Santos Guayama: ¿forajido o líder popular?

“Si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia”, dice Lito Nebbia en su canción “Quien quiera oír que oiga”; y aplica a la perfección para la historia de Santos Guayama ya que según quien la escriba produce admiración o rechazo.

Los primeros historiadores de San Juan relatan la vida de Guayama como la de un forajido del que había que deshacerse; mientras que para los revisionistas era un gaucho de habilidades extraordinarias que luchaba por federalizar el país.

Para las comunidades huarpes, Guayama fue y será siempre un líder venerado.

El primer historiador de San Juan, Nicanor Larraín, le dedicó varios párrafos a Guayama en su libro “El país de Cuyo” (1902).

“Después de estos movimientos armados hasta 1872, fecha a que alcanza nuestro estudio, hubieron ligeras movilizaciones de fuerzas para combatir a Guayama, caudillo lagunero y célebre por sus repetidas invasiones a San Juan, La Rioja y San Luis, y por su audacia que lo coloca en la primera categoría de las gentes de su clase”, decía Larraín, dejando claro que esa clase no era su clase.

Luego narró la última “depredación”, en 1872, a la que podía hacer mención teniendo en cuenta que su investigación llegaba hasta ese año.

Guayama y su gente se apostaron en Uspallata, Mendoza, donde pedía dinero a los viajeros para poder pasar.

“Este gaucho ha sido objeto de muchas persecuciones siendo la más curiosa de todas la del gobernador Arístides Villanueva de Mendoza, que creyó tomarlo en Santa Clara donde por orden suya fue pasado por las armas, pero resultó que había una equivocación”.

Los mendocinos mataron a dos hombres a los que habían confundido, por su aspecto, con Guayama.

“Villanueva ordenó repiques, hizo quemar cohetes, despachó partes telegráficos y oficios a la autoridad nacional por la captura y muerte de Guayama, siendo años después fusilado el verdadero Guayama en el cuartel de San Clemente en San Juan, so pretexto de encabezar un alzamiento o motín militar que nunca existió”.

Guayama en la historia de Videla

Horacio Videla es quizás el más prolífico de los historiadores sanjuaninos y en su “Historia de San Juan” (edición 1989) aseguró que Guayama era un problema policial y político.

“Nacido en la región lagunera de Guanacache, provincia de San Juan, allá por el año 1836, Santos Guayama fue autor de correrías en los llanos de La Rioja, travesías de San Luis y norte de Mendoza”, decía Videla.

Señaló que en la provincia se lo recuerda como elemento de la montonera del General Peñaloza y una vez desecha esa formación irregular, “como vulgar asaltante de caminos con anterioridad a 1862”.

Guayama como cabecilla, junto a Ontiveros, Llanos, Puebla y Elizondo, realizaron “verdaderos actos de pillaje obrando por cuenta propia (…) mantuvo en Jaque al gobernador José María del Carril e invadió Caucete con 200 o 300 secuaces la noche del 17 de abril de 1870 y se le atribuyó, sin elementos de juicio, participación en la instigación del asesinato de Valentín Videla por manos anónimas en 1872”.

En Sierra del Gigante, San Luis, atacó y desvalijó al exgobernador Camilo Rojo. Asaltó en los campos del Durazno al inspector general de Policía, Benjamín Bates, que regresaba de Mendoza.

Según Videla, en el legajo de servicio de Santos Guayama todo es “dubitativo”. “En algunos prontuarios policiales de malas épocas hay constancias escritas con ensañamiento y se advierte  hojas enteras borradas o arrancadas de cuajo; repetidas entradas a la comisaría por simples denuncias, nunca una absolución o una condena”.

Videla la atribuye a Guayama madre huarpe y tres posibles padres, con estampas que van desde ojos azules a negros.

“Otros memoriosos grabaron en su retina una robusta figura con ojos negros de penetrante mirar y barba del mismo color dotado de extraordinario magnetismo sobre hombres y mujeres.

Hijo acaso de Gregorio Guayama, blanco mestizo, denunciante del campo fiscal Cruz de Jume, cercano a las Lagunas. Según otras mentas, sería hijo o hijastro de un criollo Díaz que más tarde casó con su madre sin que conste en partida de matrimonio o de bautismo alguna la legitimación de Santos”.

Vida

Según el mismo historiador, Guayama estaba casado con Agapita González, mujer de origen indio con quien tuvo dos hijos varones. “Uno que vio la luz en las Lagunas sin abandonar nunca el paraje, y otro, Juan Crisanto, fallecido ya octogenario el 7 de agosto de 1939 en el hospital provincial de Mendoza”.

“Ya montonero, ya vulgar malhechor, Santos Guayama significó para San Juan por espacio de casi dos décadas, bajo varias administraciones públicas, un inquietante problema policial y político”, dijo Videla y a continuación cita a otro historiador.

‘Capitán de una banda de bandidos, tan pronto se presentaba en una ciudad y después de escarmentar a la policía con algunos degüellos pasaba a saco las casas de comercio, como surgía en la soledad de la campaña, cual una banda de fantasmas echándose sobre la caravana y pasando a cuchillo a los hombres para apoderarse del botín’, según el aporte de Juan Rómulo Fernández.

Videla menciona la relación de Guayama con el santo Brochero, en sus propias dimensiones.

“En por la sierra cordobesa, Guayama se topó un día cara a cara con el cura Brochero, a la voz de ‘Alto’ éste le suplicó mostrándole a sus ojos torvos el crucifijo. ‘Tírale a éste si te atreves’, contestó al bandido.

‘Yo sólo creo en lo que veo’, dijo Guayama, y el cura a su vez: ‘Este te puede salvar’.

Se hicieron amigos, enfermo ya Brochero, alejado de la gente y afónico por el terrible mal que en la vejez le devoraba, Guayama lo visitaba con frecuencia tomando mate juntos en un acto increíble de caridad.

Muerte

Comenzaba a el rumor de los actos nobles del gaucho pendenciero que asaltaba y despojaba a los poderosos para dárselo a los pobres, cuando evadido cuatro o cinco veces y otras tantas dadas por muerto hasta en partes oficiales, resucitando otras tantas”.

Luego el historiador relató cómo fue tomado prisionero y fusilado en San Juan.

“Contando con el padrinazgo de algunos personajes influyentes que en sus andanzas lo apañaron y lo sacaban de apuro, Guayama llegó un día a la ciudad de San Juan y se dirigió al domicilio de Don Lisandro lloveras, era una mañana del mes de diciembre de 1878.

Cuando al doblar la esquina de calles Tucumán y Laprida fue reconocido a la distancia por el jefe de policía Don José Pedro Cortínez. Rodeada en el acto la manzana fue capturado por un piquete de 15 soldados al mando del capitán Mateo Cano, pese a las protestas del dueño de casa que invocando la ley exigía la orden de allanamiento”.

“Sometido a proceso Santos Guayama fue alejado alojado en el cuartel de San Clemente y antes de dos meses el reo promovió una sublevación de presos sofocada con gran alarma y alboroto, nutrido tiroteo y muertos. Fue fusilado sin formalidad de juicio el 4 de Febrero de 1879 murió ‘ esta vez de veras’.

Se rumoreó que el padre Brochero hizo hasta último momento por salvarle.

La casualidad nos permitió conocer a un Guayama de mirada acerada y sugerente voz grave, porte recatado y circunspecto. Sentados en rueda junto a las brasas del fogón, después de la jornada de pago, escuchamos a ese buen hombrecito referir a los contertulios con voz queda y en vena de confidencias, cómo Santos Guayama despojaba a los que las cosas sobraban para ayudar a los pobres, como protegía mujeres desvalidas, viudas y huérfanos, y una lumbre de admiración se encendía en la pupila de los peoncitos jóvenes como en el semblante de los viejos criollos”.

Revisionistas, la otra mirada

El revisionismo histórico argentino, surgido de la necesidad de volver a mirar los hechos del pasado desde otro ángulo, hizo sus aportes a la historia de Guayama.

En la página revisionistas.com.ar, relataron que José de los Santos Guayama nació alrededor de 1830 en Guanacache, provincia de San Juan. Su padre, Gregorio Guayama, se había asentado en la zona hacia 1826, ocasión en la que adquiere una finca llamada “Cruz de Jume” en el distrito Las Lagunas. 

Por la denominación de este lugar es que, con el correr del tiempo y la aparición del mito, José Santos Guayama recibirá el mote de ‘gaucho lagunero’.

“La zona donde Guayama transcurrió su niñez y juventud era precaria y olvidada, llena de carencias.  Resulta indudable, pues, que la formación de su carácter guarda sentida relación con las ínfimas condiciones del terruño natal”, señalaron. 

Pronto, este extraordinario jinete y astuto gaucho trabaría amistad con el caudillo federal Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza y, después de su terrible final en Olta, con Felipe Varela, con quien alcanzaría el grado de teniente coronel”.

Esta es la primera vez que se lo menciona a Guayama con rango militar, otorgado por los caudillos federalistas.

El momento histórico nacional es vital en esta historia, por eso los revisionistas señalan que después de la batalla de Pavón, en 1861, el unitarismo porteño bajo las órdenes de Bartolomé Mitre sugiere la absoluta destrucción de los focos federales del interior.

Encarga tan nefasta acción a oficiales tales como Sandes, Linares, Paunero, Irrazábal, el oriental Venancio Flores y otros.  El fusilamiento sin juicio previo o el paso a degüello serán las instancias predilectas que usarán para “civilizar” el país.

“Implacable transcurría la injusta Guerra de la Triple Alianza, la cruzada federal de Felipe Varela estaba en marcha, y José de los Santos Guayama, lugarteniente del Quijote de los Andes, ya es intensamente buscado por las autoridades de San Juan, Mendoza, La Rioja y San Luis, todas provincias bajo regímenes liberales”. 

Suena fuerte Guayama

Empiezan las andadas del gaucho lagunero: el 7 de agosto de 1868 ataca La Rioja capital, pero es rechazado, aunque en el segundo intento, el día 19 del mismo mes, logra hacerse con la ciudad y el aprovisionamiento de 200 fusiles. 

“La victoria le saldrá a su encuentro también en Chilecito, días más tarde.  El gobierno mitrista queda estupefacto ante los triunfos de Santos Guayama, por lo que da inicio al exterminio definitivo, por medio de una ‘guerra de policía’, de las montoneras federales del noroeste argentino”.

La consigna para el gobierno riojano aquel 20 de noviembre de 1868 fue terminante: “Ataque y destruya la montonera de Guayama”.

En abril de 1870 Guayama resurge en el pueblo de Caucete junto a 200 hombres.  Gobernaba la provincia de San Juan, José María del Carril, quien ordenó perseguir tenazmente a la montonera gaucha con las fuerzas de la Guardia Nacional a las órdenes del comandante Villa. 

La persecución duró un día entero, hasta que la Guardia Nacional sorprendió en una hondonada a los huidizos gauchos de Guayama que se encontraban acampando allí.  El ataque furtivo y sorpresivo los desbandó, haciéndoles perder prácticamente toda la caballada, señalaron los revisionistas.

Santos Guayama pudo escapar por la Quebrada de Guayaupa, acompañado de un asistente.  Quien lo secundaba en la montonera, Santos Abdón Fernández, quedó apresado en la acción e inmediatamente fue pasado por las armas.

Como Houdini

“Nadie logra dar con este gran exponente del federalismo criollo tardío.  El último dato obtenido era que andaba oculto con solamente cinco de sus montoneros. 

Las desapariciones de Santos Guayama motivaron que en más de una ocasión se detuviera a personas de similar aspecto para ser luego fusilados, todo por creer que al fin se había dado con él. 

En este sentido, el gobernador de Mendoza, Arístides Villanueva, creyó tomarlo prisionero en la localidad sanjuanina de Santa Clara.  Villanueva no solamente incurrió en una invasión jurisdiccional contra San Juan sino que, además, fusiló dos sujetos pensando que uno de ellos era Guayama y el otro alguno de sus colaboradores”.

Señalaron los revisionistas que cuando gobernaba el país Domingo Faustino Sarmiento,aparece Guayama en Caucete, en los primeros meses de 1874.

“Algunas crónicas indican que Guayama exaltaba por algunos ranchos sanjuaninos la candidatura de Carlos Tejedor para presidente de la República a partir de 1874.  Otros lo emparentaron haciendo favores en ‘actos comiciales bravos’, rozándose, según parece, con destacados elementos de la política cuyana”.

En 1877, la hacienda eran un negocio interesante y Santos Guayama era tildado de “cuatrero”.

El coronel de caballería don Agustín Gómez fue elegido gobernador de la provincia de San Juan a inicios de 1878.  Antes había sido Intendente General de Policía e Inspector General de Milicias, cargos desde los cuales intervino en cuanta misión de responsabilidad le cupo, entre ellas la de perseguir numerosas veces a la montonera federal de Santos Guayama. 

Sin embargo, Gómez pidió a Guayama ayuda con los votos de sus numerosos amigos, y el gaucho lagunero le respondió sin objeciones. 

“Pero esta apacible convivencia entre el lagunero y la gobernación sanjuanina duró muy poco.  Una de las primeras medidas tomadas por el coronel Gómez fue librar una lucha sin cuartel contra lo que llamó ‘el gauchaje salteador’.

Otra traición

Confiado de que poco y nada le sucedería luego de haber colaborado en el triunfo del coronel Gómez en las elecciones para gobernador, a partir de ese mismo año de 1878 Santos Guayama bajó sus recaudos, y fue entonces que una partida de 15 soldados, a cuyo frente se encontraba el capitán Mateo Cano, lo detiene una mañana de diciembre de 1878 en San Juan capital. 

Enseguida es trasladado al cuartel de San Clemente donde se le labró un sumario que, misteriosamente, desapareció con el tiempo, quizás debido a ciertas declaraciones muy comprometedoras en él consignadas, para personas de hondo arraigo en la sociedad de San Juan”.

Fue acusado de encabezar un motín dentro del cuartel donde se hallaba detenido, José Santos Guayama y dos supuestos cómplices fueron ultimados a balazos el martes 4 de febrero de 1879.

El periódico “La Unión” del 6 de febrero pone en tela de juicio el procedimiento llevado a cabo, al señalar lo que sigue: “Guayama y los dos soldados han muerto fusilados por orden del mayor de la Guardia Municipal, porque, se dice, que este cuerpo intentaba una sublevación. 

Si es así, nosotros negamos desde luego la facultad que se ha atribuido el mayor al mandar ejecutar a Guayama y los soldados; como se sabe, Guayama estaba sometido a la justicia ordinaria y todo hecho y tentativa por parte de aquél a libertarse, debía ser comunicado al juez que conocía en la causa, para que ordenara las medidas que el caso reclamara, para lo cual tiene facultad”.

Y agregaba: “Pero nunca se puede admitir que un jefe militar arranque de un juez natural los presos confinados a su custodia y proceder a ejecutar en él, sentencia de muerte. El mayor que ha ordenado la ejecución del martes no ha podido pasar sobre el artículo 18 de la Constitución Nacional, ni sobre el artículo 14 de la Provincial, sin cometer un acto violatorio y repugnante al Código Fundamental”.

Dicen en revisionistas.com que cinco años y dos días después de la muerte del gaucho lagunero, Sebastián Elizondo, antiguo compañero suyo de la montonera, será uno de los que venguen su trágico final al asesinar al por entonces senador y ex gobernador sanjuanino Agustín Gómez. 

Guayama y Brochero
Guayama y Brochero.

Sobre Guayama y Brochero

La misma página señala que Guayama fue contemporáneo y gran amigo el cura José Gabriel Brochero, quien en varias oportunidades recomendó al recio gaucho lagunero a reinsertarse a la vida pública, cuando las acechanzas hacían peligrar seriamente su existencia. 

En un célebre documento el cura Brochero enumera los mejores cuatro amigos que tuvo en su vida, incluyendo entre ellos a Santos Guayama.

Hace pocas semanas, Destino San Juan publicó un trabajo audiovisual realizado por devotos de Brochero en Buenos Aires, donde la mirada hacia Guayama es muy particular.

Descendientes de Guayama

En tres capítulos relataron los encuentros entre el montonero y el cura santo y como cierre del mismo, aparece la voz de Santos Vera Guayama, chozno de Santos Guayama, diciendo lo siguiente:

“Mi nombre es Santos Vera Guayama, soy chozno de Don José Santos Guayama, heredero de su nombre y sus ideales, ya de niño mi padre me supo hacer comprender sobre nuestros ancestros huarpes, el porqué de mi nombre y la historia de aquel abuelo antiguo.

Desde aquellos tiempos al día de hoy poco han cambiado ciertas cosas los buenos y los malos siguen ocupando sus puestos de lucha y todavía queda mucho por hacer para alcanzar el ideal.

La causa es la misma, aquellos que entienden esta tierra como su hogar y ven a sus compatriotas como hermanas y hermanos, y los otros que ven a esta tierra como un negocio, que no tienen hermanas y hermanos, y en su ambición sólo ven a los demás como socios o esclavos.

Entiendo que es en esta profunda claridad, en esta visión, donde se encuentran Brochero y Guayama, los dos del mismo lado. Guayama tiene escrita la historia de esta tierra en sus genes huarpes, conoce el amor y el dolor de este pueblo sufrido y usurpado y busca la justicia como un guerrero.

Brochero, desde su fe cristiana, una profunda sensibilidad y su aguda inteligencia, comprende perfectamente quién es quién en este juego y también lucha denodadamente buscando esa justicia desde la fe.

Fuente de inspiración

Por eso se reconocen en la amistad y en el sentir, cada cual en su singularidad y ese destino que cada uno afronta con su conciencia. Pero tienen un mismo objetivo: alcanzar un estado de justicia para su pueblo, para el humilde de corazón.

No puedo asegurar que Guayama se volviera católico ni que Brochero pretendiera proteger forajidos, pero sí que ambos reconocieron el Cristo que los dos portaban en sus corazones.

Mi nombre es Santos Vera Guayama y les hablo desde Piedra Blanca, San Luis. Gracias”.

Miguel Martos, en su poema “Los Gauchos de Guayama”, recuerda así al gaucho federal:

“Montonero de Guayama,

el del poncho calamaco

y la vincha colorada…

el del caballo de acero

y la montura chapeada;

el que lleva su hidalguía

en la punta de su daga

y el que tiene cien victorias

en su lanza de tacuara…

¿Adónde vas, montonero,

montonero de Guayama?”.

Y León Gieco lo menciona en su canción “Bandidos rurales”

Martina Chapanay, bandolera de San Juan,

Juan Cuello, Juan Moreira, Gato Moro y Brunel,

El Tigre de Quequén, Guayama, el Manco Frías,

Barrientos y Velázquez, Cardoso y Cubillas,

Gaucho Gil, José Dolores, Gaucho Lega y Alarcón,

bandidos populares de leyenda y corazón

Queridos por anarcos, pobres y pupilas de burdel

Todos fuera de la ley, todos fuera de la ley

Bandidos rurales, difícil de atraparles

Jinetes rebeldes por vientos salvajes

Bandidos populares, difícil de atraparles

Igual que alambrar estrellas en tierra de nadie.

(Ilustración de portada, Cristian Mallea)