenía toneles o barriles por el sistema de Freyberg y también tinas del sistema americano en donde era posible beneficiar 200 quintales de metal crudo en sólo 24 horas.

La energía motriz se lograba por una turbina hidráulica con caída de diez metros y el agua pasaba por tubos de hierro batido de 30” de diámetro; generaba una fuerza de 95 HP.

La mayor parte del establecimiento estaba destinada a las fundiciones y a depósitos de leña, carbón, flujos o fundentes provenientes del mineral del Castaño que se utilizaban para “beneficiar los metales secos y refractarios del Tontal”.

Ocupaba unas 5 hectáreas la planta industrial, mientras que las casas de los peones, administración y alojamientos, estaban fuera del establecimiento.

El sistema productivo

El informe de Michieli señaló que el sistema de fundición era muy similar al francés de Pontgibaud en el cual los metales se mezclaban en distintas proporciones y se calcinaban en un horno de reverbero pero con distintos compartimentos para ahorrar combustible.

Luego el metal escorificado se fundía en hornos de manga, llamados Castillo, con tres toberas, es decir un horno con entradas de aire a través de tubos largos o pasadizos.

Estos hornos tenían una gran capacidad de fundición ya que podían procesar 160 quintales en 24 horas con 60 quintales de carbón como combustible y seis operarios divididos en dos turnos.

Usaban un ventilador circular de 5 pies (1,52 m) de diámetro y 1.800 revoluciones por minuto movido por una turbina de 25 HP; el aire se conducía por todo el establecimiento a través de canales subterráneos.

Hilario contaba con tres hornos de reverbero (con uno de refina y dos de manga castellano) y los productos de fundición eran sólo dos: plomos argentíferos y escoria que después era purificada en ollas de hierro y refinada en copelas.

Depósitos y mas

Los depósitos podían contener hasta 20.000 quintales en compartimentos numerados para cada clase de metal. Poseía también un laboratorio químico completo y un cuarto de pesar con balanzas de precisión y otras grandes para pesar la plata en barra y estamparle el peso y la pureza.

El laboratorio de ensayos de fundición poseía hornos en miniatura con capacidad de realizar cien ensayos por día, además de talleres, herrería y carpintería.

Tenía un gran depósito de leña de algarrobo y retamo para producir el carbón que era el combustible principal; la leña de esas especies locales tenía un rendimiento del 30 % de carbón.

También en el lugar se fabricaban los ladrillos refractarios que eran necesarios para los hornos; se hacían con las gredas refractarias locales. Resultaban de muy buena calidad y su costo representaba sólo el 5 % de los que se importaban de Chile o Europa.

Alrededor del establecimiento (en la playa del río) existían potreros para el alimento del ganado caballar y mular usado para el transporte, además de una estancia que la firma poseía en Calingasta para el mismo fin.

Las dudas de Hilario

Según Teresa Michieli, la documentación existente de Hilario en sus inicios es “escasa y confusa”.

“No se puede establecer el plano real de la instalación, el lugar que ocupaban las máquinas de amalgamar y los laboratorios, así como tampoco los constructores de las instalaciones. Mucho menos se ha conseguido saber sobre el destino de las mismas en los años posteriores a su cierre en 1866”.

“Lo que diferencia a la instalación de Hilario de las privadas es que aparenta haber sido realizada con la intención de mostrar cómo se podía trabajar en minería más que en conseguir grandes rendimientos o largos períodos de producción.

En este caso se puede pensar que Hilario fue en realidad una especie de maqueta a tamaño natural, construida en un lugar altamente visible, para impulsar el interés en explotar los recursos minerales de la Provincia”, opinó la historiadora.

El pie da proporción al ancho de las paredes de adobe de Hilario.

Los planes de recuperación

La idea de recuperar las ruinas de Hilario con fines turísticos y culturales comenzó hace muchos años. Pero los pasos se fueron dando muy lento, en 2006 el sitio fue declarado “Monumento Histórico Provincial” por Ley Provincial.

En 2012, gracias a la sanción de la Ley Provincial Nº 8.283 Hilario fue declarado de utilidad pública y sujeto a expropiación. Mientras que en agosto de 2013 se realizó la mensura catastral correspondiente.

Finalmente, el 22 de marzo de 2017 el Estado Provincial tomó posesión del predio.

En julio de 2021, el gobierno de la provincia informó que los ministerios de Minería y de Turismo y Cultura convocaron a las autoridades municipales y representantes de organizaciones y empresas a participar de la restauración y revalorización del Hilario.

“Se trata de revalorizarlo como símbolo testimonial de la cultura y de la historia de San Juan, dijeron.