Leyenda del Pitojuan: el karma de las malas acciones

Esta es la leyenda del Pitojuan (o Benteveo) y el karma de las malas acciones. Los mitos y leyendas se sustentan en algo distintivo respecto al tema que narran. Y como toda leyenda, puede mutar con el tiempo y los cambios de las narraciones orales.

El texto a continuación pertenece al sitio unaleyendacorta.com.

Cuenta la leyenda que Akitá y Mondorí se casaron y formaron un hogar muy bonito. Pero la tragedia llegó a la familia y la madre de Akitá falleció, su padre quedó viudo y como tenía ningún lugar a donde ir, se fue a vivir con Akitá y Mondorí, quienes muy amables lo recibieron.

Producto del amor entre Akitá y Mondorí, nació Sagua-á, era un pequeño muy inquieto y travieso, y la tarea del abuelo era cuidarlo mientras sus padres trabajaban.

Sagua-á y su abuelo se convirtieron en grandes amigos, iban a pescar, jugaban en los bosques, se hacían bromas, el abuelo hacía todo lo posible para que su nieto esté feliz.

Pero los años pasaban y el abuelo perdía fuerzas para jugar y dificultad para caminar al ritmo de su nieto. Y aunque trataba de aparentar, un día Akitá se dio cuenta y ya no le permitió salir con su nieto.

Akitá, muy preocupada por su padre, le pidió a su hijo que lo cuidase mientras ella iba a trabajar, así como el abuelo lo cuidó en sus buenos tiempos, Sagua-á aceptó a regañadientes.

Como el abuelo no podía ver a su nieto renegar por su culpa, le dijo que vaya a jugar con sus amigos y que no se preocupara por él, entonces Sagua-á, se fue muy feliz. Pero le pidió que vuelva temprano para que no se den cuenta sus padres.

Todos los días Sagua-á se iba a jugar, pero un día se demoró mucho y Akitá llegó antes a su hogar,  y gritó al cielo viendo a su padre muy débil, sin probar alimento alguno, pues había perdido todas las fuerzas.

Al llegar Sagua-á, Akitá lo reprendió duramente, enrostrándole su mal proceder, su falta de piedad y de agradecimiento hacia el pobre abuelo que tanto le quería y que no había hecho otra cosa que complacerlo siempre.

Por egoísta

Al día siguiente los padres se fueron a trabajar, pero le pidieron a Sagua-á que se quedara en casa con el abuelo, el niño aceptó muy enojado y se dedicó a hacer sus cosas, no le importó el estado del abuelo.

Cuando ya había atardecido, escuchó una voz débil diciéndole:

-¡Sagua-á…! ¡Sa… gua…á…! , ¡Ven… por… favor…!

-¿Qué quieres?

-¡Alcánzame un poco de agua…! Tengo sed… Mi vida se apaga…como un pito güé… Alcánzame un poco de agua…

Pero Sagua-á nunca le hizo caso, y sólo se reía repitiendo sin cesar: “Pito güé… Pito güé…”.

Pasaron dos horas desde el pedido del anciano hasta que se escuchó un largo suspiro y el anciano falleció. Mientras Sagua-á seguía repitiendo: “Pito güé… Pito güé…” su cuerpo se iba achicando y se cubría de plumas de color pardo y se transformó en ave, castigo de Tupa por ser malo y egoísta.

Esa ave hoy se conoce como Pitojuan”.