Las famosas aguas termales de San Juan: un compendio realizado en 1920

“Vertientes o baños medicinales” se llamó el informe que se transformó en el primer censo de aguas termales de San Juan escrito en 1920 por Pedro Pascual Ramírez y publicado después de su muerte.

Allí incluyó todas las vertientes conocidas con gran cantidad de minerales que brotaban del suelo o de los cerros de forma  natural y a temperaturas que supera en 5°C en la superficie.

Ramírez distinguió los tipos de agua termales y su ubicación, diferenciando las fuentes de agua salada, sulfurosa, sulfatada, acidulada, y frías.

Foto del libro “Contribución a la historia geográfica de San Juan”, de Pedro Pascual Ramírez.

Las fuentes saladas y que contienen mucho cloruro de sodio son numerosas, señalaba Ramírez, las más conocidas y analizadas: Papagayos, ubicada en la Sierra de la Huerta; France, en Las Lomitas, Albardón; El Salado en el mismo departamento pero al pie del cerro de Villicum; y Paso de la Guanaca o del Novillo, en el departamento de Angaco Sud (hoy San Martín).

Las fuentes sulfurosas más conocidas eran Huaco o Agua Hedionda, “cuyo olor se siente a varios kilómetros de distancia”. Luego está La Laja, al pie del cerro del Villicum en Albardón; y la fuente del Cerro Blanco, en Zonda, aclarando que había muchas otras con olor a ácido sulfhídrico, pero no de un modo pronunciado, como Alto de las Cabras, en Angaco Sud y otras varias.

Luego distinguía Ramírez las fuentes sulfatadas, llamadas así por la gran cantidad de sulfatos que tienen de soda, potasa (carbonato de potasio), y cal potasa de las cuales había varias  especialmente en los departamentos Iglesia, Jáchal, Angaco y San Martín, Valle fértil y Albardón.

Las fuentes aciduladas (ligeramente ácidas) calcáreas, también eran numerosas, señalaba el autor, siendo las más nombradas  Agua Negra, al pie del Cerro San Roque en Jáchal; y Talacasto, a la entrada de la quebrada del mismo nombre.

Mientras que las fuentes aciduladas ferruginosas eran abundantes en el gran valle de Pismanta y la más frecuentada, ya por aquellos años, era la que lleva el mismo nombre. “Producen en el organismo al tomar las aguas de este baño el mismo efecto que las sales de hierro, son agradables al paladar y transparentes”, aseguraba.

Ramírez incluyó a los manantiales de fuentes de agua fría, casi todas rodeaban la ciudad como El Chaparro, La Florida, Los Tapones, Las Piedritas y “aquellas que cae en forma de lluvia” como El Chorro, Piedras Pintadas y entre otras. De este grupo ninguna se recuerda ni conserva en estos días.

También aseguraba que las fuentes termales más conocidas y frecuentadas en esa época eran: Pismanta, Agua Hedionda y La Laja, acotando que en las fuentes del primero de estos baños “es tal la temperatura que las personas no se pueden mover en el agua porque se queman y hay necesidad de penetrar muy paulatinamente y tener un sirviente que esté constantemente echando en la cabeza un chorro de agua fría para evitar los mareos o congestiones cerebrales. Nadie suele permanecer dentro del agua arriba de 5 minutos y esto muchas veces parece una eternidad”.

Hoy solo e conservan con servicios para el turista las aguas termales de Pismanta, y Pampas del Cura, el nuevo complejo ubicado en Las Flores, ambos en el departamento Iglesia.

Mientras que en el abandonado complejo de La Laja, Albardón, hay proyectado construir un nuevo hotel para recuperar el uso y beneficios de esas aguas termales.

Ramírez decía que el día que San Juan tenga una fábrica de botellas de vidrio (hoy existe) “desaparecerán del mercado boticario todas las aguas extranjeras que con el nombre de medicinales se venden, porque estas serán ventajosamente reemplazadas por las excelentes aguas de nuestras fuentes”.

Agua Hedionda