Ágata

Ágata Galiffi, una vida de película con final en San Juan

Romances, balas, un fallido robo a un banco, el encierro en un asilo de alienadas de Tucumán al que sobrevivió para salir y hacer una vida “normal” en la provincia de San Juan, donde la encontró la muerte a los 71 años. Todo eso y más tuvo la vida de película de Ágata Galiffi, “La Flor de la mafia”.

En épocas en las que no existían los influencers, cuando apenas tenía 18 años (1934), Ágata ya era todo un personaje y su fama trascendía las fronteras de su Rosario natal por su belleza y temeridad.

“La noche, la inquietud, la ansiedad, el terror, mi vida es así. Como ustedes imaginarán, llena de desazones de angustias, de sobresaltos, de lucha permanente”, dijo en una entrevista realizada mientras estaba presa.

Hija de Giovanni Galiffi y Rosa Alfano, nació el 14 de julio de 1916 en Gálvez, provincia de Santa Fe. Su padre era un siciliano considerado el ‘Al Capone’ de Rosario, quien después de múltiples crímenes fue deportado a su Italia natal. Fue muy amigo de Benito Mussolini.

Ágata era la debilidad de su padre, quien procuró darle la mejor educación y mantenerla al margen de su vida delictiva.

Ella tenía belleza e inteligencia en altas proporciones. Su abundante melena negra hacía resaltar sus enormes ojos verdes, dotándola de una gracia cautivadora. De su padre heredó el talento para el manejo de los negocios turbios y llegó a ser la cabeza de la mafia en la Argentina.

Se casó a los 19 años con el abogado de su padre, Rolando Gaspar Lucchini.

Quiso el destino que la “Gata”, como también era apodada, terminara su vida en San Juan como una próspera comerciante en el marco de la ley, o al menos nunca se le probó lo contrario; murió sola en una clínica capitalina.

Cuando llegó a la provincia vivió primero en Caucete, donde su padre había comprado una finca; y después en la Ciudad, donde ella compró un departamento y abrió un comercio que ella misma atendía.

En las redes sociales, los sanjuaninos aún la recuerdan: “Recuerdo haberla visto en una cupe spider convertible color rojo, con un pañuelo atado a su cabeza y anteojos ahumados, acompañada por un hombre mucho menor que ella”, publicó un señor de apellido Atienza.

“También yo la conocí. Manejaba un auto descapotable y le gustaba dar vueltas por la Plaza 25, siempre acompañada. Impecable”, escribió Norma.

En Caucete era muy buena vecina, una señora agradable”, dijo Hugo.

En Facebook publicaron que, en San Juan, las maniobras de Juan Galiffi fueron motivo de varias noticias policiales, es que después de comprar la finca en Caucete, compró una bodega que había pertenecido a don Fortunato Costa, en calle España y 9 de Julio.

Decían que allí estuvieron ocultos fajos de billetes falsos con la intención de luego llevarlos a Tucumán para hacerlos circular.

¿Cómo llegó a San Juan?

Tenía 24 años cuando fue a la cárcel por el intento de robo al Banco Nación de Tucumán. Después de dos meses de interrogatorios, y a falta de una cárcel para mujeres, fue enviada a un hospital de enfermos mentales.

Galiffi tenía un socio delictivo, Arturo Pláceres, de quien se decía que también era su amante, juntos idearon el robo al banco a través de un túnel de 94 metros que nacía en la casa que alquilaban, hasta la bóveda del banco. Pero fueron descubiertos y detenidos antes de dar ese golpe.

Los detalles de ese plan y su detención son dignos de un capítulo aparte.

“Estuve presa en Rosario y en Tucumán.  Una monjita me consiguió dos tablas y dos cajones y me armé una cama cerca de la ventana para mirar las estrellas. Creían que yo era un monstruo, una pantera, y por eso me tenían aislada en tres metros cuadrados, con barrotes muy gruesos y sin baño”, contó en una entrevista realizada en 1972.

“Allí pasé más de nueve años llorando y rezando el rosario. Para ir al baño, compartido, me ponían una túnica y unos zuecos de madera. Pero no era lo peor. Lo peor eran los gritos de las enfermeras, porque aquello no era una cárcel: era el Hospital de Alienadas, de locas. Yo tenía 24 años y estaba enamorada cuando entré, en junio del ’39. No era culpable”.

En la misma nota periodística contó: “Papá me dejó una finca en Caucete, San Juan. Vine hace trece años y empecé a trabajar la tierra. Arar, sembrar, podar… Un vecino me sacó de las viñas con la tijera de podar en las manos, heladas. Dijo que iba a morirme. Pero esta mujer no se murió”.

La Mariposa y la Pantera eran otros apodos que tenía Galiffi.

“Es cierto, no abro ninguna carta. Tampoco escribo a nadie. Ya no soy la misma. Y si no soy la misma no conozco a nadie y nadie me conoce”, dijo en otra nota publicada.

Como también esta sentencia: “El lujo es una escuela de placer, de poderío y de piedad, como la miseria es el germen del dolor, del rencor y de la impotencia”.

En San Juan vivió con su hija Karina, sin que se la volviera a vincular con ese mundo del que fue líder en Rosario. Tuvo un local de zapatos exclusivos en Av. Rioja, entre Laprida y Rivadavia, que se llamaba Creaciones Karina.

En enero de 2016, Tiempo de San Juan publicó una entrevista realizada a Guillermo Verón, casado con la hija de Galiffi; quien estaba preso en el Penal de Chimbas por estafa.

Guillermo Verón, 2016, foto Tiempo de San Juan.

“Lo que recuerdo de ella es que era una persona con mucha alegría, me recibió como el hijo varón que nunca tuvo. Nunca me negó su pasado, siempre me contó sin tapujos todo, desde el robo al Banco Nación de Tucumán por el que estuvo presa, hasta las mentiras que se decían de ella”, dijo entonces Verón.

En esa época, el hombre esperaba cumplir su sentencia para reunirse con su familia en Mar del Plata.

“Cualquiera puede obtener el paraíso, sólo tiene que estar dispuesto a pagar el precio”, Ágata Galiffi.

Ágata murió producto de un virus intrahospitalario mientras estaba internada en el exsanatorio Almirante Brown.

Muchos aún la recuerdan como una mujer fuera de serie: “los pistoleros le temían y respetaban; era una mujer excepcional”.

“Sí, ya sé por qué me mira: son cicatrices. En septiembre del ´67 volvía de Rosario en coche, a no más de noventa. Ese día tenía que darle su primera comida a mi hija. Un caldo. Choqué contra una pick-up.

Mis piernas estaban llenas de sangre. El volante, partido en dos a la altura de mi garganta. Resbalé en el forro de raso de mi tapado, y eso me salvó de morir decapitada.

Y no quise que me llevaran a un hospital. Grité: ‘¡No, al hospital no! ¡A mi casa, que tengo que darle la comida a mi hija!”, relató Galiffi.

Foto, San Juan Antiguo.

Fue sepultada en el cementerio de Capital, allí su placa de bronce dice:

Ágata Cruz Galiffi – Tú qué has sido del jardín la rosa, tú qué has sido en nuestras vidas el sol, así con tu ternura y tu gracia bendita, te llevaremos siempre dentro del corazón. Tu esposo e hija, 1987, lunes 6 de julio.

(Fuentes: Tiempo de San Juan, Rosario Plus, Facebook, La Gaceta, Infobae)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

2 × dos =