La participación de San Juan en la Guerra del Paraguay

“El 18 de julio de 1906, con gran recogimiento y ante numerosa concurrencia, se inaugura un monumento recordatorio de los sanjuaninos caídos en la guerra del Paraguay, en el cementerio municipal de la ciudad”, señala César H. Guerrero en su libro “Efemérides sanjuaninas” (1961).

Hoy, el monumento es parte del circuito de Necroturismo del cementerio capitalino y está señalizado con un cartel que lleva el número 12 y señala que se trata del Monumento Funerario a los Guerreros del Paraguay.

monumento

Con una base cuadrada coronada por un pequeño obelisco, el monumento tiene la inscripción original: “Sólo los pueblos que saben perpetuar la memoria de sus héroes son dignos defensores de la augusta majestad de la patria – 1865 – 1866. Campaña del Paraguay – San Juan – A sus dignos hijos que con el tributo de su sangre contribuyeron a mantener incólume el honor nacional. 18 de julio de 1906”.

En la primera placa puede leerse: “La gratitud es la ofrenda que las escuelas nacionales (Ley Lainez) dedican a los defensores de la patria. 11 de febrero de 1908”.

Mientras que en otra placa más reciente, de 2012, dice: “Centro Mutual de Suboficiales Retirados de las FFAA de la Nación – San Juan – en reconocimiento al Batallón San Juan y a los caídos en la guerra contra el Paraguay”.

La Guerra del Paraguay, ocurrida entre 1864 y 1870, fue un acontecimiento clave en el proceso de consolidación del Estado nacional argentino. Paraguay enfrentó a los países de la Triple Alianza – Argentina, Brasil y Uruguay – en la contienda más sangrienta y larga de la historia de América Latina.

El aporte sanjuanino

En “Historia de San Juan” (1966), Carmen Peñaloza de Varese y Héctor Arias decían que las fuerzas militares se integrarían como el ejército de línea, que contaba al momento con unos 10.000 soldados; y los contingentes a formarse con guardias nacionales. La provincia de San Juan, de acuerdo con su población, debía concurrir con 250 hombres de la guardia nacional, más 150 destinados a la reserva del ejército de línea.

Pero San Juan puso más. “Al primero, respondió la provincia mandando un precioso batallón de más de 400 hombres, voluntarios en su mayor parte, denominado Batallón San Juan; y a la segunda, mandando un contingente que formó con otro de Córdoba el Batallón 12 de línea”.

El entonces gobernador, Camilo Rojo, despidió al Batallón San Juan con la arenga: “Que el cielo os guarde y os hagáis dignos de vuestros gloriosos antecedentes, son los votos de vuestro gobernador y amigo”.

Los historiadores señalaban que el contingente sanjuanino estaba formado por “los jóvenes más selectos, los más liberales”, quienes en menos de dos meses estuvieron en Rosario, listos para partir a los campos de batalla.

En una carta enviado por Guillermo Rawson a su primo, el 22 de julio de 1865, éste decía: “Cada vez estoy más ufano con la conducta que el pueblo y el gobierno de la provincia de San Juan ha seguido en relación a la guerra nacional que nos preocupa.

Ayer habrá llegado a Rosario el continente de guardia nacional y el destinado para el ejército de línea, los que viniendo de aquella remota tierra por caminos penosos y solitarios no han sufrido deserción alguna y van a ser los primeros que lleguen del interior buscando el teatro de la guerra.

Vuelvo a felicitarte por este hermoso resultado que muestra a la vez el patriotismo de un pueblo y la solidez y habilidad de su gobierno”.

Más felicitaciones

“Felicitaciones bien merecidas, en la mayoría de las provincias los voluntarios se escapaban en cuanto podían. A los cordobeses, Emilio Mitre los remitía atados codo con codo, el gobernador Maubecín, de Catamarca, encargaba 200 pares de grillos para el contingente de su provincia”, relataba José María Rosas.

Esto pasaba porque la guerra del Paraguay era muy resistida en el interior y esta impopularidad hizo factible la rebelión del Oeste.

La participación en primera línea puede considerarse el bautismo de fuego del Batallón San Juan dirigido por el comandante Rómulo Giuffra, el 24 de mayo de 1866 en Tuyuty.

“Los sanjuaninos tuvieron ante sus ojos en esa memorable acción un paisaje muy distinto al de su tierra natal, el campo de Tuyuty constituye una especie de isla que emerge entre esteros y pantanos formados por el río Paraguay”.

Francisco Solano López, presidente de Paraguay, pretendió encerrar en ese lugar al ejército aliado y exterminarlos, pero sus planes fueron frustrados. La batalla duró unas cinco horas y fue una de las más sangrientas de las libradas en América del Sur, dejando un saldo de más de 12.000 muertos.

El comandante Giuffra, en una carta enviada a Rojo, narró lo duro de la guerra en los esteros norteños y al referirse al comportamiento de sanjuaninos dijo:

“Sería un injusto sino le hiciera el más merecido elogio del Batallón San Juan que tengo el honor de mandar, pues ninguno ha manifestado ni sombra de temor ante el enemigo, al contrario parecía que con su animosidad y serenidad lo desafiaban. Así es que yo tenía y tendré siempre plena confianza en ellos”.

Según estos historiadores, a partir de Tuyuty la guerra estaba ganada, pero se tardarían cuatro años en acabarla.

En una de las batallas, el campo de Curupayty quedó sembrado de cadáveres, 1.000 según el parte oficial, y 10.000 al decir de los opositores a la guerra; entre ellos el de Dominguito, hijo dilecto de Domingo Faustino Sarmiento.

Otra visión de la guerra

Para los revisionistas, la mirada sobre la guerra del Paraguay dista mucho de la que enseñaban en la escuela.

En la publicación “La Guerra del Paraguay y la historiografía argentina” (2014), María Victoria Baratta señaló que a partir de la década de 1960, estas  visiones  comienzan a difundirse, multiplicarse e imponerse hasta el punto que continúan hasta hoy erigiéndose como  las  dominantes  en el inconsciente colectivo argentino. 

“Estas  posturas,  aunque con sus diferencias de matices, se agruparon en torno a la denominación de revisionismo histórico, en su búsqueda de impugnación a la tradición liberal mitrista.

 A nivel general, la contienda es entendida como una agresión imperialista británica, cuyos títeres son el imperio del Brasil y Argentina, contra una nación autárquica y desarrollada (Chávez 1966; Pomer1968; Rosa 1965; García Mellid  1964;  Ortega  Peña;  Duhalde  1967;  De  Paoli;  Mercado  1973;  Galasso 1975).

Estas hipótesis revisionistas postulaban que Gran Bretaña había provocado la guerra para asegurarse en Paraguay un mercado rentable para sus exportaciones y destruir así la economía estatista paraguaya.

También circuló la idea de que Gran Bretaña buscaba en Paraguay el algodón que la guerra civil en Estados Unidos le estaba negando.

Varela, Paraguay, y su proclama

“¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo de contener!”, decía Felipe Varela en su famosa Proclama escrita en 1866, en Jáchal, y soñando con la Patria Grande.

El Quijote de los Andes, nacido en Catamarca pero radicado en La Rioja, estanciero y militar argentino, fue líder del último pronunciamiento de los caudillos del interior contra la hegemonía política conquistada por la provincia de Buenos Aires.

Su “Proclama” es considerada una de las expresiones más acabadas y expresivas del ideario federal.

Para los revisionistas, en la guerra del Paraguay éste país perdió el 60 por ciento de su población. “La guerra, que entre los años 1865 y 1870, enfrentó a ese pequeño país mediterráneo de 450.000 habitantes (más de un millón, según otras fuentes) contra la Triple Alianza formada por el Uruguay, Argentina y Brasil, sólo puede entenderse en el contexto de dominación imperialista y libre comercio que Inglaterra impulsaba en América del Sur por medio de sus agentes, como Bartolomé Mitre”, señala la página revisionistas.com.

Y agrega: “La guerra fue financiada de principio a fin por los banqueros ingleses, sin cuya asistencia a los comerciantes porteños que lucraron con el genocidio, jamás se hubiera producido. En el bando porteño quedaron las inmensas fortunas de las aves negras que recibieron créditos a manos llenas de los Rothschild, los Baring y el Banco de Londres”.

Mientras, resuenan las palabras de Varela: “¡Viva la unión americana! ¡Soldados federales! nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas. ¡Ay de aquél que infrinja este programa!”.