Un avión de un motor cayó en el medio del desierto sanjuanino. Era 26 de agosto de 1931, el estruendo alertó a los tranquilos pobladores de Marayes, departamento Caucete, San Juan, e inmediatamente fueron a ver qué había pasado.
Llegaron a un lugar llamado Playa de la Aguadita, a 5 kilómetros de la Estación Marayes, por donde pasaba el Ferrocarril Central Norte Argentino. El grupo pronto descubrió el desastre: el avión destrozado y dos cuerpos casi irreconocibles.
Solo gracias a los documentos pudieron saber que se trataba de Myriam Stefford y su copiloto Ludwig Fuchs, piloto alemán y experto en aviación.
En el lugar exacto donde cayó el avión, Raúl Barón Biza, esposo de Myriam, hizo construir un monolito en su memoria, hoy abandonado y casi olvidado. Este 2021 se cumplen 90 años de esa tragedia.
Barón Biza encargó la obra al arquitecto Nello Raffo quien lo diseñó piramidal y con 14 metros de altura.
La falta de mantenimiento hizo que se desprendieran las inscripciones. En una de ellas podía leerse: “Viajero, detén tu marcha, rinde el homenaje de tu emoción a la mujer que se cubrió de gloria queriendo eclipsar a las águilas”.
Este accidente aéreo inició un mito: Barón Biza era el responsable, la gente repetiría que él había saboteado el avión para matar a Myriam quien tendrían un romance con Fuchs. Nada de eso pudo comprobarse jamás.
En las crónicas de los diarios de la época, el entonces presidente del Aeroclub San Juan, Héctor Valenzuela, dijo que la avioneta tuvo una “caída vertical por pérdida de velocidad debido a la impericia de la piloto”.
Myriam había conseguido su permiso para volar un mes antes de su muerte. Sin embargo la acompañaba un experto, Fuchs había sido piloto en la primera Guerra Mundial.
Una historia de película
Myriam había nacido en Suiza, de padres italianos, su verdadero nombre era Rosa Margarita Rossi Hoffman. Era una mujer muy decidida, con 20 años ya era actriz de cine. Tenía 25 años cuando conoció en Venecia al escritor y excéntrico millonario argentino Raúl Barón Biza con quien se casó el 28 de agosto de 1930.
Dejó su prometedora carrera y se radicó en Argentina, donde compartía la pasión por la aviación de su esposo, pasión que la llevó a una muerte temprana cuando sólo tenía 26 años.
En Córdoba, Barón Biza le construyó el mausoleo más grande e impresionante de Sudamérica, simboliza un ala de avión y es más alto que el obelisco, 82 metros. En él quedó grabada una maldición que desató la desgracia en la vida de Barón Biza: “Maldito sea todo aquel que se atreva a profanar esta tumba”.
Es que según el mito, Myriam fue enterrada junto a sus joyas, incluido el famoso diamante Cruz del Sur de 45 quilates.
La muerte de Myriam inició una serie de hechos catastróficos que terminaron en el suicidio de cuatro miembros de la familia de Barón Biza.
El millonario empresario se volvió a casar, a los cuatro años del accidente de Myriam, con Clotilde Sabattini, destacada dirigente radical, pedagoga, hija de quien fuera gobernador de Córdoba, Amadeo Sabattini.
Tuvieron tres hijos pero la relación se fue deteriorando hasta hacer la convivencia imposible. El 16 de agosto de 1964, Raúl Barón Biza se reunió en su departamento con Clotilde y los abogados de ambos para pactar el divorcio.
Raúl sirvió una copa de algo que parecía alcohol y se lo echó en la cara a su mujer, era ácido sulfúrico. Mientras los abogados la llevaban al hospital, en su departamento Barón Biza se quitó la vida con revolver 38 largo apuntado a su cabeza.
La muerte buscada
En vano fueron las visitas a médicos en Europa para recomponer el rostro deformado de Clotilde y en 1978 ella se mató arrojándose del balcón donde había muerto su esposo.
Pero la maldición de la familia está lejos de terminar.
En 1988, María Cristina Barón Biza, hija de ambos, se suicidó con una sobredosis de barbitúricos; y el 9 de septiembre de 2001 su hermano Jorge se tiró del piso doce de su departamento en Córdoba.
Tres años antes había escrito una novela que narraba la historia de terror de su familia: “El desierto y su semilla”, su única obra.
Si bien al costado de la ruta que lleva a la villa san Agustín de Valle Fértil, RP N°141, hay carteles indicativos del monolito a Myriam Stefford, solo llegan los que conocen la historia y poco y nada hay para retener el turismo en el lugar.
Marayes un pueblo de unas 30 familias, a 230 kilómetros de la Ciudad, donde la vida casi no ha cambiado, por allí hace mucho que dejó de pasar el tren.
Aquí cayó el Chingolo II, así se llamaba la aeronave Messerschmitt BFW, donde murieron Myriam y el piloto alemán Fuchs. La ruta se había iniciado en Buenos Aires e intentaban unir 14 provincias.