Es posible que las generaciones jóvenes ni siquiera hayan escuchado hablar de Carlos Guido Escudero, pero los más grandes lo recuerdan, su nombre sigue girando entre los poetas actuales.
Carlos nació 1921, era hijo de un hermano de Leonidas Escudero (padre) por lo tanto, primo hermano de Jorge Leonidas Escudero, uno de los más grandes poetas de San Juan.
Según lo poco que se publicó sobre su vida, Carlos cursó estudios primarios y secundarios en Mendoza. Después se fue a Córdoba para estudiar medicina, pero abandonó. Publicó algunos escritos y poemas en diarios y revistas de Buenos Aires, San Luis y San Juan. Y a la edad de 24 años se quitó la vida en San Luis, el primer día de enero de 1945.
Carlos había dejado unos poemas para publicar su primer libro pero no llegó a hacerlo. 15 años después de su muerte, la Dirección de Cultura de la Provincia, bajo la atención personal del poeta Rufino Martínez, público 34 de sus poemas bajo el título “Poemas de Carlos Guido Escudero”.
Hasta entonces, Carlos era un poeta desconocido para sus coterráneos. Agotada esta edición, se realizó una segunda en el año 1990 por la Editorial Filofalsía (Bs. As.).
Nemer Barud (otro gran escritor sanjuanino) dijo que Carlos Guido Escudero “vivió la angustia de su tiempo, la del hombre preso en los límites, engranaje, músculos y huesos”.
La profesora Berta Varas de Klement dijo que en la poesía de Carlos “la actitud es constante, una ausencia de fe satura su poesía. No vive la vida, la padece. Sensible en extremo al naufragio, vuelto a la destrucción permanente, viendo el presagio de la muerte en cada cosa”.
Y agregaba que si la preferencia por ciertas palabras permiten sacar conclusiones acerca de la personalidad del autor, en Carlos Guido Escudero no es difícil tarea: muerte, soledad, nostalgia, cementerio, desilusión, angustia, silencio, tristeza, son los temas que dejan entrever el tormento y la amargura de su interioridad anímica. “El dolor no es atmósfera en su poesía, es la poesía misma”.
ELEGIA DEL HOMBRE ACTUAL
Absorto, entre poleas, está el hombre actual.
Tiene en los puños caídos una calandria muerta
y un lirio seco.
Con severidad de número camina y se mueve.
Parece eléctrico.
Al verlo, medito en el canto de Whitman
y en el alucinado Zarathustra.
Yo, que aún creo en la primavera y en el invierno.
Yo, que aún me paro a escuchar las calandrias,
y me asombro ante un pétalo.
(He aquí tu razón, oh, soledad.
He aquí por qué estoy llorando bajo un álamo seco,
como en el umbral del dolor
mientras cae la lluvia, lento).
Entre engranajes pasa el hombre actual,
como señor y esclavo de ellos.
Y pasa la mujer, gestando para la máquina
el trágico combustible de músculos y huesos.
(Corazón, no preguntes de aquella
que apoyó su cabeza en mi hombro
y lloró con mi verso.
Tal vez nos recuerda.
Tal vez haya muerto…)
Mañana, entre engranajes desdentados
y hierros retorcidos y grasientos,
vendrá un muchacho a traernos un mensaje
de calandrias al alba y de lirios abiertos.
Vendrá, debe venir
a suplir a este hombre muerto.
A encender el fuego definitivo
entre los engranajes, los músculos y los huesos,
y a explicarnos su doctrina
con lengua de calandrias y de lirios abiertos…
POEMA MIENTRAS ME MUERO
Arbol que se deshoja sin otoño.
Pájaro que se muere sin invierno.
Azul sin golondrinas ni palomas,
deshabitado cielo.
Risa sin labios más allá de todo.
Grito para gritar cuando no puedo.
Voz de ilusión quebrada en un volcánico
silencio.
Tus ojos ya sin órbitas, volando.
Caricia de tus manos ya sin dedos.
Tu voz desencajada en los rincones
del viento.
Desintegrada realidad azul
más allá de la página del sueño…
Detrás del alba de la primavera,
mi muerte azul, que viene amaneciendo.