¿Qué sabemos de Ignacio de la Roza?

Una avenida céntrica con su nombre nos recuerda la existencia de un gobernador que nació rico y murió pobre, pero ¿qué sabemos de Ignacio de la Roza?. Este 9 de octubre se conmemoran 186 años de su fallecimiento y lo recordamos a través de la mirada de los historiadores.

De la Roza fue una pieza clave en la formación del Ejército de los Andes, mano derecha de San Martín en San Juan, y cuando le tocó gobernar su provincia trabajó por su desarrollo integral.

En el Manual de San Juan, publicado en 1960, hay una extensa biografía en la que se menciona que el hijo de don Fernando de la Roza y de doña Andrea Torres nació en San Juan en 1788, estudió en Córdoba y en Chile y se recibió de doctor en Jurisprudencia en 1806.

Se radicó en Buenos Aires donde participó de la Revolución de Mayo, “campo de acción propicia para su pasión progresista, su talento y experiencia política.

Fiel a las vicisitudes de la nueva patria vuelve a San Juan en 1814 donde une su fervor revolucionario al de los sanjuaninos qué compartían sus mismos ideales”.

El 24 de mayo de 1815, San Martín, entonces gobernador intendente de Cuyo, lo designa como Teniente gobernador de San Juan en mérito a su saber, su patriotismo y su capacidad de gobierno, cargo que ocupó durante cinco años.

En ese tiempo hizo gala de una administración activa, impulsando la enseñanza primaria que por entonces era muy deficiente. Fundó la famosa Escuela de la Patria donde se educó una generación de sanjuaninos brillantes, entre ellos Sarmiento.

Siguiendo el mismo texto, de la Roza fomentó el comercio, la industria y principalmente la agricultura ya que impulsó la colonización de tierras incultas, introdujo nuevas variedades vegetales y semillas importadas promoviendo el mejoramiento sustancial de la producción y la economía de la provincia.

Propulsor del agro y la minería

Fue el primero y uno de los más extraordinarios propulsores de las obras de regadío construyendo el primer canal para riego de Pocito e iniciando otro para Caucete “que no pudo concluir por cesación de su gobierno ante un golpe militar retrógrado”.

dique ignacio de la roza
El dique Ignacio de la Roza

También desarrolló las explotaciones mineras, el oro de Hualilán, y la urbanización de la Ciudad abriendo calles nuevas, construyendo caminos, mejoró el servicio hospitalario, el de policía y el tratamiento de los esclavos.

Fue el artífice de la ayuda extraordinaria del pueblo de San Juan a la gesta libertadora de San Martín “y en toda su inmensa e inteligente obra dejó el sello de su espíritu democrático y creador, defensor y animador de las modernas doctrinas de gobierno y de respeto a sus conciudadanos”.

Una insurrección encabezada por el comandante del Batallón N° 1 del Ejército de los Andes, Mariano Mendizábal, apostado en San Juan, con un pretexto fútil pero en realidad impulsado por facciones reaccionarias y de oposición a su labor progresista, derroca al gobernador de la Roza, acción que este 2020 cumple 200 años.

Lo mantienen prisionero y lo condenan a muerte, pero se salvó de ser fusilado y se exilió en La Rioja. Luego viajó a Lima, Perú, donde continuó trabajando junto a San Martín. Falleció en Santiago de Cao,  en el norte del Perú, cuando tenía 46 años.

“Fue Ignacio de la Roza una de las figuras históricas sanjuaninas más preclaras que le tocó actuar en momentos muy difíciles pero que en cada acto de su vida dejó una fuerte fuente de inspiración de hombres de bien y de servidor de su patria”.

De la Roza según Echagüe

En el libro “Paisajes y figuras de San Juan”, Juan Pablo Echagüe dedica un abultado capítulo a resaltar la figura de José Ignacio de la Roza, por quien no oculta gran admiración.

“Comenzaba el año 1814 cuando llegó a la ciudad de San Juan, en donde había nacido, un joven de 26 años de edad, se llamaba José Ignacio de la Roza.

Volvía a su pueblo originario del cual saliera niño después de haber invertido el largo lapso de su ausencia en estudiar jurisprudencia en la Universidad de Córdoba, en graduarse de doctor en Santiago de Chile y en vivir cierto tiempo en Buenos Aires”.

Echagüe destaca su origen, “de una familia sanjuanina de abolengo colonial, contaba entre sus parientes a los del Carril y a los Oro, y entre sus amistades dilectas de la infancia al doctor Narciso de Laprida”.

Como pocos, el escritor pone énfasis en la belleza física de Ignacio de la Roza: “Su fisonomía enérgica, de fino perfil e intenso mirar, trasuntaba inteligencia y firmeza de carácter, más no ha de confundirse con soberbia la serena resolución que irradiaba su persona, pues puede la bondad ser compatible con la fibra como la gallardía puede serlo con la simplicidad”.

de la roza

Luego señala que en Buenos Aires, de la Rosa estuvo en contacto con los hombres notables y las ideas dominantes de su tiempo.

“La revolución de mayo y sus principios redentores se desparramaban como fecundante riego por todos los ámbitos de la que pronto iba a ser definitivamente una nueva y gloriosa nación”.

Cuando regresa a su patria chica, lo reciben como heraldo de la revolución cuyos principios recién proclamados deben ser defendidos contra las fuerzas regresivas del ambiente tradicional.

“Su inteligencia clara, su ilustración, su fortuna, su posición social, su brillante juventud, auroleada por una actuación sobresaliente en las logias, juntas y conciliábulos secretos en que se gestara el movimiento emancipador lo llevan pronto al gobierno de su provincia”.

De la Roza, el visionario

Después de un breve trabajo en la magistratura, de la Roza fue designado alcalde de primer voto y se le elige después gobernador.

“Notemos al pasar que es el primer gobernador de San Juan independiente surgido del voto popular, ya que sus dos antecesores, Sarassa y Corvalán, desempeñaron igual función por nombramiento de gobierno”.

Para Echagüe, que obviamente habla desde su propia línea política, de la Roza gobierna desde el “patriarcado”. “Preside la vida política y social de sus comprovincianos como los cabeza de familia del Antiguo Testamento, hace sentir su autoridad sobre lo público y ejerce influencia discreta sobre lo privado”.

Lo primero que le ocupa es la instrucción, aquella famosa Escuela de la Patria que más tarde debía tener por discípulo a Sarmiento, entre otros hombres famosos, queda organizada por él y obra suya ha resultado la fundación primigenia de la educación popular en San Juan.

Continúa su análisis destacando que el joven gobernador “comprende que de la agricultura depende la prosperidad de San Juan, y aprovechando viejas enseñanzas de los indios huarpes, primitivos habitantes de la comarca, dedícase con tenaz empeño a fomentar la apertura de canales que lleven la fecundidad a zonas yermas del territorio provincial”.

Después de irrigarlos, subdivide y coloniza campos abandonados, crea pueblos, reparte semillas, traza caminos, establece postas mejorando particularmente las comunicaciones con Mendoza.

Hace plantar viñedos y olivares pero no olvida la minería y gestiona la formación de una compañía industrial que aporte máquinas y elementos para explotar el oro de Hualilán.

hualilán
Ruinas de Hualilán

Mientras que en lo que se refiere a los servicios municipales, “el gobernador de la Roza se arroga todas las atribuciones y manipula por sí mismo todos los resortes administrativos. Crea una maestranza que prestará luego inmenso servicios al Ejército de los Andes.

Mejora la asistencia pública indigente y rudimentaria, manda abrir nuevas calles denominadas avenidas, que demarcaran hasta la fecha el perímetro urbano, y dispone que las ya existentes sean nomencladas por primera vez”.

De la Roza y San Martín

Largo es el capítulo que destina a la relación de De la Roza con San Martín, donde Echagüe se atreve a presumir que “acaso alentaría ya su heroico proyecto de campaña en el Pacífico, discutió acaso con él la posibilidad de tal empresa, acaso lo estimuló a intentarlo y le ofreció su ayuda”.

Y agrega: “Ello es que cuando más tarde el Gran Capitán organizó en Cuyo el Ejército de los Andes y precisó exprimir la provincia entera, como exprimen los vinicultores de la región los racimos de su viña, y encontró en su antiguo amigo de Buenos Aires el auxiliar que las circunstancias exigían”.

cruce de los andes
Cruce de Los Andes

Un final de novela

En enero de 1820, de la Roza era destituido de su cargo de gobernador de San Juan por un levantamiento liderado por Mariano Mendizábal, que era su cuñado, esposo de su hermana Juana de la Roza. Como se dijo, fue condenado a muerte, pero la pena no se cumplió.

Desterrado de su tierra, de la Roza pasó desde La Rioja a Chile y de allí a Perú, donde fue auditor de guerra del gobierno de San Martín. Derrocado Mendizábal fue llevado hasta Perú para ser juzgado por el levantamiento en San Juan, y acá hay dos versiones de la historia que se contraponen.

San Martin en Perú
San Martín en Perú

Una asegura que un de la Roza vengativo fue quien influenció a San Martín para que éste exigiera que Mendizábal le fuera enviado a ese país y allá condenarlo a muerte.

En cambio la otra versión señala que de la Roza intercedió ante San Martín para que no fusilaran a su cuñado, mostrando así su bonhomía. Finalmente Mendizábal fue fusilado.

Cuando San Martín deja Perú, de la Roza se refugió en un pueblo de los alrededores de la capital. Allí vivió sus últimos años en la oscuridad, la pobreza y la amargura. Allí murió en 1834 con el alma traspasada por la angustia que se refleja en la siguiente carta dirigida poco antes a su hermana:

“… ya han muerto mis mejores amigos y yo quedo aun padeciendo. Ellos descansan ya para siempre y yo sin ellos, relegado por todos al olvido y a la miseria, sólo he quedado para sufrir”.

Echagüe menciona en este libro, publicado en el año 1933, que no se conocía el paradero de la tumba de Ignacio de la Roza en Perú y que era una deuda pendiente de la provincia.

En el año 2012, la profesora Margarita Ferrá de Bartol elaboró un proyecto para la búsqueda y repatriación de los restos de Ignacio de la Roza. Pero luego de la muerte de quien era diputada nacional, el proyecto cayó en el olvido.