Oro para Atahualpa: leyenda de los animales andinos

La leyenda del tesoro de Atahualpa se extiende a todo lo largo de la cordillera de Los Andes. En San Juan siempre se dijo que ese oro para pagar el rescate del rey inca fue escondido en algún lugar  entre estas montañas.

Parte historia, parte leyenda, ésta se remonta a los primeros años de la conquista y relata que cuando Pizarro llegó a Perú tomó prisionero a Atahualpa, el emperador de los incas.

Al parecer los españoles no sabían qué hacer con la vida del cacique. Atahualpa, para salvarse, les propuso llenarles una habitación con oro hasta donde llegara el bastón de mando. Así comenzaron a acarrear el oro de todos los territorios que el imperio abarcaba.

CAMINO DEL INCA

El oro era llevado por el Camino del Inca, que va desde Mendoza a Perú y continúa hasta Ecuador.

El camino en idioma quechua es Qhapaq Ñan, que significa camino del rey o del poderoso​ o camino del Inca, una organización de rutas que superaban los 30.000 kilómetros con una ruta central de  5.200 km de longitud. Todos estos caminos se encontraban conectados al Cusco, la capital del Tahuantinsuyo o Imperio incaico.

Desde la parte sur del Imperio Inca, siete chasquis llevaban a su emperador  siete cogotes de guanacos con oro. Cuando éstos estaban llegando a las “piedras pintadas”, tuvieron la noticia de que habían matado al Inca, así que decidieron esperar hasta saber qué hacer con el oro.

Pasó el tiempo y éstos se convirtieron en animales silvestres de la zona: guanaco, zorro, avestruz, liebre. Ellos aún continúan esperando noticias para saber qué hacer con el oro, por eso cuando ven alguna persona, primero la observan para saber si es el mensajero que ellos esperan y luego corren.

Otra versión señala que los mensajeros enterraron en oro y jamás fue encontrado.