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El primer aserradero pocitano y el legado de Rafael Barceló

Pena es lo que transmiten los ojos claros como el agua de Rafael Barceló cuando recuerda a su padre, del mismo nombre, quien después de convertirse en un destacado industrial de Pocito donó terrenos donde se construyó una escuela, un club social, un club deportivo y un centro de salud (que no se concretó). Pena porque ahora nadie recuerda su legado.

“Mi padre era una persona absolutamente generosa, de esos tipos que ya no vienen. No medía nada, por eso, cuando pudo, hizo su contribución a su comunidad, pero hoy esa comunidad ni lo recuerda”, dijo Rafael.

Rafael Barceló, protagonista de la historia de Pocito.

Los Barceló llegaron de Alicante, España, traídos por un enólogo francés a pedido de Francis Langlois, asentado en Pocito, quien necesitaba trabajadores experimentados para sus viñas.

El abuelo, Manuel Barceló Uñac, y la abuela, Asunción Uñac Richarte, fueron los únicos que no tenían casa en San Juan y se fueron a trabajar a Mendoza, cuando Asunción vio esa abundancia de frutales besó la tierra porque pensó que habían llegado “al paraíso”.

Por entonces, su hijo Rafael era un niño de 8 años, y luego de un tiempo su padre le dijo:

– ¿Ya has aprendido a leer y escribir?

-Si papá.

-Entonces es hora de trabajar.

Estuvo a cargo de la recolección y almacenamiento de la leña para la familia.

A Rafael no le gustaba trabajar en la tierra y a los 16 años se vino a San Juan donde su tío Joaquín Uñac era capataz de la bodega Langlois.

Al rescate de la Bodega Langlois y 128 años de historia vitivinícola

Aprendió el oficio de tonelero y ganaba mucho más que el jornalero de viña.

Los toneles eran la única forma de transportar el vino en tren hasta los centros de consumo del país, pero cuando volvían vacíos era necesario reacondicionarlos, ajustar duelas o cambiar tapas, y se pagaba por cada trabajo.

Don Rafael trabajaba y ahorraba y cuando había juntado lo suficiente se compró un gran lote en la Villa Aberastain donde en 1933 inició su aserradero, el primero de Pocito y uno de los más grandes de San Juan.

El producto principal del aserradero Barceló eran los cajones de madera para fruta.
Más de 30 trabajadores del aserrado, en sus épocas de esplendor (Fotos gentileza Rafael Barceló hijo).

Para entonces se había casado con María Josefa Riera y tenían tres hijos: Rafael, Alicia y Mirta. En 1935 había terminado la casa familiar en el predio del aserradero y se mudaron ahí.

El aserradero tenía ocho sinfines, dos sierras de carro y dos circulares, dos cepilladoras; allí se hacían los envases para la uva que se dejaron de fabricar cuando salieron los envases de cartón.

El negocio crecía cada año y Barceló llegó a tener 32 empleados; su fin llegó cuando don Rafael falleció en un accidente de tránsito, en 1987.

La madera de acumulaba a veces sobre calle Vidart.
Los tres hijos de Rafael Barceló y María Riera: Mirta, Alicia y Rafael.

Las donaciones

Rafael Barceló (padre) donó el terreno donde se construyó la pista del club Barceló, ubicada sobre calle Vidart antes de Aberastain, hoy Club Social y Deportivo Aberastain.

El predio del club deportivo y social, hoy.
Grandes bailes se hacía en el club social.

Luego donó una hectárea de tierra para la cancha del Club Sportivo Barceló sobre calle Lemos, que después cambió de nombre para llamarse Club Atlético Pocito.

Y cuando realizó el loteo de Villa Barceló, sobre calle 11 hasta calle Lemos, también donó un terreno para el puesto de salud que nunca fue construido y ese lote fue usurpado.

Mientras que el predio donado para la escuela está sobre calle 12, entre Mendoza y Ruta 40, es hoy la escuela Contralmirante Eleazar Videla, un sanjuanino nacido en 1881, que egresó de la Armada Argentina y fue designado Ministro de Marina por el Presidente Agustín P. Justo en 1934.

Barceló donó el predio de la escuela Eleazar Videla, por calle 12.

“Mi padre quería que le pongan el nombre de su madre a la escuela, pero no se lo permitieron. Mi padre murió pobre después de trabajar toda su vida y de ayudar a todos”, confesó Rafael.

Barceló, al centro, de anteojos, en el acto de donación del terreno para la escuela.
Barceló, al centro, fue fundador de la Asociación Amigos de la Policía de Pocito. También fue presidente de la Liga Pocitana de Fútbol.

El Celler, su lugar en el mundo

Como buen continuador del linaje alicantino, Rafael (hijo) le puso El Celler al espacio preferido de su casa. En el idioma de sus abuelos (valenciano) se llama celler al sótano donde se guarda el vino y otros alimentos. Pero para Rafael es mucho más, es su museo privado y su lugar en el mundo.

El arco de la puerta de entrada está decorado con centenarios fenólicos ingleses, anteriores al terremoto de 1944.

Barceló en la entrada de El Celler.

En la galería abundan las macetas con plantas que él cuida.

Adentro guarda joyas invaluables como las fotos familiares más antiguas, los primeros juguetes de sus hijos y elementos antiquísimos que fue recolectando a lo largo de su vida. Allí está el reloj de asistencia del personal de la bodega Cavic; uno de los faroles que fue usado en la llegada del primer tren a San Juan (1885), y un antiguo sistema de frío de cañerías de cobre para el vino.

Barceló en su museo privado.

Las paredes están atiborradas de fotos y objetos. Hay tantas cosas para mirar que es fácil perder la noción del tiempo ahí adentro.

Están allí sus abuelos, sus padres, hermanas, su esposa, Angelita Samper, sus hijos, Jorge y Claudia, y sus nietos.

Rafael junto a su esposa y sus hijos.

Rafael mostró una foto donde predomina un auto. Se trata de un auto que perteneció a Juan Duarte (hermano de Eva Perón) que de manera casual llegó a San Juan.

Lo compró en Buenos Aires un pocitano de apellido Sánchez y en los papeles figuraba que el dueño anterior era Juan Duarte. “Nosotros lo compramos a Sánchez y lo tuve yo hasta que me fui en él a Buenos Aires, volví ,con Paco Vallecillo, con otro auto más moderno”.

La casa toda es parte indispensable de la historia de San Juan ya que fue construida sobre los cimientos de lo que fue la Casa de los Santos Ejercicios de los Jesuitas, la profesora Celia López dedicó su tesis de grado siguiendo el rastro de los jesuitas en la provincia y corroboró la importancia del sitio: La Hacienda de Puyuta y La Bebida.

En la entrada de la casa el cartel advierte su importancia.

“Hoy, éste es mi lugar de descanso, escucho música, duermo la siesta, me relajo. Este es mi imperio”, aseguró.

Rafael atesora recuerdos y no pierde la esperanza de que, algún día, el legado de su padre sea puesto en valor en su Pocito natal.

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