La historia de El Carrerito: morir por error a los 20 años

Hace 80 años, en una oscura finca de Chimbas, la muerte sorprendió a Félix Rocier Quiroz. Una bala de escopeta perforó su estómago y lo mató de forma instantánea. Al Carrerito, como le decían, lo asesinaron por error al confundirlo con otro hombre.

La devoción lo convirtió en otro santo popular y le levantó un oratorio en el mismo sitio donde murió, en la esquina de calles Salta y Saavedra.

Félix era hijo natural de Paz Quiroz, vivía en Trinidad en la casa de una tía y tenía cinco hermanos “con los que compartió una infancia de luchas y sacrificios. Fue un niño de gran bondad e innumerables cualidades que despertaron un natural cariño en quienes lo conocieron.

Rocier y Rosier, el segundo nombre de El Carrerito, se encuentra escrito de las dos formas, en la placa de bronce y en el resumen de su biografía en el oratorio.

De pequeño trabajó en diversas tareas procurando el bienestar familiar”, dice la reseña de su biografía que se encuentra en el oratorio.

Fruto del esfuerzo y del ahorro, cuando cumplió 15 años su madre le regaló un carro tracción a sangre que se convirtió en su herramienta de trabajo y su forma de ganarse la vida.

Todos los días a las tres de la mañana salía de su casa rumbo a las playas del río San Juan donde cargaba su carro de ripio y arena para vender en las obras de construcción de la ciudad.

El 11 de febrero de 1941, cuando Félix tenía apenas 20 años, salió de su casa como cada día a trabajar. Aún estaba oscuro cuando sintió necesidad de ir de cuerpo y se bajó del carro.

Dibujo de un devoto publicado en el folleto del oratorio.

La mala suerte quiso que Félix se bajara justo en una tierra de odios. Allí, un contratista llamado Antonio Giménez y su vecino José Molina se había peleado cientos de veces por el agua de regadío y se habían jurado la muerte.

Esa madrugada, Molina estaba llevando el agua a su propiedad cuando escuchó un ruido. La falta de luz hizo el resto, pensó que el hombre agachado era Giménez, le dijo algo y sin dar tiempo a  Félix de contestar, le disparó con la escopeta en el estómago.

El Carrerito cayó boca abajo y murió casi instantáneamente.

Morir por error

Pensando que había disparado a su enemigo, Molina se fue a su casa. Un peón, Pablo Zabaleta, escuchó el disparo, cuando llegó al lugar encontró el cuerpo de Félix y fue a avisarle a su patrón, Emilio Ramos.

El busto de Félix que domina el altar en su oratorio.

Junto a un grupo de obreros, Ramos fue al lugar donde pudieron ver a este muchacho boca abajo en un charco de sangre. Poco tiempo después llegó un agente de Policía de la seccional Chimbas.

Cuando Molina se enteró que había asesinado a otra persona y no a Giménez tomó su arma y se presentó en la comisaría.

Después de las pericias, el cuerpo de Félix fue levantado a las 10 de la mañana y trasladado al Hospital Rawson para realizar la autopsia que estuvo a cargo del doctor Juan Bautista Cámpora. El informe decía que en su estómago solo había restos del último matecocido.

El Carrerito fue sepultado el 13 de febrero de 1941 en el cementerio de la Capital y como es costumbre en San Juan, a los pocos días su madre colocó en el lugar donde cayó muerto una pequeña casilla para prender velas y una cruz.

Con el tiempo fue creciendo el número de casillas que iba sumando la gente y muchos empezaban a hablar de los milagros de El Carrerito. Fueron tantos los promesantes que llegaban con sus ofrendas que el número de casillas superaba una cuadra sobre la banquina de esa calle.

La agrupación

El 6 de marzo de 1983, un grupo de vecinos reunidos en casa del señor Emilio Ramos formaron la comisión Unión Promesantes Félix Rocier Quiroz, El Carrerito. La meta era comprar el lote de la esquina Salta y Saavedra y construir un oratorio en el lugar exacto de su muerte.

Después de superar muchas dificultades, se realizó la compra del lote y se inició la construcción.  

El libro “Devociones y relatos míticos de San Juan” (2017) de Edmundo Jorge Delgado, narra la historia de El Carrerito.

“Así transcurría su sencilla vida granjeándose la simpatía de quienes lo conocieron. Por distintas causas y azares llega aquel funesto 11 de febrero de 1941 cuando la muerte lo esperaba sin justificativo alguno.

Aquel día Félix había ido al río como de costumbre y cuando regresaba por la actual calle Salta (en otros tiempos Urquiza y Las Tapias) frente al entonces callejón Saavedra, detuvo su rústico carro y bajó hacia la banquina por razones biológicas.

Allí, entre unos frondosos eucaliptos y aún con una tenue claridad a las 6 de la madrugada, lo sorprendió un mortal disparo de escopeta. Sin culpa ni defensa terminó su vida aquel tiro que pretendía una venganza y que fue fallida”.

Luego Delgado señala que “los numerosos devotos lograron adquirir el predio y con gran sacrificio construyeron un sencillo oratorio. Desde entonces hasta ahora este culto popular cuenta con miles de creyentes con visitas diarias y permanente devoción”.

Sus devotos le piden por salud, trabajo y estudio. Las placas de agradecimiento y las ofrendas de dibujos, poemas, canciones y figuras que hay en el oratorio hablan de las promesas cumplidas por El Carrerito.

El oratio levantado en el lugar de su muerte.

El carrerito sufrido (canción de Carlos Camposano)

Yo no soy ningún poeta

Ni tampoco soy cantor,

solo esta letra mal hecha

me nace del corazón.

Por eso pido silencio

y que me presten atención.

Fue Félix Rosier Quiroz, el carrerito sufrido,

Que con calor y con frío supo llegar hasta el rio,

Para cargar en su carro arena o ripio común,

Y llevarlos a las obras que estaban en construcción.

Por esas huellas de tierra, siempre de madrugada

A esa hora viajaba el carrerito sufrido.

Que al traquelear de su carro

despertaba al más dormido.  

Fue un 11 de febrero, del año 41

Y siempre de madrugada debajo de un eucaliptus,

una descarga traidora le dio muerte al carrerito,

y de allí en adelante desfilan los promesantes,

para prenderles velas a esa anima milagrosa

de Félix Rosier Quiroz, hoy nadie lo hecha en el olvido

Al carrerito sufrido.