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Leyenda del viento Zonda: culpa de un indio sin corazón

En San Juan se dice que el viento caliente y seco que corre de mayo a septiembre toma su nombre de la Quebrada del Zonda, donde lugar considerado como su punto de origen.

A veces llega con gran espectacularidad: ráfagas de 60 kilómetros por hora, nubes de tierra, y elevando la temperatura varios grados. Llega volteando árboles y volando cualquier cosa liviana –y no tanto- que encuentra a su paso, siempre corriendo desde el Oeste o Noroeste.

Algunos lo llamaban Huayra Puca, o “Viento de las brujas”, por el poder negativo que desencadena en el ánimo de la gente: produce sopor, angustia, sofocación, depresión, alergias (arrastra polvo y esparce el polen) y presión alta.

Según la leyenda contada en el libro “Cuentos y leyendas populares de la Argentina” el Zonda nació así:

El indio Huampi gobernaba varias tribus de las que habitaban estos valles. No había otro que se destacara como él por su indomable valor y su extraordinaria destreza en el manejo de las armas.

Admirado y temido por todos, era al mismo tiempo amo y señor de toda la comarca.

Manejaba el arco con tal habilidad que no perdía víctima a la que arrojara sus certeras flechas.

Por eso en los montes, valles, praderas y bosques que recorría, tanto caían guanacos, vicuñas y huillas, como los cóndores, los suris y toda clase de aves.

En sus frecuentes cacerías, Huampi no perdonaba ni a las crías más chiquitas. Iba de este modo despoblando de animales la región.

Volvía un día, al caer la tarde, cargado de caza, cuando se le apareció Pachamama, entre resplandores:

-¡Huampi, mal hijo de la Tierra!, ¿Te has propuesto terminar con todos los animales? ¿Por qué los persigues sañudamente? Hasta los pájaros del bosque te tienen miedo y callan cuando apareces.

Huampi bajó la cabeza y Pachamama prosiguió:

-¿Piensas, indio soberbio, que he creado los animales para que tú los mates? Sigue matando y llegará el momento en que te faltará su carne para comer y su leche, y sus pieles para cubrirte. Si no dejas vicuñas ni guanacos, ¿dónde encontrarás lana suave y sedosa para tejer tus mantas? Si no dejas llamas, ¿qué animal llevará las cargas a lugares lejanos? ¡Mata las aves y no tendrás plumas para adornarte! Eres ambicioso y egoísta y desagradecido porque no sabes apreciar ni respetar los bienes que te da la Madre Tierra. Huampi no tienes corazón. Para con esta actitud o el castigo será severo.

Pachamama desapareció envuelta en su luz y Huampi creyó despertar de una pesadilla. Estaba paralizado de miedo. Intentó dominarse, pero los amargos reproches de Pachamama y la amenaza de castigo le atormentaban duramente.

Pero al poco tiempo volvió a cazar, tal vez con más saña que antes.

Hasta que un día, apoyando en el grueso tronco de un árbol, entregado a sus reflexiones, oyó un silbido.

-¿Qué es eso? dijo, e inmediatamente sintió su rostro azotado por un aire caliente que quemó su oscura piel; las ramas de los árboles se agitaban, hojas, flores y frutos se arremolinaron a sus pies y el silbido era cada vez más lastimero y terrible.

Huampi no dudó, era la furia de la Pachamama sobre él y sus dominios, en forma de huracán espantoso. Era el castigo prometido. Desapareció envuelto en un remolino ardiente y polvoriento, empujado por abrazadoras rachas de viento seco. Fue condenado a vagar sin tiempo por todos los rincones de la cordillera de Los Andes convertido en lamento.

Desde entonces sopla el viento Zonda por los valles andinos con voz casi humana.