Mercedes Macho: casi leyenda, casi olvidada

“Parecés la Mercedes Macho”, o “¿sos la marimacho?”, solían decir las abuelas a las niñas cuando tenían algún comportamiento masculino.

Eran otros tiempos, pero hasta la década del ’70 (al menos en varias familias sanjuaninas) era bastante común recurrir a este personaje histórico de San Juan para calificar a mujeres y niñas de actitudes varoniles.

Es que en esa época, las abuelas todavía tenían fresco el recuerdo de Mercedes Macho, cuyo verdadero nombre era Mercedes Ríos, quien nació y murió en San Juan, destacada cantonista y famosa por salirse del molde que la sociedad imponía para las mujeres.

Rufino Martínez, poeta, escritor y primer director de la Dirección Provincial de Cultura de la Provincia, fue quien dejó un excelente retrato de Mercedes y quien, además, se animó a defender su forma de ser ante la pacata sociedad sanjuanina.

“Ese era el ámbito y ese el tiempo que Mercedes Ríos hacía su vida y cumplía su destino. La práctica del coraje y el uso de la independencia eran atributos naturales en esa extraña pionera mujer.

Cuando las mujeres (la mayoría) eran amas de casa y criadoras de hijos, cuando no objeto de la prepotencia del macho, ella era una mujer libre y ejemplar en muchos aspectos. Ello le valió el escarnio del apodo que, creo llevaba con orgullo: ¡Mercedes Macho!”, escribió Martínez en su libro “La gran aldea, memorias del corazón”.

Mercedes macho, estampa

Contó Martínez que conoció a Mercedes un día de invierno de 1932. Como el gran poeta que era, describió esa mañana fría y luminosa en la que el sol, “débil, entibiada la vidriera del lado norte” de la Confitería La Chiquita, en calle Mitre y Mendoza.

Entonces, Martínez pudo ver que en la vereda de enfrente, donde estaba la Ferretería Zunino, paró un automóvil Ford T que había sido adaptado para transportar mercaderías y no tenía parabrisas.

“Descendió del vehículo una mujer extraña, llamativa, que cruzó la calle, entró en la confitería, se sentó en la mesita que daba al sol y pidió café con leche, masas y una copa de anisado.

Era de regular estatura, cerca de un metro setenta. Fornida, de carnes prietas y musculosas; la tez era trigueña y tirando a criollo, el pelo marrón y en melena corta.

Vestía una pollera a media pierna, de color gris con rayas negras; camisa tipo grafa, pañuelo al cuello. Llevaba un saco de hombre color marrón con rayas más oscuras y de la solapa colgaba una cadena de oro, un reloj Longines que caía en el bolsillo del pañuelo.

Doblado hacia abajo, la punta de un pañuelito bordado lucía aprisionada por la prensilla que sostenía un lápiz. Llevaba medias de las sujetas por ligas a la altura de la rodilla y calzaba zapatos de hombre.

Llevaba, después supe, permanentemente, un rebenque o fusta gruesa que pendía de una correa que colgaba del antebrazo derecho. Un chambergo marrón coronaba el espectáculo”.

Luego Martínez fue sumando lo que pudo ver y escuchar de esa magnífica figura.

“Parca en palabras, su voz era gruesa y pausada. Se adivinaba acostumbrada al mando y a ser obedecida. Al verla, la primera impresión era de estupor que luego era simpática.

Tomó el café con leche y masitas pausadamente, luego saboreó con deleite la copita de anís. Llamó, pagó y saludando al dueño de la confitería, de quien era amiga, tomó la calle, le dio manija al forcito, arrancó y enderezó para la feria donde iba a hacer las compras para su negocio”.

Infancia y profesión

Rodolfo Ferrer también mencionó a Mercedes macho en su tesis sobre “Canonizaciones Populares” (2009). Allí relató que se cree nació en 1890 en Villa del Carril, aunque otras versiones señalan que era oriunda de Concepción.

“Se crió entre balitas, trompos y pelotas, todos juegos típicos de los varones. Estar entre varones la llevó a adoptar sus modales, vocabulario, posturas, y también su forma de vestir.

Su profesión de matarife acentuaba su aspecto varonil. Fue la primera mujer carnicera en la región. En calle Mitre entre Salta y Santiago del Estero tenía la carnicería”.

Carlos Víctor Bogni, en su libro “Animitas de San Juan”, escribió: “En el viejo matadero, en la recordada Cueva del Chancho, eran y serán recordadas sus famosísimas anécdotas y proezas. En más de una ocasión tuvo entrevero a cuchillo limpio y también a trompadas con algún entonado grosero”.

Mientras que Edmundo Delgado, en su libro “Devociones y relatos míticos de San Juan” (2017) relató que “esta legendaria joven, que alcanzó perfiles míticos, había nacido según se cree en 1890 en Villa del Carril.

Se dice que desde muy pequeña comenzó a comportarse como hombre en cuanto a los modales e indumentaria se refiere. Su primer trabajo estuvo relacionado con la venta de carne, por lo cual estableció un precario mercado”.

Daniel “Chango” Illanes le contó a Delgado detalles de Mercedes según el relato de su padre que fue chofer de Federico Cantoni, donde se vislumbra que comenzaba a mezclarse la historia con el mito.

“Mercedes macho siempre vestía como hombre, y haciendo alarde de su masculinidad los imitaba orinando erguida a la par de ellos”.

Quebrada de Zonda y la incipiente obra del parque.

Mercedes y la política

Rufino Martínez relató que Mercedes actuaba en la política y militaba en el “flamante Bloquismo de los ‘tres machos Cantoni’. Eso marcaba una definición y un estilo de vida (ese estilo se asumiría, años después, masivamente) en toda la república”.

En la época en que se inició la construcción de la Ruta 12 a Calingasta, 1927, los hermanos Cantoni le dieron el manejo de una proveeduría en el parque de Zonda que estaba también en construcción, hoy Parque Cantoni.

“Un día de franco me fui para verla. Ahí estaba, tal como la viera en la confitería, vestida de autoridad y leyenda. Una peoncita la ayudaba en las menudencias: azúcar, yerba, tabaco, fósforos, sardinas, alpargatas, algún pañuelo.

Ella despostaba una media res y a fe, que manejaban el cuchillo con una destreza digna de mejor tarea y mejor causa. ¡El cuchillo, símbolo de autoridad y mando, estaba en buenas manos!”.

En su magnífica prosa, Martínez describió como era entonces el parque de Zonda cuando estaba en sus inicios “y todavía tenía el natural encanto de su primitivismo”.

“La quebrada era surcada por un curso de agua (el estero) que, sorteando obstáculos formaba innumerables meandros y naturales ollas ideales para el baño y el descanso de numeroso público que allí acudía.

Los caminos y túneles del alto estaban en plena ejecución. En el curso de agua, una frondosa arboleda, en la que predominaban los sauces daba ornamento al paisaje y frescor y sombra a la gente, especialmente familias, que acudían a ese paseo a pasar el día”.

Y continuaba su relato:

“¡Ese era el ámbito y ese el tiempo de Mercedes Macho! Atender y conformar a trescientos clientes entre polacos, checos, italianos, chilenos y criollos no es ‘moco de pavo’.

Ella sabía su trabajo y lo hacía bastante bien aunque a veces dejara de lado la urbanidad y ‘el cliente siempre tiene razón’, para inclinarse por razonamientos más contundentes, como pueden ser el coraje y el rebencazo”.

¡Si dan ganas de ver a ese personaje en acción!

“La silueta se recortaba nítida contra el crepúsculo de la oración. Era como dueña el paisaje y de la gente. El chambergo, tirado para la nuca, resaltaba el perfil acriollado y arrogante.

Había afirmado una pierna sobre un esqueleto de botellas vacías. La fusta, jugueteando en las pantorrillas era el símbolo de una época y de una estirpe que pasaría irremediablemente. Hoy estamos más civilizados… ¡el para qué, me lo sigo preguntando!”.

Oratorio de Mercedes en el lugar del accidente. Foto: Rodolfo Ferrer.

La muerte

Dijo Martínez que Mercedes Ríos murió por los años cuarenta en un accidente automovilístico cerca de Cañada Honda, departamento Sarmiento. “Esta vez se equivocó la muerte. Mercedes Macho era mucho más que una nota policial. ¡Merecía la muerte en un acto heroico!”.

Delgado, por su parte, mencionó que después de la revolución de 1934 que depuso al Bloquismo, Mercedes murió trágicamente en un accidente automovilístico sobre las actuales calles San Luis y ruta 40, “este infausto final entristeció profundamente a quienes la conocieron”.

“Y como suele suceder en esta circunstancia, la gente del lugar le erigió un pequeño y sencillo oratorio de adobe que generó un culto. El punto es conocido por los lugareños como la esquina de Mercedes macho”.

Los días lunes y durante Semana Santa los pobladores de la zona asistente piadosamente al sitio consagrándole oraciones y prendiéndole velas.