Difunta Correa, la milagrosa

El culto a la Difunta Correa está extendido por todo el país e incluso en países vecinos. Su santuario está en el departamento Caucete, San Juan, a 66 kilómetros de la Capital de San Juan, y es uno de los lugares más místicos y energéticos de la provincia. También es el destino de fe más concurrido, sus milagros se cuentan por miles y se estima que más de 1 millón de personas llegan al santuario por año.

La historia de esta santa popular, que tiene mucho de leyenda, la ubica a inicios de 1800, pero no hay certezas sobre el lugar de su nacimiento. La versión más aceptada, al menos en San Juan, indica que Deolinda Correa, con su hijo en brazos, salió en busca de su marido que luchaba en las montoneras federales. Ella murió en el camino, justo donde está el santuario, pero su hijo siguió amamantándose y fue encontrado vivo por unos arrieros.

Como no hay un documento probatorio de su existencia, acta de bautismo o casamiento, la iglesia católica no puede reconocer sus milagros para que sea declarada santa. Pero esto no es obstáculo para sus creyentes, cada vez suma más devotos que le piden algo, que puede ser material, generalmente una casa o un auto.

En el santuario hay 1 millón de placas pegadas en las paredes de las capillas que agradecen “el favor recibido”.

El crecimiento del paraje como destino de fe comenzó a fines de los ’60 y principios de los ’70. En 1963 se colocaron tinglados para refugio de la gente, pero el cambio más visible fue a partir de 1967 al 1970 gracias al empuje que le dio el padre Ricardo Báez Laspiur. 

En esa época se empezó a construir la galería comercial, la hostería, y antes, el 30 de abril del ’66, se había inaugurado la capilla con una peregrinación que partió desde Villa Independencia en Caucete hasta el paraje con una imagen de la Virgen del Carmen. 

En 1976 la Iglesia Católica resolvió prohibir el culto a la Difunta Correo, pero esto hizo que mucha más gente llegara al santuario ya que había versiones que aseguraban que el gobierno militar de esa época iba a destruir el lugar. Nadie se atrevió a tocar el santuario y la opinión de la iglesia  cambió con la encíclica de Juan Pablo II de 1982 que señalaba que no se debían rechazar los cultos populares.

Los comerciantes más antiguos de Vallecito lograron convertir el lugar en un polo gastronómico en  los ’90, cuando se empezaron a organizar las fiestas del camionero y las cabalgatas, y para entonces visitar el paraje era sinónimo de comer chivo asado.

En octubre de 2011 se inauguró el Museo de la Fe, donde están casi todas las donaciones a la Difunta realizadas por sus devotos. Allí hay desde trajes de la India hasta muñecas japonesas, camiones y objetos llevados por grandes deportistas, como los guantes que usó Nicolino Locche cuando se consagró campeón venciendo a Takeshi Fuji, en Tokio. Y los pantalones que usó Carlos Monzón la noche que le ganó el título a Nino Benvenuti, el 7 de noviembre de 1970.

Mucha gente llega de provincias vecinas a pasar el día ya que el lugar cuenta con parrilleros y baños públicos. Pero también hay un hotel para quienes llegan desde lejos (Hotel Terraza Difunta Correa, teléfono 351 15-294-2462).

Se puede llegar al paraje en colectivo a través de la empresa Vallecito, con salidas desde la terminal de lunes a domingos.