“El nombre le queda chico” publicaron algunos turistas que visitaron el cerro Siete Colores en el departamento Calingasta, muy cerca de la ruta 149 y a escasos 2,5 km del Cerro Alcázar.
Por su belleza y accesibilidad se ha convertido en el preferido de los trekkineros en el último año, y punto obligado de turistas, con una vía de acceso bien mantenida y señalizada. Pero esas ventajas podrían jugarle en contra.
¿Por qué? Pocos saben que el cerro forma parte de la gran cuenca denominada Cuyana, una unidad del Triásico de 230 millones de años que tiene una reserva fósil muy importante.
“Esa es un área deprimida donde se acumulan sedimentos que se preservan enterrados y por motivos vinculados con el tectonismo vuelve a ponerse en la superficie. Allí se encontraron fósiles de la flora de ese periodo”, explicó Carina Colombi, doctora en Ciencias Geológicas, Sedimentología, y Tafonomía, investigadora independiente de CONICET.
Colombi destacó que la zona es muy rica en fósiles, sobre todo plantas que pertenecieron al Triásico y en Pangea (el súper continente que existió al final de la era Paleozoica), al sur Gondwana con una flora particular como el dicroidium y pteridophyta, una especie de helecho.
“Se trata de una zona de mucha riqueza, no es para minimizar su importancia. Ahí encontramos un bosque arrasado por una erupción, hay troncos caídos en varios kilómetros, están preservados y son datos muy importantes a la hora de definir el área como parque”, manifestó Colombi.
Junto con la formación Alcázar, el Siete Colores es parte de una cuenca muy grande que tiene su mayor extensión en Mendoza hacia límite con Chile, y llega hasta Calingasta.
La doctora explicó que, si bien no se encontraron paleovertebrados en la zona, si hay plantas “y para contar la historia de la evolución de la vida son igual de importantes que los animales que habitaron un lugar”.
Por ello es necesario preservarlo, lo ideal sería convertirlo en parque para que cuente con guardaparques y se impida que los visitantes se lleven lo que encuentran, “porque para la gente es una piedra con una impresión, para la ciencia puede ser una pieza clave para entender un periodo; si se la llevan es posible que esa pieza no se vuelva a encontrar y queda un agujero en el conocimiento”.
Colombi dio una charla en Barreal para explicar a las autoridades y guías de turismo todas estas variables. “Hay que enseñarle a la gente lo que guarda ese cerro para que sepan valorar y cuidar”, destacó.
También advirtió sobre los peligros de caminar libremente por la zona ya que la bentonita que predomina en el cerro es un material inestable. “Es peligroso, nosotros trabajamos ahí cinco años, la bentonita, que es una mezcla de arcillas, se comprime cuando se seca y cuando se hidrata se expande por eso peligroso”.
En la zona existen túneles de viejas explotaciones de bentonita donde la gente suele entrar, incluso con niños.
“Esas minas de bentonita son inestables, no tenían cartel, la gente entra y eso se puede desmoronar en cualquier momento”, puntualizó Colombi.
Gran atractivo
El circuito del Siete Colores incluye el recorrido por el cerro y otros circundantes de gran impacto visual, la caminata es la mejor opción, pero el cerro también puede apreciarse en un circuito en auto.
Homónimo del existente en la Quebrada de Purmamarca, provincia de Jujuy, el cerro calingastino muestra gran potencial desde su cima y también desde el aire, como puede verse en las imágenes captadas por drones.
Como atractivo turístico el cerro Siete Colores es relativamente nuevo en Calingasta. Una guía turística de San Juan publicada en 1993, editada por Diario de Cuyo, no incluía esta belleza natural.
Con el surgimiento del trekking se comenzaron a poner en valor muchos nuevos lugares como es el caso de este cerro, el Arroyo Turquesa y otros. Ante semejante atractivo, en el 2020 la municipalidad puso cartelería indicativa sobre la ruta y en la huella que bordea el cerro.
Ramón Ossa, empresario y reconocido baqueano de Calingasta, señala que los primeros nombres del cerro fueron “de colores” y “Colorado”. “Se trata de una formación geológica que se da en el pase del Terciario al Cuaternario. La fusión de esos colores está relacionada con el magma. Son todas bentonitas”.
Por su parte Colombi explicó que la variación de colores responde a rocas caniclásticas, hubo erupción de un volcán, no ahí mismo, pero si en las cercanías, y dejaron cenizas volcánicas hace millones de años.
“Esas alteraciones son indicadores de clima y ambiente que produjeron cambios de suelos y colores de las cenizas volcánicas cuyas arcillas fueron alteradas por interacción del entorno”, agregó.
Geología y Paleontología del Cerro Siete Colores
Un resumen de la investigación realizada por Juan Drovandi para su tesis de doctorado señala que el Cerro Siete Colores forma parte de un conjunto de depósitos de edad triásica (230 millones de años) conocido como Grupo Sorocayense.
“Dentro del Grupo Sorocayense, el Cerro Siete Colores es conocido como Formación EL Alcázar. Esta formación presenta sus afloramientos más espesos en la Quebrada Arroyo Agua de los Pajaritos, a 18.8 km de la ciudad de Barreal en el Departamento de Calingasta, Provincia de San Juan.
La Formación El Alcázar, fue dividida en tres miembros, que de base a techo son: Tobas Blancas, Tobas Varicolores y Tobas Rosadas, cada uno de los cuales presenta características geológicas particulares. El miembro Tobas Blancas, está caracterizado por depósitos de coloración blanca, los cuales tienen un origen piroclástico, es decir se han formado por antiguas caídas de cenizas provenientes de actividad volcánica muy cercana a la zona de interés.
Además, en algunos sectores del m. Tobas Blancas se pudo comprobar cómo estas erupciones volcánicas habrían barrido a la flora que vivía en ese momento. El m. Tobas Varicolores, está representado por niveles de variada coloración, verde, bordó, amarillo y gris.
Estos depósitos fueron interpretados como un ambiente de llanura, cercano a cuerpos de agua estancada, donde el sedimento que las formó tenía mucho material piroclástico debido al aporte de caída de lluvias de cenizas de manera esporádica.
En este miembro, además, se pudieron reconocer antiguos paleosuelos de color bordó y muchos fósiles de origen vegetal (hojas, troncos y estructuras reproductivas) los cuáles formaron parte del ecosistema de ese momento. Por último, el m. Tobas Rosadas (Fig. 2) se caracteriza por niveles de color rosa y gris.
Este miembro se interpretó como un río anastomosado, el cual removía gran cantidad de material piroclástico (rosa) y los depositaba en sus llanuras de inundación (niveles grises) donde había una gran cantidad de flora.
Como en el miembro anterior, acá también se recuperaron una gran cantidad de fósiles vegetales. Además, los depósitos de color gris formaron lo que hoy en día se explota como Bentonita, la cual tiene múltiples usos (desde cosmética hasta minería) y es un recurso económico muy valioso en la región.
En el Cerro Siete Colores se estudió una gran cantidad de fósiles vegetales que incluyen hojas y estructuras reproductivas impresas en las rocas, como así también, troncos permineralizados.
Estos fósiles son de una gran importancia paleontológica ya que nos dan una idea de la edad que presentan estas rocas ya que pertenecen a una flora conocida a nivel mundial como “Flora de Dicroidium”.
Además, permitieron caracterizar y reconstruir los bosques que habitaron esta región hace 230 millones de años e interpretar las características climáticas a las que estuvieron expuestas estas plantas.
Todos los fósiles colectados en diversas campañas están alojados en el Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de San Juan, protegidos por la ley 25743/03 que establece que todos los restos fósiles hallados en su territorio forman parte integral del Patrimonio Cultural de la Nación y regula toda actividad relacionada al patrimonio paleontológico.
Ficha de la tesis. Título: La Paleoflora Triásica del Grupo Sorocayense en la Región de Hilario, Cuenca de Barreal-Calingasta, Provincia De San Juan.
Investigador: Juan Drovandi, Doctorado en Ciencias Naturales. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Directoras: Dra. Josefina Bodnar (FCNyM, UNLP) y Dra. Carina Ester Colombi (IMCN, UNSJ). Año del doctorado: 2020.
Las fotos son hermosas, pero nada se compara con sumergirse en el cerro, sentir con todo en cuerpo su energía y magnificencia, y abrazar con el alma su hermosura, sin llevarse nada que pueda ir en detrimento de presentes y futuras investigaciones.