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La leyenda del lobizón y sus “apariciones” en San Juan

En las noches de luna llena los perros empiezan a ladrar de miedo, sus aullidos erizan la piel y anuncian la presencia de una entidad que no es humana ni animal: el lobizón, un hombre que se transforma en lobo. Esta es la leyenda del lobizón.

Según la leyenda nacida en el norte del país, Luisón era el séptimo hijo de Tau y keraná (de la mitología guaraní), que cargó con una maldición que pesaba sobre sus padres. “Es el monstruo más temido y aborrecido de los engendros malditos”, señalan los libros.

La leyenda estaba tan extendida y considerada como “cierta”, que muchas familias sacrificaban su séptimo hijo para liberarlo de esa maldición. Por esta razón, para proteger a los hijos número 7 de un matrimonio, nació en el país la norma que protegía ese niño convirtiéndolo en ahijado del presidente.

Luisón era el séptimo hijo de Tau y keraná (de la mitología guaraní), que cargó con una maldición que pesaba sobre sus padres.

En 1907 se hizo el primer bautismo oficial con el Presidente de la Nación como padrino. Y el 12 de marzo de 1973, el presidente Juan Domingo Perón dio formato legal a esta costumbre a través del decreto número 848, conocido como ley de padrinazgo presidencial, según el cual el ahijado tenía acceso a becas totales para estudios primarios y secundarios.

Pero esta norma no impidió que la gente siguiera mirado de reojo al séptimo hijo varón, que se convertiría en lobizón, y a la séptima hija mujer que indefectiblemente sería bruja.

Origen de la leyenda del lobizón

El escritor chaqueño José Ramón Farías, dejó su versión del Lobizón en el libro “Mitos y leyendas Argentinas”. Allí aseguró que la creencia de la transformación del hombre en un animal es antiquísima. “Herodoto registra historias recogidas en sus viajes sobre un pueblo que en determinada época del año sus pobladores se transformaban en lobos”.

Reseñó que cuando Sebastián Gaboto (explorador en el Río de la Plata) conoció a los aborígenes guaraníes, en las cercanías de la actual Itatí, ya existía la idea de hombres que se convertían en tigre.

Los jesuitas, señala el chaqueño, disfrazaron muchas creencias nativas con ropaje religioso para facilitar la transferencia de la nueva doctrina. De esta manera, algunos valores o reglas sociales eran transmitidos como tabúes relatando historias fantásticas. Si nacían siete hijos varones seguidos, el último sería maldito transformándose en lobo o perro, los días viernes a la medianoche. Y si se trataba de la séptima hija mujer, ésta sería bruja.

De esta manera, Dios castigaba a los infieles y a los que no cumplían con sus mandatos a sufrir horrendos castigos.

“Dicen nuestros paisanos que el hombre lobo se lo puede reconocer los días sábados porque sufre fuertes dolores de estómago y su olor es insoportable, ya que el viernes a la noche vagó por los basurales, se revolcó en las osamentas, comió carne podrida, engulló algún niño sin bautizar y atacó a cuanto caminante encontró”.

También dicen que lo vieron largando fuego por los ojos y la boca. En Chaco dicen que es un perro negro grande, sin cabeza, o si la tiene luce una oreja corta y una larga hasta el piso. Que arrastra cadenas y produce tanto terror su presencia que los perros gimen y se esconden al solo olfatearlo.

La única manera de eliminarlo es utilizar una bala bendecida o una bala con la marca de una cruz en la punta.

La leyenda del lobizón es de las más difundidas en el mundo y tiene versiones en todos los países.  Algunos creen que es también una de las supersticiones más antiguas.

Hay casos mencionados en España, en el siglo XVI, o el de Manuel Blanco Romasanta, siglo XIX, en cuya vida se basan las películas El bosque del lobo, y Romasanta, La caza de la bestia (2004).

Fuente de inspiración del director argentino Leonardo Fabio, en 1975 se filmó la película “Nazareno Cruz y el lobo”, que narraba las penas y alegrías de un joven signado por el diablo ya que era el séptimo hijo varón.

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El hombre lobo en San Juan

También en San Juan la leyenda del Lobizón quiso hacerse carne. En 1991, el Albardón, apareció un personaje al que los lugareños llamaron “el lobizón” y al que se le atribuía una matanza de animales en el departamento.

Por entonces, el Nuevo Diario publicó la historia de un hombre de apellido Marinero, que sería el responsable de las muertes de animales. “…conejos que aparecieron sin vida y ordenados uno al lado de otro al pie de las conejeras destruidas, y otros casos no denunciados de cabras y perros muertos. La psicosis que se creó era grande y comenzaron a asustar a los chicos con el Lobizón si no se portan bien y a las chicas jóvenes no las dejaban salir de noche”.

En las zonas rurales de la provincia abundan las antiguas historias de hombres de pueden convertirse en animales. En Jáchal, en la década del ’60, algunos parroquianos aseguraban que había un hombre joven que podía transformarse en un perro enorme. ¿Conocés alguna historia?