Hacía muchos años que no se veía una loica en San Juan, un ave cuya belleza roja y negra se destaca de todas las aves conocidas en la infancia. Por dos o tres días seguidos se apareció una loica con su canto estridente en una zona suburbana de Pocito; y luego del asombro inicial, trajo consigo hermosos recuerdos de una infancia soñada.
La loica es un ave nativa de Sudamérica, incluida la zona esteparia de la isla Grande de Tierra del Fuego.

Se encuentra catalogada como especie protegida porque ayuda a mantener el equilibrio de los ecosistemas naturales y está prohibida su caza y captura.
El sitio Aves del fin del mundo señala que dentro del grupo de los paseriformes es una especie grande, mide unos 25 cm., que presentan un marcado dimorfismo sexual. Los machos se identifican por su gran mancha roja en su garganta, pecho y vientre, que durante la época reproductiva se hacen más evidentes.
Durante el descanso nupcial, las tonalidades se hacen menos evidentes y la mancha roja se restringe al vientre. El dorso es oscuro con unas notorias cejas blancas. Las hembras son pardas, con coloraciones menos llamativas lo cual les permite mimetizarse con el ambiente.
Se alimentan, de invertebrados que buscan principalmente del suelo. Es una especie cantora.
Su trinar es poco variado, pero agradable. Vive en comunidades y en invierno es fácil distinguirla volando en bandadas. Prefiere los terrenos bajos y húmedos buscando su alimento tanto en el suelo como en los arbustos, el cual se compone de semillas, frutas y crustáceos.

El nido es grande, suelto y formado por pasto seco bien unido y colocado en el suelo muy bien escondido entre pasto alto. Muy cuidado por la hembra, esta nunca llega directamente al nido, sino que baja cerca y camina agachada hasta él.
Dicen en el campo
Las historias de fogón relatan que un cazador intentó disparar a una loica, pero se le reventó la escopeta y cayó al suelo gravemente herido. El ave, al darse cuenta de lo que había pasado, fue a un riachuelo cercano y trajo varias veces agua en su piquito para darle de beber al cazador; así fue como se manchó de sangre y quedó para siempre con su pecho colorado. Gracias al noble gesto de la loica el hombre no murió.
Protejamos esta hermosa ave para que las próximas generaciones sigan disfrutando de su belleza y su canto.