Uno se imagina la escena. Una nena de 5 o 6 años entra en una librería y pide un libro que necesitaba para la escuela pero que sus padres no le podían comprar. Allí está parada y sola, sin mayores que la acompañaran… eso debió llamar la atención del vendedor. El hombre le trajo el libro pedido y la niña Alfonsina le pidió otro, entonces cuando el empleado fue a buscarlo ella tomó el libro y salió corriendo.
La anécdota la contó al Nuevo Diario el hijo de Alfonsina Storni, Alejandro, en una visita a San Juan. Su madre marcó un antes y un después en la poesía latinoamericana junto a la chilena Gabriela Mistral y a la uruguaya Juana de Ibarbourou. La historia del libro robado pasó en San Juan.
“Mi madre aprendió a leer con un libro robado aquí, en San Juan. Sus padres no podían darle el dinero para comprar el libro “El Nene” y ella no quería que se enteraran en la escuela. Entonces fue a una librería y se lo pidió al vendedor y luego le solicitó que le buscara otro título que no existía. Cuando este buen hombre se fue a la trastienda, Alfonsina Salió corriendo con “su” ejemplar del libro de lectura. El librero fue a reclamarle a la escuela y ella, muy suelta, le aseguró que había dejado el dinero sobre el mostrador y que seguro se lo habrían llevado unos chicos que entraron después que ella”, contó Alejandro en una entrevista realizada en abril de 1997.
Este 29 de mayo se cumplen 127 años del nacimiento de Alfonsina en Suiza, casi por casualidad ya que sus padres vivían en San Juan pero viajaron por problemas familiares.
Las biografías de Storni señalan que sus padres suecos eran dueños de una cervecería en la ciudad de San Juan, pero regresaron a Suiza por cuestiones familiares en 1891 y un año después nació Alfonsina en ese país. La familia volvió en 1896 a la Argentina, Alfonsina tenía 4 años.
En San Juan, fue a la escuela y desarrolló la primera parte de su niñez. A principios del siglo XX la familia se mudó a la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe), donde su madre fundó una escuela domiciliaria y su padre instaló un café cerca de la estación de ferrocarril Rosario Central. Alfonsina trabajó como mesera en el negocio familiar pero eso estaba muy lejos de sus sueños, por eso se independizó y consiguió empleo como actriz trabajo por el cual pudo recorrer varias provincias en una gira teatral.
Pero ¿qué recordaba Alfonsina de su infancia en la provincia? “Ella recordaba a San Juan como un paraíso, porque le gustaba mucho la naturaleza y contaba que aquí se metía en los canales”, dijo Alejandro. De ese amor por la naturaleza sanjuanina quedaron varios poemas como:
El canal
En la dulce fragancia
De la dulce San Juan,
Recuerdos de mi infancia
Enredados están.
Mi casa hacia los fondos
Tendía su vergel;
Allí canales hondos
Entre abejas y miel.
De enrojecidas ondas
Y pequeño caudal
Era el mío, entre frondas,
Predilecto canal.
Vagas melancolías
Llevábanme a buscar
En los oscuros días
Aquel dulce lugar.
Barquitos trabajaba
En nevado papel
Y en el agua soltaba
Tan menudo bajel.
Y navegaban hasta
Que un recodo fugaz
Se interponía: ¡basta!
No los veía más.
Y al perder mi barquito
Solíanme embargar
Ideas de infinito
Y rompía a llorar.
Niña: ya presentías
Lo que ocurrir debió:
Todo, por otras vías,
Se ha ido y no volvió.
Su prosa también fue feminista y, según la crítica, posee una originalidad que cambió el sentido de las letras de Latinoamérica.
Fue maestra y directora de escuela, siempre escribiendo poesía y prosa, 13 en total.
Le diagnosticaron cáncer de mama y terminó suicidándose en Mar del Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. Alfonsina consideraba que el suicidio era una elección concedida por el libre albedrío y así lo había expresado en un poema dedicado a su amigo y amante, el también escritor suicida Horacio Quiroga.