La historia del curandero Paredes, las brujas de 25 de Mayo y el fútbol

Yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay. Así dice uno los refranes más populares de la región, y de brujas se trata esta historia. Hay que aclarar de entrada que esto no es una leyenda ni un cuento popular, es el relato fidedigno  de uno de los protagonistas, un respetable profesor del departamento 25 de Mayo, provincia de San Juan. Está en cada uno creer o no.

Al parecer esto sucedió en el año 1980, en una pequeña localidad del departamento 25 de Mayo, donde la principal actividad es la agricultura y donde la única distracción de los hombres es el fútbol. Y tan importante era este deporte que se había convertido en la fuente de tristeza de todos ellos: es que el equipo local no lograba ganar partidos a pesar de hacer mérito para ello.

“La comisión y todo el plantel de jugadores estaban preocupados y amargados. No había razón para que la mala suerte se hiciera casi vitalicia. Un día, un veinticinqueño conocedor de los malos  agüeros y todos sus ingredientes, tuvo una idea que fue aplaudida por todos: ir a buscar a Don Luis Paredes, el mismo que realizaba el ritual de pasar caminando por las brasas durante las fogatas en honor a San Juan Bautista, en el departamento Sarmiento”, contó Edmundo Jorge Delgado en su libro “Devociones y relatos míticos de San Juan”.

Acá es necesario abrir un paréntesis para contar a quienes no conocieron a Don Paredes, quién era este singular personaje.

Luis Paredes

Conocido en todo San Juan como un gran curandero (también en provincias vecinas de donde llegaba mucha gente a verlo), Paredes tenía su centro de operación en su propia casa, en un barrio de Media Agua.

A esta cronista, él mismo le contó, allá por el año 2011, cómo empezó su historia como curandero. Tenía penas 10 años y vivía en Angaco, cuando caminando solo por el campo en un crudo invierno, pasó por una aguada que se había congelado por completo. El niño Luis andaba descalzo para no mojar las alpargatas, pero un amigo lo vio y le gritó que saliera rápido de ahí porque le iba a dar neumonía. “Me agarró el miedo en el cuerpo y me duró hasta los 19 años. A esa edad, un hombre llamado Chalampa me curó y me dijo que iba a ser muy conocido en el Sur de San Juan”.  Paredes empezó a sentir y a ver cosas raras, comenzó a indagar en ese mundo desconocido y a curar.

Se hizo famoso por ser el único en realizar el ritual purificador de caminar por las brasas en el día de San Juan, donde cientos de creyentes podían atravesar un campo encendido sin mostrar signos de quemaduras.

Pero también era famoso por las curaciones milagrosas y los exorcismos. Tenía una memoria prodigiosa y podía recitar largas oraciones en castellano y en latín.

Ahora que conocemos al personaje en cuestión, esto es lo que pasó en 25 de Mayo.

Fueron a buscar a Paredes en un Rastrojero a una finca llamada La Cautivan ubicada en Colonia Fiscal, donde era el encargado. Le contaron lo que pasaba y por qué necesitaban su ayuda; y lo llevaron a la cancha. Paredes les pidió algunos elementos y cuando se hizo noche cerrada, empezó el ritual.

Paredes les dio instrucciones a los hombres que lo habían convocado para que encendieran siete fuegos en distintos puntos de la cancha como los arcos, el área grande, etc. A los que participaban en este ritual les pidió que llevaran siete limones y cada uno tenía un limón en su mano. Entonces Paredes, portando una cruz de Caravaca, empezó a caminar por la cancha mientras rezaba y gritaba frases en latín.

Ilustración de Silvina Arce

Luego, ordenó a los hombres que fueran arrojando los limones a las pequeñas fogatas, algunas de las cuales ya eran solo brasas. Y en eso estaban cuando uno de ellos tiró el limón, siempre con la mano izquierda, en una fogata ubicada en uno de los arcos, cuando el fruto literalmente explotó haciendo un ruido impresionante. “Aquí está”, dijo Paredes, “aquí está la porquería que han echado. Tómense de las manos todos, cierren los ojos y no miren, no los abran pase lo que pase”, les advirtió el curandero.

Paredes siguió rezando mientras les repetía que no miraran y que tampoco tuvieran miedo, “aquí estoy yo”. Entonces sucedió lo que nadie esperaba y que les hizo erizar la piel a esos hombres de campo, acostumbrados a la rudeza y a las soledades de la noche rural.

Arriba de sus cabezas, muy cerca, escucharon las risas escalofriantes de dos brujas a las que Paredes les decía: “Yo las expulso de este mundo, no pertenecen a este mundo, váyanse al infierno, al abismo”. Las risas se oían cada vez más fuertes y retumbaban en las cabezas de esos lugareños que seguro estaban lamentando haberse metido en esa empresa.

A muy poca distancia de la cabeza sonaban, eran dos risas, eran dos brujas”, relató uno de los protagonistas al historiador Delgado. 

Al domingo siguiente, cuando el alicaído equipo jugó con su tradicional adversario, ganó. Pero no solo eso, después logró alzar la copa del campeonato. Creer o reventar, pero que las hay… las hay.