Después de que Cornelio Saavedra fuera presidente de la Primera Junta de Gobierno Patrio fue perseguido político, estuvo en San Juan, se exilió en Chile y volvió a la provincia para pasar luego a Buenos Aires.
Un 19 de febrero de 1814 el gobierno nacional solicitó al de San Juan la presencia de Cornelio de Saavedra en la villa de Luján. Saavedra se encontraba exiliado en la provincia con su familia, según la escueta reseña de César Guerrero en “Efemérides sanjuaninas” (1937).

El primer historiador de San Juan, Nicanor Larraín, contó en el libro “El país de Cuyo” (1902), que en 1814 el coronel Cornelio Saavedra, residente en San Juan, “es requerido por orden del supremo Poder Ejecutivo para que en el término de ocho días se presente a la villa de Luján para contestar al juicio de residencia que se le seguía. El famoso jefe de Patricios se veía perseguido por sus enemigos”.
La Asamblea General del año XIII había ordenado el juicio de residencia a los que habían gobernado desde 1810, pero el carácter general que revestía esta disposición en el orden público respondía a miradas privadas de los enemigos de Saavedra que lo perseguían so pretexto de inteligencias con doña Carlota Joaquina de Borbón, Infanta de España y esposa de Don Juan VI, rey de Portugal.
¿De qué se le acusaba? De miras maliciosas de perpetuarse en el poder proclamándose rey, de ser el autor de los sucesos de 5 y 6 de abril de 1811, tentativa de asonada manifestada por las exigencias del pueblo reunido en la Plaza Mayor de Buenos Aires para separar a varios miembros de la primera junta.
Y por muchas otras causas que dieron por resultado su separación del gobierno y el decreto de proscripción perpetua del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Según Larraín, Saavedra llegó a San Juan furtivamente desde su emigración en Coquimbo “y después de andar escondido en la cordillera, en la estancia de Colangüil, consiguió del intendente de Cuyo el favor del asilo que le había sido negado por la intendencia del gobierno de San Juan”.
Otro aporte
En “Historia de San Juan” (1966), Carmen Varese y Héctor Arias relataron el origen de la persecución a Saavedra.

Después del desastre de Huaqui, Saavedra y Molina partieron para el Norte, en agosto 26 de 1811, con el objeto de remediar la difícil situación creada por la derrota.
Cuando estaban en Salta, en plena tarea realizada con todo éxito, en Buenos Aires se constituía el Triunvirato, por tanto la autoridad de Saavedra como presidente de la junta cesó.
A los ocho días de su arribo a Salta recibió la noticia de su separación del gobierno y la orden de permanecer en Salta y entregar el mando de las tropas de Pueyrredón, que acababa de llegar de Potosí con los caudales salvados de la casa de la moneda.
“Nada importa nuestras personas comparadas con la salud de la patria que debe reunir nuestros trabajos al solo grande objeto de consultar sus alivios”, decía Saavedra al Triunvirato, al acusar recibo a las notas, actitud noble de “un pobre Coronel sin destino”.
Varese y Arias aseguraban que “en el deseo de que no regresara a Buenos Aires se le había ordenado permaneciese en Salta, intención que el patricio advirtió y solicitó permiso para trasladarse a Tucumán o a Cuyo”.
El Ejecutivo le concedió el retiro con una pensión de $60 mensuales, pero la persecución comenzó de inmediato no sólo para el expresidente sino para sus familiares.
“Y Bernardo Monteagudo se dio a la labor panfletaria, amparado en la libertad de imprenta decretada por el calumniado”.
Pueyrredón le otorgó a Saavedra el pasaporte en el cuartel general de Jujuy el 9 de febrero de 1812 para que pudiera dirigirse a Cuyo y en el mismo mes partió.
En abril pasó por San Juan donde Saturnino Sarassa le concedió la visa para proseguir viaje a Mendoza y las autoridades vecinas, el permiso para residir.
Su compañera, doña Saturnina Otarola, viajó desde Buenos Aires con cuatro hijos pequeños y entonces Saavedra pudo expresar “al fin tuve el placer de verme reunido con estas prendas de mi afectuoso cariño”.
Luego la familia se dirigió San Juan, por entonces la situación económica de los Saavedra era muy difícil y debieron arbitrar nuevos recursos porque dejaron de percibir la pensión.

Con la familia
Saavedra decidió vender sus bienes, una chacra que tenía en Buenos Aires y el comprador pagó la mayor parte en especies. Saavedra mismo contó que tenía por vivienda una sala y proyectaba con el dinero obtenido de la chacra comprar una casa que costara no más de $4000, así con el resto podía comprar alguna tienda o dedicarse al negocio del aguardiente.
A esto último parece que se dedicó con poco éxito: en 1813 fletó una tropa de 40 cargas de aguardiente a Santa Fe y su hijo Manuel las condujo.
Por entonces pudo empezar a cobrar su pensión, pero solo la mitad de lo que le habían prometido.
“Esa era la triste situación del presidente de la Primera Junta. Al comenzar el año 1814 la Asamblea del año XIII abrió juicio de residencia a los funcionarios nombrando de su seno.
La lista quedó muy reducida y Saavedra en sus memorias dice: ‘En fin, todos están estaban empleados y permanecían en sus respectivos ejercicios, sólo el doctor Campana y yo quedamos para materia de aquel juicio. Se fijaron los términos y fechas para presentarse ante el tribunal, se hizo la publicación del bando y se pregonó’.
Don Cornelio Saavedra contaba con dos meses de plazo para comparecer personalmente ante la comisión de residencia y cuando se preparaba para partir le llegó una nueva orden disponiendo que no se moviese de la ciudad y aclarando que podía nombrar un apoderado”.
El juicio terminó en un fracaso: en el caso Saavedra sólo declararon tres testigos de los llamados y del testimonio no se desprendieron cargos para aplicarle medidas. Pasaron los meses sin que aparecieran quejosos ni acusadores.
Amnistía
El 8 de febrero de 1814, en sesión secreta, la Asamblea trató un mensaje del director supremo, Gervasio Posadas, en el que proponía dejar sin efecto los juicios de residencia.
Sin embargo, quedaron exceptuados Cornelio Saavedra y Joaquín Campana, ‘que deberán ser extrañados fuera del territorio de las Provincias Unidas’.
“El patricio, para huir de la tenaz persecución desatada desde Buenos Aires, el 7 de marzo tomó el camino a Chile dejando a su familia en San Juan. En el cruce de la cordillera rumbo a Coquimbo lo acompañaba a su hijo Agustín, de sólo 10 años, y un fiel criado”.
El 4 de octubre del mismo año, Saavedra inició viaje de vuelta a San Juan, decidido “a caer en manos de mis enemigos antes de que en la de los españoles”, que se habían impuesto en Coquimbo.
Con un grupo de chilenos volvió a cruzar la cordillera y esta decisión le salvó la vida ya que ocho días después entraba en la localidad chilena el general español Elorriaga con órdenes del virrey de Perú de ejecutar a Saavedra.
Los españoles los persiguieron pero el grupo ya estaba en suelo cuyano, al pie de la cordillera, en Colangüil. Allí permaneció unos 30 días mientras su esposa Saturnina tramitaba un permiso que le permitiera entrar en la ciudad.
Salvado por San Martín
El teniente gobernador Corbalán le negó asilo en San Juan y le sugirió que saliera de la provincia si quería evitar que lo tomaran preso para remitirlo a Buenos Aires.
“Entonces doña Saturnina se dirigió a Don José de San Martín, a la sazón gobernador intendente de Cuyo, quien contestó con generosa prontitud: ‘Admítase en el territorio de esta provincia a Don Cornelio Saavedra, fijando su residencia en la ciudad de San Juan hasta tanto determine el supremo director’”.
Otra carta fue enviada por San Martín al mismo Saavedra: “Sea cual sea la resolución del gobierno sobre el destino de V (usted), no me opondré jamás a que lo acompañe su señora esposa y esté seguro que tendré un verdadero placer en contribuir en bien de V con cuanto esté a mi alcance”.
Así, Saavedra pudo volver a reunirse con su familia los primeros días de diciembre de 1814.
Finalmente, el 25 de mayo de 1815 se presentó al director supremo en Buenos Aires, quién le permitió retirarse a la estancia de su hermano Luis, en Buenos Aires. El Congreso Nacional de 1816 lo reivindicará definitivamente.
En Colangüil, hoy departamento de Iglesia pero en esa época era Jáchal, la tradición señala un rancho casi en ruinas como “la casa del prócer de mayo”.
Saavedra murió en Buenos Aires el 20 de marzo de 1829, a los 70 años de edad.