La historia de los 298 prisioneros ingleses en San Juan (uno, muy especial)

Después del fracaso de la Primera Invasión Inglesa al Río de la Plata, los prisioneros de guerra fueron distribuidos en varias provincias, entre ellas, San Juan. Acá llegaron 298 ingleses, uno de ellos, muy especial.

“El 26 de diciembre de 1806, procedentes de Buenos Aires y por disposición de las autoridades del virreinato, llegan a nuestra ciudad 100 prisioneros de los tomados en la invasión que efectuaran al Río de la Plata”, relató César Guerrero en “Efemérides sanjuaninas” (1961).

Al parecer, esta cifra de Guerrero considera solo un grupo de ingleses, pero fueron dos grandes grupos los que llegaron a San Juan, según consta en “Documentos Históricos, Internación de los prisioneros ingleses -1806-1807. Volumen XIII”, de Pedro Grenón.

invasiones inglesas

El primer grupo fue de 198 y el segundo, de 100 ingleses.

Estos documentos también difieren en la fecha aportada por Guerrero, allí consta que el primer grupo llegó a San Juan el 23 de octubre y el segundo, el 26 de noviembre de 1806.

En la Primera Invasión Inglesa de 1806, las tropas británicas ocuparon la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, y que fueron vencidas 46 días después por el ejército compuesto por milicias populares porteñas y de los pueblos cercanos, más refuerzos de Montevideo, todos comandados por Santiago de Liniers en el proceso conocido como la Reconquista.

invasiones inglesas

Acuerdos y desacuerdos

En el sitio elhistoriador reseñaron que la rendición a discreción se produjo con extraordinaria rapidez, tal como había sido la embestida de las fuerzas patriotas. Santiago de Liniers accedió luego, a pedido del general inglés Guillermo Carr Beresford, a firmar un tratado de capitulación.

Según ese documento, los prisioneros ingleses debían ser embarcados con armas y bagajes y remitidos a Europa para ser canjeados por prisioneros españoles. Pero el documento quedó sin efecto.

“Al principio los prisioneros quedaron en Buenos Aires, luego el cabildo y el pueblo exigieron que se los internase en fuertes y fortines de provincias.

William Carr Beresford
William Carr Beresford

A Luján debían ser trasladados Beresford y Denis Pack con otros siete oficiales; otros a Capilla del Señor, San Antonio de Areco, a San Nicolás, a diversas estancias, a Mendoza y San Juan, San Luis, a La Carlota, a Córdoba, a San Miguel del Tucumán y a Santiago del Estero”.

Documentos históricos

En 1929 el gobierno de Córdoba autorizó la publicación denominada “Documentos Históricos”, de la cual se habían confeccionado trece volúmenes en los Talleres Gráficos de la Cárcel Penitenciaría de esa provincia.

Cabe aclarar que se transcriben estos documentos del 1800 sin intervención de sintaxis ni ortografía.

“Como lo que nos interesa de primera impresión es enterarnos de en dónde estuvieron internados dichos prisioneros, es obvio mencionar dichos puntos y hacerlos otros tantos capítulos de esta historia.

Pero advierto que de algunos puntos solo hago mención de él; otros los completarán. Ampliaré los documentos inéditos con referencias históricas que de por sí o perdidas en otras relaciones duplican su valor al formar cuerpo conglobal”, señalaba el autor en el prólogo.

El compilador fue un sacerdote jesuita, Pedro Grenón.

Pasando al capítulo que nos atañe, San Juan, se publicaron documentos originales de correspondencia que daban certeza de cifras, fechas y movimiento de los prisioneros ingleses en la provincia.

Por ejemplo: “En una actuación vindicatoria se halla la siguiente circular que nos refleja la noticia de los prisioneros en San Juan:

‘Contestando a el Oficio retardado de Vds. que con fecha de dos del corriente he recibido el día 8, satisfago a la razón que me piden para cumplir la orden del Sr. Gobernador Intendente de la Provincia relativa a que mensualmente le pasen Vds. un estado de los prisioneros ingleses destinados a esta ciudad con expresión de los que existan en la casa de habitación y de los que hubiesen salido de ella.

Y así mismo, del número de milicia destinada para su custodia diciendo que el 23 de octubre y 26 de noviembre del año pasado arribaron a ella 198 y 100 prisioneros que componen el número de 298, remitido por la Comandancia de Mendoza a el cargo de la mía de orden del Exmo. Sor. Virrey Gobernador y Capitán General del Reino”.

tropa brintánica
Tropa británica en 1806.

El mismo documento reseñaba que desde el día 23 de octubre hasta el 3 de noviembre “salieron de la prisión voluntariamente 19 individuos prisioneros los que pasaron a vivir en casas particulares, cuyos dueños se hicieron cargo de su conducta y alimentos mientras aquella fuese conforme a las reglas de la buena moral.

Con obligación de restituirlos a la prisión en el caso de ser díscolos incorregibles, pero sin hacer ninguno el juramento de fidelidad y vasallaje.

Hasta el día 12 ya habían salido otros 4 más en la propia forma. Y para el 2 de diciembre se habían aumentado los salidos hasta 25.

Pero para el día 12 se restituyó uno de estos a la prisión. Para el 10 de enero de este presente año salieron 2 como los primeros y para el 31 se restituyeron 5.

De esta suerte se han ido alternando las entradas y salidas…”.

Cuestión de fondo$

En esta carta, firmada por José Javier Jofré en San Juan, señalaba que “Hasta ahora no se ha establecido ninguno con establecimiento que prometa la esperanza de fijar su residencia en estos dominios, porque todos se han resistido a hacer juramento de fidelidad y vasallaje.

Y si he permitido subsistir en casa de sus patrones bajo la responsabilidad que llevo significada, ha sido con el importante objeto de ahorrar al erario, mientras subsistan en este estado las erogaciones que les pasa S. M. para alimentos.

De aquí resulta la alternativa de bajas y aumentos que se advierten en la existencia de su número en la prisión de las fechas en que se les hace el socorro alimenticio, quedando ellos y sus patrones en la libertad de restituirse o devolverlos a la prisión cuando unos y otros se hallen disgustados.

San Juan y Junio 13 de 1807. José Javier Jofré. Sres. Alcaldes Ordinarios de San Juan”.

Queda claro que los prisioneros ingleses que salían de la cárcel para quedar a cargo de alguna de las familias más destacadas de la ciudad de San Juan, se debía a que desde el virreinato no enviaban fondos suficientes para mantener a tantos ingleses presos.

En otra carta firmada el día 7 de agosto de 1807 en San Juan, referenciaba que para la subsistencia de los prisioneros ingleses en la provincia se puso a Don Rafael Furqué como Subdelegado de Real Hacienda y Guerra de la ciudad de San Juan y comisionado por el Superior Gobierno para remisión de los prisioneros ingleses que han existido en esta plaza, a la Capital del Virreinato.

“Por cuanto se ha considerado indispensable nombrar persona de satisfacción, honor y confianza que cuide del arreglo de raciones y provisión de víveres y demás conveniente a la mejor expedición de los prisioneros ingleses que regresan a Buenos Aires, en diversas tropas de mulas de esta carrera, por orden del Exmo. Sr. Capitán General”.

Claro que no todos volvieron a Buenos Aires.

Otras cifras

Los documentos provenientes de San Juan son numerosos, mucho más que en el resto de provincias norteñas.

“Digo yo, Don Ramón Aguiar, vecino de esta ciudad de San Juan de la Frontera, que he recibido en el cuartel de los prisioneros ingleses de esta misma ciudad 100 hombres de dichos prisioneros para conducirlos a la Capital de Buenos Aires, y entregarlos, en ella, a disposición del Exmo.Sr. Capitán General de estas Provincias Don Santiago Liniers”.

Y en otra carta señalaban que “Habiendo sido comisionado por Vms. en 7 de agosto último para proveer de la marcha de los 300 prisioneros ingleses que fueron destinados a esta ciudad; para cuyas expensas se me entregaron en esta Real Tesorería. 700 pesos corrientes, presenté al Exmo Sr. Capitán General la cuenta girada de gastos; que ascendió a 486 pesos, dos y medio reales.

Y no teniendo bastante efectivo para pago del resto de fletes a les arrieros conductores de dichos ingleses, que ascendía a 2.777 pesos, como se prueba de los adjuntos cuatro conocimientos originales, solicito este numerario para aquietar el justo reclamo de dichos arrieros que habían cumplido por su parte debidamente y eran acreedores al apuntado alcance”.

¿Y el inglés especial?

No era inglés, era irlandés, pero formaba parte del ejército invasor que comandaba Beresford. Su apellido era Dougherty y era el bisabuelo de Eusebio Dojorti, Buenaventura Luna, el poeta mayor de Jáchal.

Eusebio Dojorti
Buenaventura Luna.

Carlos Semorile, nieto de Buenaventura, escribió “Los orígenes. Un soldado irlandés llamado John Dougherty”, donde relata la génesis del apellido en el país y su criollización.

“Tal vez la mejor manera de comenzar a hablar de Buenaventura Luna sea conociendo la peculiar genealogía del apellido del poeta sanjuanino.

Cien años antes de su nacimiento, su tatarabuelo había llegado al entonces Virreinato del Río de la Plata formando parte del plan de anexión que significaron las Primeras Invasiones Inglesas.

Claro que John Dougherty, que así se llamaba este tatarabuelo de Eusebio Dojorti, era un simple soldado irlandés al que imaginamos siendo embarcado por razones ajenas a su voluntad rumbo a un destino desconocido.

En Irlanda habían fracasado recientemente dos rebeliones contra el opresor inglés (las de 1798 y 1803), y los vencidos fueron incorporados mediante leva forzosa a las fuerzas británicas como, por ejemplo, las del célebre Regimiento 71 que formó parte de la intentona en América del Sur.

De modo que a este John Dougherty le tocó llegar a la remota Buenos Aires bajo las órdenes de los oficiales ingleses que ocuparon la ciudad para regocijo del “Times”: “En este momento Buenos Aires forma parte del Imperio Británico”.

Mientras cosas como estas se escribían en Londres, soldados como Dougherty estaban cuidando los intereses de su Majestad en esta parte del mundo: la mercadería que los ingleses habían traído para vender en América, las vidas de las familias que originalmente iban a colonizar el África del Sur y ahora lo harían en el Río de la Plata.

Conocería de cerca, y desde antes, esa levadura que iba a influir decisivamente en las cruentas jornadas de agosto de 1806: el odio al conquistador.

Como tantos otros, peleó en la ciudad exasperada, se replegó en la Plaza Mayor y, finalmente, entró a la Fortaleza antes de que la multitud la rodeara y estuviera a punto de tomarla por asalto.

Rendición mediante, salió del Fuerte y cruzó la Plaza hasta el Cabildo para depositar frente a Liniers el arma que los ingleses le habían hecho empuñar en pos de conseguir y asegurar ‘nuevos mercados’.

Mientras el irlandés John Dougherty, ahora prisionero de los patriotas, permanecía ‘internado’ en la ciudad de San Juan, ‘la Defensa’ de Buenos Aires venía a sumarse a la Reconquista, y juntas se convertían en la peor derrota británica durante el período de las Guerras Napoleónicas.

Sin embargo, su Ministro de Guerra nunca había creído que la estrategia pasase por lo estrictamente militar: el Memorial de Henry Castlereagh postulaba que ‘la apertura a nuestras manufacturas’ se lograría por la vía de un imperialismo de índole comercial, sin ocupación territorial.

Eso es lo que se piensa y se proyecta en Inglaterra mientras que aquí, tras la victoria, humanitariamente se les permite a los prisioneros decidir si regresan o si se quedan.

El prisionero irlandés
Imagen de la película “El prisionero irlandés”

John Dougherty, como tantos irlandeses -católicos o no-, prefirió quedarse, y en los años que siguieron su nombre se castellanizó de John a Juan y su apellido se acriolló como Dojorti.

Nacieron entonces los hijos de Juan Dojorti y de María Cabot, pariente del Teniente Coronel Juan Manuel Cabot, futuro Comandante de la División del Norte del Ejército de los Andes.

Carlos Semorile
Carlos Semorile.

Casi un siglo y medio más tarde, Buenaventura Luna retrataría ese tiempo de la epopeya de un pueblo cuyos conductores fueron ‘los Belgrano, los San Martín, los Güemes, los Carreras, los O´Higgins, los Freire, o los Manuel Rodríguez, o los Balcarce que, de un modo u otro, hicieron posible la posterior y resultante independencia política y jurídica de nuestras naciones’”.