Los representantes sanjuaninos en el Congreso de Tucumán

Francisco Narciso Laprida y Fray Justo Santa María de Oro fueron los representantes sanjuaninos en el Congreso de Tucumán que el 9 de julio de 1816 proclamó la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sud de la dominación de los reyes de España.

Eso es algo que aprendimos bien en la escuela primaria.

Pero los sanjuaninos no fueron dos congresales más, sus participaciones fueron decisivas en ese encuentro federal: Laprida fue presidente del congreso ese 9 de julio, y Oro fue un detractor de la idea de establecer un gobierno monárquico, aunque el monarca propuesto fuera un inca.

En el libro Historia de San Juan, Carmen de Varese y Héctor Arias señalaron que Santa María de Oro fue el primer diputado electo y en cumplimiento de su alta misión marchó primero a Mendoza  donde se reunió con San Martín. Luego se dirigió a la “lejana Tucumán” en compañía del doctor Tomás Godoy Cruz.

Cuyo, que por entonces era una gran región, estuvo representada en el congreso por Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza, de Mendoza; Oro y Laprida de San Juan; y Juan Martín de Pueyrredón por San Luis. Todos ellos hombres de confianza del Capitán de los Andes.

“Desde Cuyo, San Martín jugaba todas sus influencias para que se declare la independencia cuanto antes, ya que para él es el paso indispensable en vista a consolidar políticamente y abrir la campaña general sobre Chile, etapa de bastos planes”, señalaban Varese y Arias.

Los historiadores recogieron la crónica del diario El Redactor sobre lo acaecido en Tucumán.

casa de tucumán
Casa de Tucumán

“… presente un numeroso pueblo convocado por la novedad e importancia del asunto, ordenaron al secretario presentar la proposición para el voto y al acabar de pronunciarla, puestos en pie los señores diputados en sala plena, aclamaron la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sur, de la dominación de los reyes de España y su metrópoli; resonando en la barra la voz de un aplauso universal con repetidos vivas y felicitaciones al soberano congreso”.

Después de eso, se recogieron uno por uno los sufragios de los diputados y el resultado fue unánime y sin discrepancias.

La monarquía como forma de gobierno?

Cuando la noticia de la declaración llegó a San Juan, “rayaba en locura el regocijo público al conocerse la noticia”.

Por muchos días los congresales debatieron la forma de gobierno a implementar en la nueva nación.

Manuel Belgrano, general en jefe del Ejército del Norte, fue invitado al congreso para exponer sus ideas sobre la forma de gobierno en reunión secreta. Desde ese momento ganaba terreno el proyecto de la monarquía incaica y hasta se pensaba en Cusco como capital de los vastos territorios de las actuales repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia y Perú.

Pero el 15 de julio, Fray Justo Santa María de Oro “alzó su voz sosteniendo la tesis que para proceder a declarar la forma de gobierno era preciso consultar previamente a los pueblos”.

fray justo santa maría de oro
Primer congresal electo por San Juan, Oro

Y que en caso de adoptar el sistema monárquico constitucional, se les permitiera retirarse del Congreso declarando ante quién debía verificar la renuncia de su empleo.

El proyecto incasico murió casi de inmediato. A comienzos de 1817 regresa el sacerdote a retomar sus funciones específicas y Laprida lo siguió poco después.

Larraín, sobre Laprida

Nicanor Larraín, el primer historiador de San Juan, escribió en su libro El país de Cuyo, que el congreso de Tucumán funcionó desde el 24 de marzo de 1816 hasta su clausura, el 17 de enero de 1817, con Laprida y Oro como representantes por San Juan.

De Laprida, Larraín destacó que era hijo de la ciudad de San Juan y el vasto caudal de sus conocimientos profesionales le distinguió en el foro por la rectitud y madurez de sus juicios.

Francisco Laprida
Laprida, presidente del Congreso.

Fue miembro del Cabildo de San Juan, donde supo llenar las múltiples funciones administrativas como cuerpo deliberante. “Laprida se distinguió por el acierto de sus juicios y rectitud de sus actos, haciéndose notar en las funciones comunes de administrar justicia, que era facultad ordinaria de aquel cuerpo”.

El 22 de septiembre de 1829, Aldao y sus hombres degollaron a Laprida en el cuartel de auxiliares, ubicado después del colegio de la Santísima Trinidad. “Tal fue el trágico fin del ilustre sanjuanino tan digno de mejor suerte por sus virtudes cívicas, patriotismo e importantes servicios prestados a la independencia de su país”. Sus restos jamás fueron hallados.

El 9 de julio de 1888 fue colocada en Calle General Acha una placa de bronce fundida en el arsenal de guerra con esta inscripción: “Casa donde nació el doctor Narciso Laprida el 28 de octubre de 1786, presidente del Congreso que declaró en 1816 la independencia nacional”.

Y el 5 de septiembre de 1904 se colocó su estatua en la plaza que lleva su nombre en San Juan.

Laprida hijo de una familia de linaje colonial, su padre era José Ventura Laprida y su madre, María Ignacia Sánchez de Loria. Estudió abogacía en Chile y Buenos Aires, y regresó a San Juan en 1811.

La reseña de Oro

El Manual de San Juan editado en 1962, destacó a Fray Justo Santa María de Oro como descendiente de familia de abolengo. Hijo de Juan Miguel Bustamante de Santa María de Oro y Cosio, y de Doña María Elena Albarracín, nació el 3 de septiembre de 1772 y falleció el 19 de octubre de 1836.

A los 17 años ingresó en el Convento de Santo Domingo dispuesto a abrazar la carrera eclesiástica.

Obtuvo títulos de maestro de Arte y doctor en Teología, “su vida ejemplar de asceta del espíritu y de la carne se volcó en mil iniciativas creadoras.

imagen del libro de varese
Ilustración del libro de Varerse y Arias

Fue colaborador de San Martín al organizar en San Juan las contribuciones al Ejército Libertador y tiene una participación preponderante, decisiva y de extraordinario valor histórico en el Congreso de Tucumán, para que allí no triunfaran las ideas monárquicas que obraban sobre la posición de muchos constituyentes, defendiendo los principios republicanos”.

Desterrado por su participación política, se trasladó a Chile donde permaneció algunos años. En 1825 volvió a ser desterrado, esta vez a la isla de Juan Fernández, por la misma causa. De allí volvió a San Juan y en 1828 fue designado por el Papa León XII vicario apostólico de Cuyo. Dos años después fue consagrado obispo de Taumaco.

Dedicó entonces todos sus esfuerzos a la creación del Obispado de Cuyo, del que fue su primer obispo.

No volvió a intervenir en política y se dedicó a sus tareas pastorales, enfocándose especialmente en la formación del clero y la educación de la mujer.

Falleció en San Juan el 19 de octubre de 1836.