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Santiago Graffigna y su Bodega Las Lomas, ruinas en el alma de los ulluneros

El dique Los Caracoles, aguas arriba del dique de Ullum, comenzó a llenarse en octubre de 2008; en 2009 Ullum sintió las consecuencias, la falta de agua dejó al descubierto las ruinas de la bodega Las Lomas y unas 100 casas, todo el pueblo trabajaba allí. 

“La bodega fantasma que salió a la luz” fue el título de la nota publicada por Diario de Cuyo en mayo de 2009, y así los más jóvenes se enteraban de lo mucho que había perdido Ullum con el primer dique de la provincia. El progreso se llevó puesto a un pueblo y a su principal actividad económica: la finca y la bodega Las Lomas, de Santiago Graffigna.

La segunda bodega Las Lomas, de ladrillo. A la derecha el secadero de pasas. (Gentileza Carlos Graffigna)
Las ruinas, hoy.

Ese año, y por un tiempo, las ruinas fueron un atractivo turístico para propios y ajenos.

El actual ciclo de sequía suma casi 10 años en San Juan, el dique tiene la cota más baja que se recuerde y ahí sigue la historia de Ullum a la vista de todos. Los restos de bodega, piletas, pisos, restos de paredes de las casas, usina, capilla, la escuela, volvieron a emerger y serán visibles hasta que el agua vuelva al dique.

Es sin dudas una postal muy dolorosa para los ulluneros. Es que la bodega no solo daba trabajo a la mayoría de los habitantes de la zona, sino que era el epicentro de las actividades sociales, religiosas y culturales de Ullum. Muchos aún recuerdan las puestas en escena del Belén viviente.

Belén viviente (gentileza C. Graffigna)

Incluso para la historia de San Juan esa bodega fue un hito, ya que allí nació la radiofonía sanjuanina con “La Radio del Vino”, que después sería Radio Colón, la primera emisora privada de la Argentina.

Francisca Gómez y su marido, Leonardo Rodríguez, trabajaron en la bodega y vivían en “el bajo”, como se le decía a esa zona productiva. Ella tiene 105 años (su marido falleció) y no habla mucho, pero dijo que recordaba la bodega.

Ella trabajó para los Graffigna en tareas domésticas en la casa patronal, y también en la finca, y cuando había que atar sarmientos los hijos también acompañaban y trabajaban.

“Los Graffigna eran gente buenísima, todo lo compartían con sus trabajadores”, recordaron las hijas de Francisca, Gloria y Claudia.

Actores, cantores y bailarines salieron de estos encuentros. (Gentileza C. Graffigna)

La bodega Las Lomas aparece en el libro “La República Argentina, Región Cuyo” (1922), de autores varios, donde destacaron la labor de Santiago Graffigna en Ullum y en Desamparados (así se llamaba el departamento por entonces), donde estaba la bodega cabecera de la firma, hoy también museo.

“Actualmente la Sociedad Anónima Bodegas y Viñedos Santiago Graffigna Ltda. posee un viñedo en el departamento de Ullum de 120 hectáreas y otro en Desamparados circundando la bodega central de 150 hectáreas”, publicaba en 1922.

Todo el pueblo participaba de las actividades religiosas y culturales de la bodega. (Gentileza C. Graffigna)

El imperio que fue

En una extensa nota dedicada a la empresa contaron no solo la historia de don Santiago, sino todo el crecimiento de sus empresas. Destacaron que ambas bodegas elaboraban diversos tipos de vinos comunes bajo las marcas Colón y Cuyo.

“En Ullum han edificado la primera bodega con que cuenta aquel departamento, con una capacidad para 20.000 hectolitros, este establecimiento va a dar un impulso formidable a la vitivinicultura de aquella región. En total los viñedos de la sociedad producen un promedio anual de 80.000 quintales de uva (8 millones de kilos)”.

Gran valor cobra hoy la palabra de Santiago Graffigna que se recoge en esa antigua publicación: “Nuestro consumo local era muy escaso, la imposibilidad de mandar vino a Buenos Aires y pueblos del Litoral por la enorme distancia y las grandes dificultades del transporte, nos abrió el camino del norte y de la provincia de Córdoba.

Canal de riego. (gentileza C. Graffigna)

Los vinos de San Juan no solo invadieron Tucumán sino que pasaron nuestras fronteras y fueron hasta Bolivia y Perú en carros o en arrias de mulas. Cuando llegó al ferrocarril y empezó a tonificarse la industria, aumentando y ennobleciéndose la producción, comenzamos a afianzar los mercados de Buenos Aires y Santa Fe”.

Luego destacaron que don Santiago fue de los primeros cultivadores que establecieron la práctica de los viñedos alambrados en las provincias de Cuyo, que propagó nuevas variedades de uva, “y el primero en San Juan que comenzó a elaborar vinos de tipo francés, pues hasta entonces toda tentativa en tal sentido había sido deficiente”.

El hombre sin dudas había impresionado al periodista que escribió ese texto: “Graffigna es generoso, sincero, amplio, nadie que se acerque a él a reclamar una justa protección se retira decepcionado con la negativa, por eso se le quiere.

Es progresista en el más amplio sentido de la palabra, respeta los compromisos y sobre todo ama a sus obreros. Hace poco lo hemos visto comprar a buen precio en una exposición de cuadros un hombre de Cuyo, pintado por Faustino Brughetti, porque se parecía a un peón que tiene en Ullum”.

Mujeres trabajando en la finca. (Gentileza C. Graffigna)

Remembranzas

En el libro “Desterrados” (2022) el periodista Daniel Valenzuela realizó la importante y necesaria tarea de recoger los testimonios de los personajes que trabajaron en Las Lomas, muchos de los cuales ya fallecieron.

Carlos Graffigna, nieto de Santiago y fallecido en 2018, detalló que en el año 1898, por información que le brindó don Robert Light, su abuelo se entusiasmó con Ullum, compró tierra y comenzó a instalarse.

Tiempo después se asoció con Light y cuando el inglés enfermó y se dispuso a volver a su país, don Santiago le compró su parte y continuó su trabajo en Ullum.

Allí comenzó implantando vides que ya estaban probando en Desamparados y en Pocito, también frutales como damascos, duraznos, ciruelas y peras, entre otros. Luego se construyó la bodega Las Lomas, sin dudas un homenaje al paisaje en el que estaba enclavada, después levantó la casa para el encargado, para su personal y la casona familiar.

La familia Graffigna en la casa de Ullum. (G/Carlos Graffigna)

Carlos recordó que para afrontar estas obras primero tuvieron que armar un taller de herrería y otro de carpintería en el mismo lugar donde se construyó la bodega, al igual que los corrales para contener a los animales que servían para trabajar la tierra y para el transporte.

“En 1944, luego del terremoto del 15 de enero, la bodega y las casas quedaron en mal estado. El establecimiento y las viviendas del personal fueron reparadas, no así la casa grande que fue sustituida por dos ranchos provisorios que quedaron hasta el llenado del lago”, contó Carlos Graffigna.

Esa primera bodega, destruida por el terremoto, era de adobones; luego se construyó la nueva de ladrillos, la que 30 años después sería demolida para el llenado del lago, al igual que el resto de los edificios.

El frente de la Casa Grande (G/C. Graffigna)

Don Santiago ya había donado los predios donde hoy se encuentran el cementerio, la escuela que funcionaba cerca del mismo, el de la municipalidad, y donde hoy funciona la policía, la plaza y la capilla, como así también los terrenos y parte de las obras hidráulicas necesarias para el riego de las propiedades.

Andrés Cipriano Cortez era un niño de 11 años cuando empezó a trabajar y llegó a ser llavero general de la bodega Graffigna, él también aparece en el libro de Valenzuela. Era el encargado del depósito, tocaba la campana que hacía entrar a los peones y les rayaba los días marcando en un cuaderno las jornadas y la hora de entrada.

Relató que la bodega funcionaba con una turbina y un motor con el que generaban energía. Allí compraban uva a todas las fincas de la zona y la llevaban en carro hasta un enorme lagar donde se molía, “la capacidad en litros no la recuerdo bien, creo que era 25.000”, dijo.

La usina hidroeléctrica funcionaba con un salto de 5 metros y generaba energía para todos. Al lado de la usina estaba la cocina, las habitaciones que eran como 10, luego la casa del encargado, que era de apellido Latino, y a continuación la bodega.

En el frente de la bodega había una enorme galería que servía de iglesia, la caldera, la báscula, la cancha de bochas de piso de ladrillo y una pista llaneada de color rojo y baldosas que aún están ahí, también los galpones, el taller de herrería, la carpintería y la casa grande.

Cortez y el vino de la bodega Las Lomas (G/ D. Valenzuela).

El secadero de pasas se usaba también como pista donde se hacían los bailes del “glorioso” Club Las Lomas.

“A Santiago y Alberto Graffigna los recuerdo, siempre fueron muy buenos, muchos años estuve trabajando para los Graffigna. Recuerdo que para el terremoto estaba cargando el agua para llenar la pileta cuando se vino el movimiento y me zampó en la acequia. La campana sonaba sola”, contó.

Para la crónica que apareció en el libro, Cortez mostró dos botellas de vino de su casamiento que fueron el souvenir, obviamente era vino de la bodega y la etiqueta decía: ‘El vino es vida con alma posiblemente mística’.

Cruzando el río San Juan para llegar a Ullum, antes de la construcción del puente (G/ C. Graffigna)

La primera radio de San Juan

La bodega Las Lomas crecía y el gran problema era la comunicación con la bodega de la Ciudad de San Juan, los mensajes iban y venían en sulky por Albardón hasta llegar a Ullum. Lo mismo que el traslado del vino hacia el centro que se hacía en carros y salían por Marquesado pasando el río.

Desde la izquierda: Andrés Cortez, Carlos Graffigna hijo y padre, Oscar Villarroel, y un técnico, junto a los equipos de la primera radio. (G/C. Graffigna)

“En aquella época se trajeron baterías, antena, equipos a válvula. Había dos piezas dispuestas para la radio, era como comunicarse hoy por Handy, fue como radio teléfono. En época de la novena, cuando nos quedábamos tres meses aquí en Ullum, mi padre, a quien le encantaba la música, les ponía en la nochecita a la gente y se dieron cuenta que lo podían hacer como una radio.

Esto arrancó por el año 1923 y es en 1930, con la presidencia de Yrigoyen, cuando se le otorga el permiso como radio. Pero precisamente no fue Yrigoyen sino el gobierno interventor que lo sucedió. La emisora comenzó llamándose LT8, luego se le otorga LV1”, contó Carlos.

Entonces había que ponerle un nombre, se le decía ‘La Radio del Vino’, pero no era un nombre adecuado para los organismos oficiales de la Capital Federal. El 5 de septiembre salió la autorización como radio legal y ahí arrancaba LV1 Radio Colón, porque tampoco aceptaron que se llamara Radio Graffigna.

Carlos, que era ingeniero electrónico y aeronáutico, señaló que en 1942 se cambiaron las antenas viejas de plano horizontal por una de 216 metros, que es la que está hoy frente al Hiper Libertad, era la más grande de Latinoamérica.

En 1972 se cambiaron los equipos y entró él que ya se había recibido de ingeniero y cambió todo. “Formé con el tiempo un ingeniero que se hizo cargo de todo que fue Emilio Martín, hombre muy capaz”.

El origen

Hay muchas referencias sobre la llegada de Santiago Graffigna a San Juan, incluso el viejo libro mencionado acá, pero por ser el más cercano se reproduce la historia escrita por su nieto Carlos.

Santiago Graffigna nació el 31 de enero de 1864, en Génova, Italia. Sus padres eran Luis Graffigna y Luisa Longinotti.

A los 12 años partió de Génova hacia Argentina y llegó a San Juan después de nueve meses de viaje, tres en barco, tres trabajando para costearse el dinero para completar la travesía, y otros tres para completar el trayecto desde Buenos Aires a San Juan.

Santiago Graffigna, foto publicada en el libro República Argentina, Región Cuyo – 1921-1922.

“Cuando llegó a nuestra provincia su tío (Juan Graffigna) lo puso a trabajar y le pagaba como a cualquier empleado suyo. Un día decidió armar su viña y se fue independizando del tío. Se casó el 4 de agosto de 1888 en la iglesia de Desamparados con Catalina del Bono Briano y tuvieron 13 hijos de los cuales uno falleció a los pocos días, 11 hijos se casaron y fueron abuelos de 51 nietos”.

Don Santiago falleció en Italia a la edad de 59 años el 4 de diciembre de 1923, había ido a visitar a su mamá.

“Mi familia fue cristiana y en esa época el capitalismo era más paternalista. Graffigna todo lo que tenía, toda su riqueza no se la guardaba, la invertía en más servicios, más trabajo, luego esa estructura se rompe y nace el capitalismo neoliberal que es lo que está hoy y que no ha liberado o superado al capitalismo, al contrario lo ha destruido”, sentenció Don Carlos hace algunos años.

Hoy el imperio de Santiago Graffigna está en manos de la firma chilena VSPT Wine Group, de la familia Luksic. Y la bodega Las Lomas muy pronto quedará nuevamente bajo las aguas del dique de Ullum, pero nunca podrá desaparecer de la historia ni de los corazones ulluneros.

Demolición de los edificios para el llenado del dique (G/C. Graffigna)
Fiestas patronales en 1922 en la bodega (G/C. Graffigna)

(NdR; Todas las fotos fueron donadas por Carlos Graffigna a la Biblioteca Popular Luis Solera de Ullum)