Baguala

La Baguala y sus vinos de altura 100 % calingastinos

El verde brillante de los viñedos en diciembre contrasta con el ocre de la ladera de la precordillera calingastina. Más acá, a pocos metros de la bodega, las flores rosadas de ajo regalan un cuadro poético.

La Baguala es una de las bodegas más jóvenes de Calingasta, ubicada sobre ruta 149 en un predio con mucha historia: en esa zona hay restos de la primera bodega registrada en el departamento, propiedad de Oscar Montigel.

Esto es algo que le gusta destacar a Leandro Ruiz, ingeniero agrónomo, elaborador del vino y propietario de la bodega. Sabe que esta historia es un plus de calidad.

“Hace varios años en esta finca, que compró mi padre con un socio, se criaban animales, y en el lugar existió la primera bodega registrada de Calingasta, de Oscar Montigel quien llegó a Calingasta como geólogo a la mina Del Carmen, suponemos que la bodega era de la década de 1940”, dijo Ruiz.

Segundo Cornejo, ya jubilado y quien era el encargado de la finca, recordó que cuando tenía unos 10 años lo mandaban a comprar vino a esa bodega. “Tenían motores que funcionaban con combustible y eran los únicos con luz y energía acá”, recordó.

Leandro empezó a plantar tres hectáreas de viñas en 2010-2011 en La Baguala, con clones de los varietales Malbec, Torrontés y Criolla, aunque aclara que los vinos de Criolla los elabora con uvas de una finca de Hilario, de Alfredo Muñoz, que él trabaja.

En el 2012 comenzó a producir vino pero el INV no lo habilitó porque no tenía piso, ni luz. “Un día me corté el dedo del pie con unas latas y dije: tenía razón el INV”.

Construyó un galpón con todos los requisitos, después compró una vasija de acero inoxidable y lo habilitaron.

La Baguala y su producción

En la Baguala se muelen unos 20.000 kilos de uvas blancas y tintas con las que se elaboran unos 10.000 litros de vino, incluso un espumante natural con método ancestral y un blanco en ánfora. Como regla general son vinos sin filtrar, con sus borras.

El manejo de los viñedos es agroecológico, sin uso de herbicidas y regado con agua de deshielo de la cordillera de Los Andes.

“Tratamos de cuidar mucho las características que nos da el viñedo y la uva, y que eso permita tomar un vino y poder decir ‘esto seguro es de Calingasta’.

Por suerte todos los elaboradores de este valle tratamos de lograr eso y los vinos que salen de Calingasta los vas a notar, porque cuando filtras o pones agregados al vino lo estandarizas, quedan ricos, aceptables, prolijos, pero igual al resto.

Por eso nosotros no buscamos eso y nos diferenciamos”, explicó Leo.

Así logran vinos frescos, rápidos, fáciles de tomar, “para que se tome mucho”, bromea el ingeniero. Las marcas de Ruiz son: La Cuesta, Hunuc, Cuesta de Barreales (alta gama), y Pueblerino.

Estos vinos se venden en Buenos Aires y han conquistado los paladares más exigentes; también se encuentran en algunas vinotecas de San Juan.

“El sanjuanino está empezando a tomar más vino y en general está aprendiendo a tomar en distintos momentos, por ejemplo cuando sale de trabajar y sin necesidad de cenar puede tomarse una copa de vino y disfrutarlo.

También se está animando a tomar cosas nuevas, distintas”, aseguró Ruiz.

Resurgir de la Criolla

Aunque denostada en el Valle del Tulum, la uva Criolla adquiere nuevas dimensiones en Calingasta.

“La identificación de la Criolla es un trabajo que se realiza desde INTA junto a proyectos privados como el de Bugallo, Tornello y otros que tratamos de identificar Criollas para darles valor como patrimonio de Calingasta”, señaló.

Son las pequeñas bodegas las que se animaron “y logaron cosas muy ricas como Cara Sur (el vino de Francisco Bugallo). Pancho abrió ese camino y descubrió la calidad de la Criolla cuyas características son muy diferentes en este valle”.

La variedad Criolla aparece en Calingasta desde el primer censo agrícola de la provincia realizado en 1931-1932, donde este departamento sumaba 62 hectáreas de viñas de un total de 7.470 hectáreas con cultivos que incluía cereales, forrajeras, frutales y horticultura.

Esas 62 hectáreas de viñedos de la década del ’30 pertenecían a 56 productores en Calingasta, 7 en Barreal y 42 en Tamberías, es decir que eran pequeños productores.

Además de la Criolla también fueron registradas en ese censo las variedades Semillón, Moscatel y Cereza. “Hay parrales centenarios en Hilario, plantas de más de 90 años que producen muy bien”, acotó Ruiz.

El Manual de San Juan, editado en 1963, reseña que en el año 1962 Calingasta tenía una bodega que producía 1 millón de litros de vino, y había otras 3 bodegas más pequeñas.

La bodega grande era la que estaba en la zona de La Baguala donde se encontraron grandes piletones, pero la actividad decayó y a la gran bodega se la tragó el tiempo.

Esa pérdida tiene mucho que ver con la viticultura nacional y desde acá dejó de ser rentable enviar a otros centros de consumo porque acá no se produce cantidad sino calidad”, explicó Ruiz.

Como Ingeniero Agrónomo con una amplia formación enológica en Mendoza, Ruiz destacó la importancia de elaborar vinos que puedan captar la esencia de esa tierra.

“Ponemos amor y cuidado ambiental del suelo, el agua, y todo tiene un hilo conductor que somos nosotros, es el pueblo, es lo que define el terroir, el lugar. Eso es mágico en Calingasta y todo el proceso está acompañado de historia vitícola”, expresó.

Nombre con peso propio

La Baguala fue el nombre que le puso el papá de Leo, Alberto Ruiz Fagale (quien hasta 2015 fue Juez de Paz Letrado del departamento Calingasta), junto a su eterno socio don Cornejo, a quien Leo le dice “el abuelo”.

“Me encanta el nombre porque simboliza mucho para nosotros, es un vocablo criollo que significa salvaje y va con la personalidad de los viñedos que son así, la finca es así eran rayas por acá y por allá, poteros triangulares, no entendíamos nada. Y tiene esa mística”, aseguró el ingeniero.

Para Ruiz las provincias dejarán de tener peso en la vitivinicultura que se viene y el foco estará en las regiones y sus Denominaciones de Origen.

“Cuyo es Mendoza y San Juan y comparten una historia vitivinícola. Hoy hay elaboradores muy interesantes en San Juan, gente joven que hace cosas muy ricas y hay un mercado importante, eso es bueno”, dijo Ruiz.

Luego agregó que por el momento no tiene planes de expansión en hectáreas o en litros de vino pero sí lograr una buena infraestructura de bodega boutique para el turismo.

“Queremos darle sentido turístico y que sea parte de la comunidad”.