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La historia de fe de un mítico chalet sanjuanino que fue subastado

Alejandra González Rodríguez bajaba las escaleras de oscura madera cuando se la consultó por la historia de la casa donde nació, quiso hablar pero se quebró, no pudo decir nada. No es para menos, comenzaban a llegar interesados en el chalet familiar ubicado en avenida Circunvalación y General Acha, que sería subastado y vendido al mejor postor.

Juan Pablo Arabel Trucco fue el martillero público que llevó a cabo la subasta, contó que luego del proceso el chalet quedó en la familia ya que se adjudicó el remate a un condómino, dueño del 50 % del inmueble, por una suma total de $430.800.000. Son nietos de quien compró la casa en la década del ’40, Héctor González Rodríguez.

Un par de postores que estaban allí el día de la subasta admitieron que tenían dudas sobre su adquisición ya que el chalet fue declarado Patrimonio Cultural lo que significa que el edificio no se puede tocar.

El chalet estaba casi vacío de muebles, salvo por algunas sillas, un escritorio, un sillón, dos roperos antiquísimos y un mueble vitrina donde aún se guardaban las herramientas de trabajo del doctor González, un médico que por muchos años también tuvo su consultorio allí.

La superficie total del chalet es de 2200 m2, y la cubierta es de 500 m2. Cuenta con planta baja, hall de entrada, comedor de diario y comedor formal, dos livings, salón de jardín de invierno, escritorio, baño, cocina, departamento de servicio con baño, y sótano.

Mientras que en el primer piso se encuentran cuatro dormitorios y dos baños (uno en suite) y una espaciosa terraza que circunda la mitad de la casa, con vista espectacular a la Sierra Chica de Zonda.

Los jardines rodean todo el chalet y cuenta con una preciosa glorieta que hoy es símbolo de la “la casita de chocolate”, como le dicen aún hoy los vecinos de Trinidad, es que realmente parece una casa de libro de cuentos.

Una chalet con historia de fe

De los cinco hijos de Héctor González y Nélida Rodríguez, fue Mabel González Rodríguez la última en habitar el chalet. Un día después de la subasta aún estaba consternada, pero también resignada al destino de la casona familiar.

Mabel no pudo asistir a la subasta, pero contó la historia de la casa. El primer propietario fue un hombre de apellido Pujol, quien la construyó en 1932.

La boda de Nélida y Héctor.

Después del terremoto de 1944 Pujol decide irse de San Juan y puso en venta el chalet. González fue verla, le habían dicho que había que demolerla, pero cuando estaba en el chalet vio pasar una procesión de la Virgen, siendo un hombre profundamente religioso, para él fue una señal y compró la casa.

“Un técnico constructor de apellido Flores le dijo: ‘no tiene que romper nada, yo se la voy a consolidar’; y así fue, es una casa muy firme que ya soportó varios terremotos y sigue en pie”, dijo Mabel.

Fueron muchos años de felicidad los que compartió allí la familia. Nélida organizaba grandes encuentros sociales y culturales en el chalet, costumbre que siguió Mabel, quien prestaba la casa para distintos eventos culturales que aún se recuerdan. El edificio fue albergue de personajes que escribieron parte de la vida, cultura y patrimonio de San Juan.

Allí el matrimonio González Rodríguez crio a sus cinco hijos: Catalina, Mabel, Susana, Héctor y Alejandra.

González Rodríguez, hijos y nietos

“La hemos cuidado y mantenido como obra sanjuanina de trascendencia y patrimonio. Acá todo lo viejo lo quieren tirar, creo que San Juan debe aprender a valorar su patrimonio. Con mi hermana Alejandra la mantenemos como está, yo hace 9 años que no vivo ahí, después que entraron ladrones cuando estaba sola”, relató Mabel.

Agregó que el chalet “es un bien afectivo, no puede tener valor material algo así, esa casa siempre estuvo abierta para todos, espero que la sigan disfrutando como el patrimonio que es”.

El chalet sin duda es importante para los sanjuaninos. En una publicación realizada hace algunos años en redes sociales, los vecinos lo recordaron como “la casita de chocolate”, con palabras de alegría, añoranza y afecto hacia sus dueños “que siempre abrieron sus puertas para conocerla”.

Cercenada

En una nota publicada en el año 2012 en Tiempo de San Juan, se contó que “los González vivieron momentos de mucha tensión con la construcción de la Circunvalación ya que sabían que iban a expropiar para construir el anillo, pero no sabía por dónde.

Finalmente, en los ´80, el gobierno le expropió a la familia González el sector sur del chalet, donde tenían un bosque de magnolias y más de un centenar de distintas rosas”.

Esta expropiación es notoria, al recorrer la casa se puede observar cómo la pileta de natación quedó ahorcada por la pared que da al lateral de la Circunvalación. Mientras que los jardines que dan al norte, aún se conservan intactos al igual que el comedor de invierno del chalet.

La piscina quedó recortada por la traza de la Circunvalación.

Juan Carlos Bataller publicó en San Juan al mundo que Héctor González fue director del Hospital San Roque, profesor de la Universidad Popular de San Juan, fundador del Dispensario Anticanceroso, filial del Instituto de Medicina Experimental Ángel Roffo e impulsor de la primera comisión masculina de LALCEC, recordado hoy como uno de los impulsores de la prevención del cáncer en San Juan.

También fue médico forense de Tribunales y legista de la Policía, profesor de la Escuela de Policía y médico de la Dirección de Bienestar de la Armada.

En la puerta de entrada hay una placa homenaje de Alejandro Roemmers para el doctor González. Roemmers formó parte de la administración de Laboratorio Roemmers fundado por su abuelo Alberto Roemmers (hoy el laboratorio farmacéutico está a cargo de sus hermanos).

La placa, fechada el 18 de marzo de 2019, dice:

“Espacio histórico cultural González Rodríguez.

Sonarán mis palabras por el mundo

cuando el mundo no escuche ya mi paso

y el tiempo de vivir largo o escaso

se resume en el último segundo.

Surgen del ser sincero y más profundo

vuelan sobre las alas de Pegaso

temblarán de piedra en el ocaso

en este utópico sueño vagabundo”.

La devoción religiosa que continuaron los hijos y nietos.