A principios del siglo XX, en San Juan se envasaba y vendía agua de manantial como “agua medicinal” proveniente de El Salado, un paraje ubicado a siete kilómetros de La Laja en el departamento Albardón.
Este manantial se encuentra al pie de la Sierra del Villicum, a 32 kilómetros de la Ciudad de San Juan, por calle La Laja hacia el norte, en un paraje de insólita belleza.
Allí el agua nunca dejó de brotar, pero el lugar se abandonó hace muchos años, y hoy es un vergel poco conocido, a excepción de ciclistas y enduristas que pasan por ahí.
Hay construcciones de ladrillo que se mantienen en pie, completamente deterioradas. La más grande es un salón enorme con ventanas, hoy lleno de agua; al lado una piecita sin techo donde crecieron sin freno totoras y pájaro bobo ya que es donde hay un surgente.
Otra pequeña pieza contigua recibe el agua en una pileta con escalones, tal como las que había en La Laja. El agua lo inundó todo.
A unos metros de distancia hay otra construcción, una pieza que funcionó como cocina y otra que parece un comedor, sin puertas ni ventanas.
La basura, dejada por gente sin conciencia ambiental ni social, ha ganado todos los espacios, incluido el patio de descanso y el arroyo que recoge y lleva el agua de surgentes ubicados más arriba.
El lugar está enmarcado por cerros arcillosos de formas azarosas, con cavernas que dejan libre la imaginación a mil historias de mitos y leyendas.
¿Cómo es posible que San Juan perdiera ese lugar de ensueño, atractivo para el turismo y bueno para la salud?
Desde la Municipalidad de Albardón confirmaron que toda la zona de El Salado pertenece al municipio. Se fueron cediendo terrenos a los oratorios, primero fue el de la Virgen de las Siete Vertientes, y luego el del Cura Brochero. Mientras que en la margen derecha hay tres empresas que explotan mármol travertino.
También aseguran que hay un proyecto para realizar en El Salado un centro turístico para el deporte, trekking, mountain bike, entre otros.
Los vecinos especulan que es posible que El Salado decayera con el uso de La Laja ya que tenía mejor infraestructura y estaba más cerca. Pero esto no explica el abandono.
Aguas analizadas
El primero en censar todas las aguas termales y manantiales de la provincia fue Pedro Pascual Ramírez que en 1920 escribió “Vertientes o baños medicinales”, incluido en el libro “Contribución a la historia geográfica de San Juan”, publicado después de su muerte.
Ramírez aportó que los baños El Salado, sirte kilómetros más al norte que los de La Laja, “son extensamente conocidos, fueron explotados por el señor Bernardo Eguiguren, sus aguas se vendían en toda la república y eran muy buscadas por sus propiedades digestivas”.
Este surgente se encuentra a 698 metros sobre el nivel del mar y en esa época sus aguas fueron clasificadas como clorosulfatadas, alcalinas, bicarbonatadas fuertes. Por su termalidad eran hipotermales, y por su mineralización, muy fuerte.
“Sus aguas nacen y forman un arroyito que está a larga distancia hacia el poniente y tiene una pequeña vertiente.
Las aguas, al evaporarse por la acción del aire y del calor, van dejando ácido silícico que al solidificarse sirve de unión a las piedras, así no es extraño ver formarse de un año a otro, pequeños conglomerados”, señaló Ramírez.
Luego relató que, frente a este descubrimiento, el agua era también usada en la construcción rural. “Para tener el piso completamente duro y exento de polvo se lo empapa en el agua del arroyo y al secarse esta queda como piedra. Lo mismo sucede si se amasa el revoque de los muros con dicha agua”.
Aunque lo más difundido era su consumo. “Sus aguas son algo desabridas pero muy propias para llamar el apetito; tomándolas se tiene hambre de continuo y son indicadas para los enfermos del aparato digestivo, del hígado y del riñón, siendo ligeramente laxantes y muy digestivas”.
Ramírez sumó los datos organolépticos y físicos del manantial de donde fue extraída la muestra el 6 de agosto de 1912, “siendo el señor Anello el químico que lo realizó”.
Con todos estos antecedentes y la realización de nuevos estudios, municipio y provincia deben reactivar El Salado, un oasis de salud en el medio del desierto sanjuanino.