Vinzio

Universo Vinzio: arte y humor sanjuanino con ojo crítico

En su moderno estudio uno siente estar sumergido en un barril de vino, es que todo el techo es de duelas de madera de roble que antaño potenciaron deliciosos vinos sanjuaninos, es normal salir de allí flotando. Es donde Hugo dibuja, pinta, escribe, realiza esculturas y madura como el buen vino.

Su cabeza no para, sus manos tampoco.

La bitácora donde va pegando bocetos, “manchones”, frases célebres, rostros, líneas que siempre van a algún lado, tiene un 40 % de hojas ocupadas, dice que, aunque es un cuaderno enorme de más de más de 10 centímetros de alto, va despacio, tiene la idea de que al llegar al fin sea el fin.

Hugo Vinzio y su bitácora de arte.

Parece que nació con talento heredado para el dibujo, su padre, Mario Vinzio, era un artista destacado en San Juan. Algunas de sus obras aún perduran a la vista de todos como el mural cerámico ubicado en el solar de Francisco Laprida, el monumento al libro en la plaza Aberastain, el monumento a la Columna Cabot, y el mural en relieve ubicado en la esquina colorada.

Hugo respiró el arte desde la cuna. “Mi padre fue mi gran maestro. Yo era un chico normal con la diferencia que abrí los ojos al mundo y ahí estaba mi papá con sus arcillas y pinceles”, dijo.

Su padre fue su primer formador en el dibujo y en la vida, “teníamos largas charlas sobre el arte, la filosofía, la plástica, era maravilloso. Discutíamos fuerte, pero de cosas importantes, de arte”.

Hugo niño en el caballito que le restauró su padre.

Hugo Vinzio Rosselot se define como artista autodidacta. Comenzó estudiando Arquitectura pero pronto se dio cuenta de que eso no era lo suyo. Luego probó estudiar Arte, también en la UNSJ, pero este intento fue cercenado por la intolerancia de la época, 1978, plena dictadura militar. No pasó de primer año, pero aprendió mucho.

Ese año también lo echaron del trabajo que tenía como profesor de Dibujo en la Escuela Industrial, que depende de la UNSJ. Sería todo providencial.

Ingresó a la administración pública y durante 14 años fue empleado en la Dirección de Cultura, encargado del área audiovisual, también era escenógrafo y realizaba los afiches. Su obra audiovisual es la faceta menos conocida de Vinzio.

Allí hizo contactos internacionales y consiguió un contrato con UNESCO que incluía misiones al exterior, así conoció varios países como El Salvador, Honduras, Colombia, Chile, Paraguay, entre otros.

El camión de Germán, escultura.

También estudió Ciencias de la Comunicación, alentado por su interés en la relación del arte con la comunicación. Será por eso que es de diálogo fácil y charla entretenida.

La facilidad para contar cosas lo llevó a publicar el libro “Salud compadre”, con chistes gráficos sobre el vino; posteriormente publicó “Cuenterío” que es el compilado de todos sus cuentos.

Fue escenógrafo del bailarín Juan Carlos Abraham y juntos realizaron producciones de alta vanguardia. “Hicimos cosas sorprendentes para la época, por ejemplo que un bailarín danzara con su imagen replicada”. Juan Carlos era un adelantado y se encontró con alguien que le seguía el ritmo creativo.

Lo audiovisual era su mundo y su mejor manera de manifestarse, hasta que un día la tecnología lo superó. “La tecnología es muy infame en el arte porque se está innovando todo el tiempo y lo invertido en equipos quedaba viejo muy pronto porque aparecían nuevos sistemas”.

Hugo en su etapa de escuela secundaria.

El humor y otras yerbas

Desde chico había algo que lo movilizaba casi metafísicamente, el humor. Hugo cree que lo heredó de su abuela materna, Petrona Vila, era divertida, ocurrente y fiestera. Hugo no la conoció pero la tiene siempre presente.

El humor asoma en casi todas sus etapas artísticas.

“El humor es un constante en mi laburo y en todas mis cosas. Yo siempre me preguntaba por qué nos reímos, y si bien esta idea no es mía, la tomo prestada, Fernando Savater dice que nos reímos porque sabemos que nos vamos a morir y no nos queda más que reírnos. Los dioses no se ríen porque son eternos, como los hombres somos finitos la risa, el humor, es una manera de burlar esa condición”.

Citando a Boris Vian, “El humor es la galantería de la desesperación”, aseguró que ahí se entiende todo.

“No fui el primero en unir humor con la plástica, hay muchos antecedentes, pero yo soy de la época en la que no había internet, después descubrí que había muchos que lo hacían, pero si puedo decir que en mi juventud lo descubrí solo”, dijo mientras reía de sí mismo”.

Pero el humor en su obra no se manifiesta para servir de nexo rápido con el observador, sino por pura necesidad, lo siente así y lo plasma como le sale.

Aparecen entonces los metalenguajes, que para Hugo son los mensajes que están por debajo del lenguaje, cuestiones que interpreta el observador que van más allá de la intención del autor; y viceversa, elementos puestos con toda la carga emocional/intelectual que a veces no son percibidos.

“Muchas veces no se reflexiona frente a la obra y se quedan sólo con el primer impacto. Yo lucho permanentemente por no quedarme en una sola cosa, trato de asesinar a mi propio trabajo, mi viejo me dijo: ‘el día que vos te enamores de tu trabajo, ese día terminaste como artista, tratá de golpearlo, buscá dar siempre más’. Yo lo intento… de ahí que me salga es otra cosa”, bromeó Hugo.

Referentes del mundo

Los artistas Honoré Daumier (francés), y Ralph Steadman (inglés) son sus referentes europeos. En América Latina lo movilizó José Guadalupe Posada, que fue el que le dio forma al culto a los muertos en México, y esa expresión de lo popular le voló la cabeza. 

Para ellos es el homenaje que prepara Vinzio en San Juan, “son artistas que me conmovieron”.

En este punto de la charla advirtió que arrastra cosas desde hace años, como su primer obra pensada para una pintura cuando cursaba primer año de la facultad, ese boceto fue ignominiosamente intervenido por el profesor Suarez Jofré, y a Hugo le cayó más que mal. 

Su sangre tana (Vinzio es apellido de origen genovés y encima significa ‘el que conquista’), tomó el control de la situación y no volvió a pisar esa cátedra.

Pero guardó el dibujo y esa idea lo perseguiría hasta verse concretada; 40 años después le dio la forma que él había pensado y fue “Historias de pueblo chico”.

Historias de pueblo chico.

Cuando nació, en 1956, San Juan llevaba 10 años de su reconstrucción, la casa paterna estaba en las calles Jujuy y Córdoba, corazón de la Ciudad, y desde chico empezó a ver una ciudad que no tenía historia en sus calles. “Esto lo entendí muchos años después y responde a la pregunta de ¿por qué invento todo? El paisaje me aburre porque no está la persona”.

El foco de su obra es el ser humano, sus problemáticas, “soy un ojo crítico de la época. Moliere decía que el artista debe ser testigo de su época y lo creo así y trato de serlo. Trato de reflejar en mi trabajo esa visión”.

Una postura cercana a las teorías de Walter Benjamin, el filósofo alemán que argumentó la politización del arte, relacionando el arte con la sociedad y la política; y quien en 1936 ya criticaba la reproducción mecánica de la obra de arte.

Auto-retrato

Universo Vinzio Maggio

Pausa en la grabación para tomar agua. Del mágico mundo del estudio de la Rama Rota (nombre que le dieron a todo el predio en honor al pájaro también conocido como Bisagrita o Cortarama), se pasó a la dimensión del hogar.

Atravesando un patio de enormes jarillas, chañares y breas (que ya eran dueñas de la tierra antes que llegaran los Vinzio), se llega a la vivienda blanca inmaculada y de formas redondas, la casa y el estudio fueron diseñados por su hijo Lisandro, el arquitecto de la familia.

El hogar en Zonda, detrás del estudio.

Entonces tomó la palabra Ana María, esposa de Hugo, para contar que antes de jubilarse fue directora de escuela en Zonda y se enamoró del lugar. Compraron un lote y empezaron a construir poco a poco, les llevó varios años terminar.

Hugo retomó la charla para contar que otro proyecto en la gatera es digitalizar una ópera rock que dibujó cuando tenía 22 años, para volver a presentarla, 47 años después. Esta obra pionera que fusionaba la música y el dibujo, la realizó en el año 1978, Pink Floyd haría lo mismo cuatro años después con The Wall.

Siempre fue amante del rock y su idea original era hacer una ópera rock con letra y música de artistas locales. Comenzó a darle forma como letrista de la banda Horizonte Gris formada por Ricardo Varela, Blas Cerezo, Jorge Pérez y Vinzio. Ese intento fracasó.

El techo de duelas del estudio.
Vinzio, en la entrada del moderno estudio.

“Yo empecé a escribir la obra y después haría los dibujos, otros pondrían música. Era una idea vanguardista para la época pero yo no lograba entusiasmar al resto”.  

Entonces encontró una ópera rock de los argentinos Materia Gris, “Oh! perra vida de Beto” escrita en 1972, Vinzio vio el juego de palabras en O (h) per (r) a, ópera vida de Beto. Con más de 400 dibujos completó la obra ilustrada en fotogramas que presentó en Buenos Aires y en San Juan, en una muestra interprovincial de audiovisuales.

Sus hijos le propusieron que la digitalice para que no se pierda en la nebulosa que teje el olvido, compró equipo para hacerlo y volver a presentarla casi medio siglo después.

También tiene una anécdota para esta ópera. José Carrieri era director del departamento de Expresión Visual, Vinzio le planteó la idea de hacer la ópera rock y Carrieri le dijo que si, pero no en ese momento, cuando se recibiera podrían volver a hablar del tema. No era una idea que pudiera esperar y la hizo solo, con gran esfuerzo económico y el apoyo de Ana María.

“A veces las cosas cambian por la fuerza, no por la convicción. Me da la impresión que internet nos está contextualizando bastante y veo que hay estupidez en todos lados, sin embargo los jóvenes tienen algo sensacional que es la no dramatización, porque en mi época se dramatizaba todo y creo que la vida debe ser más fluida”, dijo el creador del pesebre viviente que cada año se realiza en cerro Nacif Weiss, en San Martín.

Los hijos de Hugo y Ana María, (Ana Cecilia, Hugo Mario y Lisandro Agustín), les dieron tres nietos, Lorenzo, Lucio y Sofia; quizás alguno de ellos siga la tradición de los Vinzio.

Con sus dos primeros vástagos.

El arte joven, hoy

“Sin juicios de valor ni particularidades, no me entusiasma lo que veo de arte joven en San Juan”, dijo sin vacilar.

Contó que hace muchos años comenzó a estudiar un visión interesante del arte: “las cosas en sí y las cosas en mí, lo aplico en el arte y en la vida, miro la obra, el hecho en sí, y luego miro eso en mí, como me impacta, como me llega”.

Y es que si bien hay actualmente expresiones de arte que lo entusiasman, éstas no son de jóvenes talentos, sino de gente grande.

Regreso de un viaje a Europa en 1975.

“Creo que la mayoría de los jóvenes cayó en la trampa, yo espero que se den cuenta a tiempo. Hay una corriente, que ya tiene sus años, donde la intervención, la instalación,  es una cuestión donde el artista determina qué es arte y qué no, por ejemplo la banana en la pared, y el mundo dice ‘que interesante’, y escriben un manual de uso para ver eso.

Lo último que vi en este sentido es el ganador de un premio en Londres que no presentó nada, con una tesis de la nada, el jurado lo premia y muchos jóvenes están comprando eso; y el dibujo, la pintura, el entrenamiento, la filosofía, las formas, están fuera de moda, eso es una pena”.

Cuando Hugo tenía 17 años asistió a una conferencia de Jorge Romero Brest, famoso critico de arte de Buenos Aires, este hombre llegó con la premisa de que el arte de caballete había muerto y que era necesario buscar otras expresiones y apostar por las innovaciones.

1993, exposición en Córdoba.

“Entonces lo nuevo era lo audiovisual por eso me metí de cabeza y cuando la tecnología me dejó de lado me di cuenta de que el caballete no había muerto, eso fue una piña terrible. Por eso creo que los jóvenes artistas van a lamentar no haber aprendido a dibujar. Yo entiendo esta línea, pero no la compro”.

Mientras tanto, en su estudio mágico, Hugo sigue dibujando. Alguien debería avisarle que cuando llene de dibujos la bitácora exageradamente grande que tiene, no será el fin, será hora de comprar otra igual de grande.

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Vinzio es uno de los artistas más prolíficos que ha dado San Juan, es imposible abarcar toda su obra en una nota.