Sarmiento

Día del Maestro: el aporte de Sarmiento a la educación argentina

Lo primero que nos viene a la mente cuando hablamos de Sarmiento Maestro es un muchacho de 15 años enseñando en un rancho a hombres bastante más grandes que él, o sea, la estampa del chico que comenzó a enseñar en San Francisco del Monte, provincia de San Luis.

Sin embargo, la escena que seguro llenó de orgullo a Doña Paula, escapa a los verdaderos logros de Sarmiento en materia educativa, tarea a la que se dedicó durante toda su vida.

Influenciado por lo que vio en sus viajes por Europa y EEUU, y seguramente marcado por su propia trayectoria de autodidacta, este sanjuanino fue una bisagra para la educación argentina.

En el país, el 11 de septiembre se celebra el “Día del Maestro y la Maestra”, en conmemoración al fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento ocurrido en 1888, en Paraguay.

Sarmiento fue el ideólogo e impulsor de la Ley de Educación 1420, que estableció la educación pública, obligatoria, gratuita y laica en Argentina, norma votada en 1884.

Fundó 800 escuelas en todo el país, la Academia Nacional de Ciencias, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, el Colegio Militar, el Liceo Naval y el Observatorio Astronómico.

Realizó el primer censo escolar y sancionó la ley de subvenciones escolares, entre muchos otros logros que no entran en una crónica.

En “Historia de Sarmiento”, obra escrita por Leopoldo Lugones en 1911, el autor señaló que “la compasión a la ignorancia y el amor a la verdad hicieron de Sarmiento un educador”.

Un adelantado

Lugones aseguró que “No fue irreflexivo o forzoso el proyecto de fundar en San Juan un colegio de niñas, aprovechando la reconciliación con Benavides y las tendencias favorables de este caudillo. Sarmiento daba una importancia capital a la educación de la mujer, “de ella depende la suerte de las Naciones’, decía Sarmiento”.

Por esto, señalaba Lugones, una de las primeras medidas cuando gobernó fue crear las escuelas normales de maestras.

“La vinculación de la escuela con la maternidad constituyó uno de sus temas favoritos. Quería fundar salas de asilos para los niños de las obreras mientras estas se hallaban trabajando”, una especie de los actuales Jardines de cosecha.

Lugones puso en foco que Sarmiento veía en la educación de la mujer la mejor propaganda de la libertad espiritual, por esto eligió para pronunciar su famoso discurso contra el clericalismo en 1883, la Escuela Normal de Maestras de Montevideo.

Sus artículos y discursos iniciaron la campaña liberal que produjo al año siguiente la ley de enseñanza laica.

El autor relató que el célebre conflicto de Sarmiento con la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires tuvo el mismo origen, “el gran de hombre quería incorporar las escuelas de mujeres al plan de enseñanza común y al fin lo consiguió”.

Los edificios escolares también ocupaban los pensamientos de Sarmiento, quería escuelas hermosas y capaces, con poblaciones de 300 niños, cifra en la que apuesta la máxima eficacia.

“Las cajas de ahorro escolar, las escuelas para irregulares y atrasados, figuran ya en su programa. Y luego, el vasto concepto del educador que quiere hacer de la instrucción el bien humano por excelencia sin excepción, hasta para los más míseros: ‘El sol de todos’”.

FOTO AGN – Primeras maestras egresadas de la Escuela Normal N° 5. Buenos Aires, 1908

Para todos

Sarmiento pensó también en la educación de los obreros y peones. “El Estado no debiera ocupar peón alguno en las obras públicas sin darle dos horas de descanso al día para aprender a leer”, decía.

Lugones agregaba que ésta era “una excelente manera de plantear con ventaja para todos la humanitaria jornada de 8 horas, 2 para instruirse en la escuela ambulante que el Estado pondría cerca de la obra pública, especialmente la ferroviaria con sus grandes masas de jornaleros, y dos para comer y descansar formaban el resto del día útil”.

Los presos también eran incluidos. “Las cárceles deben ser escuelas. Los presos son enfermos que necesitan hospital adecuado, las cárceles sanas que la Constitución prescribe parecen llevar inherente la idea de la cura. Para esto necesitamos hacer de toda la república una escuela”, dijo el Gran Maestro.

Para Sarmiento no había educación de primera y de segunda, él proclamaba que la instrucción es una y no admitía clasificación ordinal. El sistema debe ser uno solo debidamente relacionado, puesto que la escuela se propone formar al ciudadano completo.

Era la primera vez que en América se formulaba una ley fundamental para la enseñanza democrática convertida en deber de Estado sin ninguna limitación.

“El Estado debe al ciudadano el máximo de instrucción posible, porque su interés primordial consiste en formar ciudadanos con el mayor número de aptitudes. Los medios de hacerlo, social y pedagógicamente hablando, son la gratuidad en toda la extensión de la enseñanza y la correlación de los estudios”, aseguró el prócer.

El foco lo ponía en la lectura y la escritura, dos medios indispensables para la adquisición y comunicación permanente de los conocimientos y con su intervención alcanzaron un adelanto notable.

“Nadie ignora que Sarmiento era especialista en la materia. Hasta el día de su muerte conceptuó que el deber por excelencia del hombre para con sus semejantes es enseñarles a leer. Todos sus criados fueron también sus discípulos, tenía horror a la mala letra que es el espejo, afirmaba, de la mala educación y del egoísmo, porque, al contrario, la buena letra, designaba para él franqueza y amor al bien”, dijo Lugones.

Una especie de grafología moral era la que aspiraba para los estudiantes de todo el país. “Su forma está en el alma”, decía.

Luego Lugones hizo referencia a su “famosa” reforma de la ortografía basada en las terminaciones y las radicales solamente, es decir con exclusión del rudimento etimológico que las letras mudas representan.

“Todo ello tendía a la simplificación del escrito por el uso exclusivo de los elementos estrictamente necesarios. Pero olvidaba que la ortografía es la fisonomía del idioma y que el canon es importante para reproducir la vida manifiesta en aquel conjunto”, advirtió el biógrafo.

Sarmiento llegó a decir que “De la perfección de la lectura depende la civilización de un país”.

Otros cambios

No solo reformaba la enseñanza del idioma, sino que formuló, antes que Andrés Bello, la nomenclatura racional de las partes de la oración y de los tiempos del verbo.

La aritmética pasó a ser enteramente práctica en la pizarra y el cuaderno. Introdujo en esta materia el uso del ábaco, el sistema decimal, el método objetivo, que vincula al positivismo general de las ciencias, y el cálculo mental.

“Sarmiento había percibido también la dificultad de los textos escritos con ideas y estilos adultos o sea el gran escollo de la enseñanza que todavía no hemos conseguido evitar. El autor de textos debe escribir como si él mismo fuera niño, así su método de lectura fundábase en las dificultades de la infancia”, relató Lugones.

Un aporte no menor, es que Sarmiento introdujo las artes a la escuela. “Nadie enseña sino lo que sabe”, decía, ya que él era un gran dibujante. “El dibujo no era para él un arte de adorno, constituía uno de los fines de la educación popular, lo cual quiere decir que atribuía a la estética un papel primordial en la enseñanza”.

Esto se resume en el integralismo sarmientino que amalgamaba educación física, estética e intelectual.