Lo que nadie te contó de la Pericana

La Pericana, la mujer que asusta en la siesta sanjuanina, es un personaje raro. Es horrible y da miedo, pero solo sale a la siesta, cuando el sol de verano está tan fuerte que quema. No se vale de la noche y del terror de las sombras para asustar. Se aparece como una mujer hermosa a plena luz del día y luego se transforma en un espantoso matuasto de ojos amarillos que se lleva a los niños que deambulan en la siesta.

Este relato busca contar lo que nadie contó de la Pericana, y si bien no existe mucha bibliografía sobre su origen, hay quienes aseguran que el personaje nació en San Juan, y nació por pura necesidad. Es que en tiempos en los que no había teléfonos móviles, ni computadoras ni televisión para entretener a los chicos  cuando a la siesta la familia dormía, la Pericana entró en acción.

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Ilustración de Enrique Jorge Bernard

“La Pericana era una señora de traje largo, sucio, harapiento y muy fea, que se llevaba a los niños que no dormían la siesta. Mi amada abuelita siempre me decía eso. La Pericana se anunciaba con el canto de las palomitas tórtolas que andaban en los altos naranjos dulces del jardín, donde abundaba la huerta con perejil, espárragos, tomates, rabanitos, lechugas… Yo no le tenía miedo. Mi abuelita me contaba historias hermosas”, recordó la sanjuanina Clyde Bustos.

Caro Herman, hija de la escritora Beatriz Brignone, contó que la historia de la Pericana la conoció por amigos y vecinos de la infancia. “Por eso no nos dejaban salir a la siesta. Era una mujer bien vestida y muy linda que se transformaba después de robar los niños”.

Uno de los hombres de letras más destacados que dio San Juan, Juan Pablo Echagüe, escribió el cuento La Pericana que publicó en el libro “Tres estampas de mi tierra”, de 1939.

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La siesta era el terror de nuestra familia, nos encerraban y saltábamos por la ventana o forzábamos la puerta. Nos reprendía la palabra cariñosa de la madre o la severa amonestación del padre, nos vigilaban, nos suplicaban, inútil.

Cuando el pueblo entero se adormecía postrado por el vago quemante de la siesta, cuando de entre el ramaje de los árboles salía el ríspido cantar de las chicharras, único ruido que turbaba la calma desfallecida de la tarde.

Cuando las víboras y los lagartos abandonaban sus madrigueras para ir a regodearse sobre el reseco polvo de los caminos, nosotros, burlando prohibiciones y cárceles, ganábamos los viñedos reverberantes de sol”.

La Pericana en acción

Luego contaba Echague que uno de los niños con los que salían a vivir las siestas, había oído a su mamá que un ser prodigioso, asesino y ladrón de niños, la Pericana, moraba en los viñedos y andaba ahora rondando la comarca.

“La Pericana! La Pericana!… allá, como a 50 pasos de distancia, vimos, sí vimos, entre las verdes parras, una silueta negra, altísima, de rostro ensangrentado, roja barba y saltados ojazos amarillos, avanzaba despacio, despacio, muequeando espantosamente”.

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Y el relato continuaba: “Fue un desbande, una derrota, una fuga de pánico y demencia, arrastrándonos para escapar de entre los enredados sarmientos, atropellándonos, arañándonos, enceguecidos, desesperados, nos lanzamos fuera y echamos a correr”.

“No supe hasta después que se hicieron mis compañeros. Yo corrí y corrí, las espinas desgarraban mis ropas, los cactus se clavaban en mis pies, yo corría, corría. Me llevaba por delante bosques de matas bravas erizadas de púas.

Penetraba como una bala de cañón en los compactos cañaverales, saltaba de un solo impulso Los arroyos, escalaba tapias, horadaba cercos, y por último, jadeante, enloquecido, dando gritos de angustia y de socorro, fui a caer medio muerto entre los brazos cariñosos de mi madre”.

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El relato de Echague, que parece autobiográfico, no deja dudas al final respecto al mito de la Pericana, cuando después de esa aparición, una de las niñas del grupo le dijo que lo que vieron fue el peón encargado de cuidar la viña que llevaba puesta “una careta de carnaval”.

La Pericana, presente

En el manual “San Juan y yo” hay una breve reseña del mito en la que se asegura que se trata de  un personaje imaginario con el que los mayores querían asustar a los niños para lograr que  durmieran la siesta.

“Ahora a dormir la siesta, porque anda suelta la Pericana”, se les decía a los más pequeños después del almuerzo.  Pero ¿quién era esta mujer? Según los mayores, se trataba de una dama alta y delgada, muy bella y dulce. Atraía a los niños con su agradable personalidad.

Sin embargo, cuando ya los tenía cerca, su rostro se volvía horroroso, sus orejas se hacían grandes y puntiagudas, mientras que sus ojos adquirían un fuerte color amarillo”.

Mientras que en el libro de Edmundo Jorge Delgado, “Devociones y relatos míticos de San Juan”, se asegura que el origen de esta tradición “parece ser netamente de nuestra tierra”, si bien algunos autores también la ubican en la provincia de Mendoza y San Luis junto con otras entidades de perfil femenino como la María Mucha, en Jáchal, o la Calchona, en la zona cordillerana de Neuquén.

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El libro de Delgado

“Este es un aterrador ser cuyo origen es difícil de precisar. A juzgar por los datos aportados por Echagüe, sus comienzos son contemporáneos a su vida, es decir en los últimos años del siglo XIX y principios del XX”.

Luego, Delgado relató que “la  idea de concebir tan espeluznante ser, análogo al viejo de la bolsa o al universal Cuco, fue de los mismos padres con la intención de infundirles miedo a sus hijos rebeldes”.

Estos niños, continuaba la narración, solían protagonizar las más alocadas aventuras en horas de las largas y típicas siestas veraniegas que se viven en San Juan, ocasionando toda clase de molestias en el vecindario.

“El hecho fue que alguna malograda pandilla de muchachos en alguna ocasión logró imaginar y ver a esta terrorífica mujer y entonces el rumor se difundió como reguero de pólvora sobre todo en las zonas rurales”.

Y si bien se la describe como una anciana grotesca, de largos dientes, con cola provista de clavos y espinas, que además tenía un rebenque o cuchillo para castigar a los desobedientes, también hay visiones que la refieren de bella presencia, con un rostro cautivador, que se aparece repentinamente entre los parrales y malezas y seduce a los chicuelos para luego perseguirlos y castigarlos.

Otras versiones de la Pericana

La página folclore y tradiciones publica que  la Pericana es una mujer vieja, muy alta, de largos dientes. Lanza fuego por los ojos y dicen que tiene una cola hecha de espinas, algunas versiones aseguran que la cola es de clavos. Además, lleva un rebenque largo con el que azota a los niños que a la hora de la siesta están fuera de sus casas sin permiso de los padres.

Según el relato del sanjuanino Dante Montero, cuando era niño vio a la Pericana. Todo ocurrió cuando Dante y un grupo de amigos descansaban a la sombra de un árbol, cuando de pronto, desde los viñedos se les apareció una figura de dos metros de alto que echaba fuego por los ojos y los amenazaba con un largo rebenque.

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La Pericana en la FNS

“Los niños, al ver esta aparición, se quedaron tiesos e imploraron que no les hiciera daño con la firme promesa de no volver a burlarse de ella.  No obstante, la Pericana los azotó y les dijo que nunca más quería volver a verlos andar solos en sus dominios y menos a la hora de la siesta.  Asimismo, les dijo que si llegaba a verlos nuevamente, los llevaría a su cueva y los obligaría a trabajar para ella por el resto de sus vidas”.

En otro relato, publicado en cuco.com, aseguran que la Pericana es una geniecilla traviesa, una especie de duende andariego.

La describen como una mujer de baja estatura, de fea estampa, vestimenta andrajosa y de colores oscuros. Muy hábil para caminar por caminos terrosos, y que muy pocas veces se deja ver. Nunca la escucharon hablar pero si silbar, signo que denota su presencia.

“Las travesuras de la Pericana consisten en tirar piedras en la espalda y cascotes a los sombreros de los jinetes, en espantar a las bestias de montar de los paisanos en caminos y sendas. Los jinetes caen al suelo y los caballos huyen despavoridos.

Con los niños usa iguales travesuras y además les silba y los llama con señas y ademanes ofreciéndoles frutos silvestres. Algunos cuentan que a veces los niños extraviados no vuelven más”.

Siempre termina mal

“Se cuenta que la Pericana intenta robarse a los niños que se escapaban de sus hogares, mientras sus padres duermen… eran atraídos por una linda mujer que los encantaba con su simpatía, para luego convertirse en un monstruo.

En el momento que esta tenía a los niños cerca, se transformaba en un lagarto gigante con ojos amarillos, orejas puntiagudas, con la boca sedienta y maloliente, en busca de sangre”, reseña el sitio Viajamos juntos.

Esta es una Pericana que no se contenta con asustar sino que busca alimentarse de sus presas humanas, buscando primero los niños por ser más fáciles de atrapar.

Por otro lado, en la página web raza folclórica la narración refiere que la Pericana es una mujer delgada, de rostro hermoso y larga cabellera oscura. “Ella camina por las calles cuando no hay nadie, calles solitarias y donde hace mucho calor va andando tranquila y sin prisa.

Su propósito es encontrar a niños que se escapan de sus hogares desobedeciendo a sus padres, para hacer travesuras a espalda de ellos. Además le resulta fácil acercarse a los chicos por ser una mujer amable, llena de bondad y con una sonrisa dulce e irresistible”. 

Pero la bondad es sólo un atrapamoscas, ya que cuando los tiene muy cerca muestra su verdadera identidad, comienza a transformarse en un ser monstruoso, una mezcla de humano y matuasto.

“Sus ojos enormes se ponen amarillos fosforescentes, orejas puntiagudas, dientes largos, uñas filosas y hasta una larga cola. Pero ahí no termina su apariencia horrorosa, porque de su boca enorme y sangrienta sale un chillido insoportable.

Sus manos pardas y esqueléticas sostienen un látigo y también un cuchillo, con estos elementos castiga a los pequeños desobedientes y hasta podría  devorarlos de ser necesario”.

Una versión moderna de la Pericana es ésta, realizada para la serie Monstruario Argentino. Y acá en versión audio, de radioteca.net.

Un final inesperado

La abuela María era hija de españoles. Ellos tenían la teoría de que a la Pericana la inventó algún español radicado en San Juan y le puso el nombre de un antiguo guiso al que seguramente odiaba de niño: la pericana es un plato de la montaña alicantina y de comarcas vecinas.  

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La receta de la pericana proviene de España.

Es una comida fuerte que tiene como ingredientes: pimientos secos, bacalao inglés, ajo y aceite.

La abuela nunca hizo esa receta, aunque la conocía. La hipótesis de que el mito de la Pericana para asustar niños sanjuaninos podía tener estrecha vinculación con algún recuerdo de la receta de la infancia (picante por cierto), le parecía absolutamente posible.

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