Esta crónica narra la historia de una santa popular poco conocida, la Difunta María, quien murió hace 77 años, en Angualasto, San Juan.
El agua, cuando baja furiosa no baja sola, arrasa todo a su paso haciendo bramar monte y valle por igual. Así fue el aluvión que bajó por la Quebrada del Carrizal, en el departamento Iglesia, y terminó con la vida de 35 personas, entre ellas la Difunta María, el 13 de febrero de 1944.
Sobre el aluvión ocurrido en Iglesia no se informó en la Ciudad, posiblemente porque cuando ocurrió, la Capital sanjuanina aún lloraba los muertos del terremoto ocurrido unas semanas antes, el 15 de enero de 1944.
Lo cierto es con la desgracia del aluvión nació la leyenda de una nueva santa, la Difunta María.
Juan Brizuela, vecino del Carrizal, relató lo siguiente: “Sobre la sierra de La Punilla y Hierba Loca, límite entre Iglesia y Jáchal, se desató un aluvión. Entre las 21 y 22 horas llegó el golpe grande de agua ya que antes estuvo bajando creciente, por lo tanto nadie se imaginó lo que se venía.
Noche fatídica
Esa noche, el agua arrasó con todo el pueblo que estaba en la Quebrada del Carrizal y se llevó la vida de 14 personas”.
Luego, Brizuela contó que encontraron a la primera víctima al costado del canal Buena Esperanza y el resto de los cuerpos fueron apareciendo aguas abajo. El último lo hallaron frente a Tucunuco, en Jáchal, varios kilómetros río abajo.
“La Difunta María era un niña de 16 años que perdió su vida esa noche y su cuerpo fue encontrado a la orilla del canal. Ahí se le hizo un santuario que es visitado por muchos promesantes”, aseguró.
En el lugar donde encontraron el cuerpo de María se construyó una bóveda en su memoria. Dicen que la hicieron unos trabajadores que construían el canal.
“Ellos le pidieron a la Difunta que les haga el favor de ganar el premio mayor de la lotería y ganaron, por eso después le hicieron la bóveda que le habían prometido”, relató Brizuela.
Otra versión
Edmundo Jorge Delgado escribió en su libro “Devociones y relatos míticos de San Juan” (2017), que en la zona del aluvión vivía un matrimonio con una numerosa familia.
“Una de sus hijas, María Alejandra Torres, de 15 años, y otras 12 personas perecieron cuando un 13 de febrero una violenta creciente arrasó con ellos. Como son estas correntadas, que aparecen sorpresivamente, no tuvieron tiempo de tomar algún recaudo”.
Luego de la tremenda tragedia los lugareños se dieron a la tarea de rescatar los cuerpos de sus vecinos y entonces fueron testigos de lo que llamaron el primer milagro de María.
“Al librar del fango los despojos de María, que habían sido arrastrados hasta el sitio Buena Esperanza, descubrieron absortos que en el lodo había quedado marcada perfectamente la impronta de su cuerpo. ‘¡Milagro! ¡Milagro!’ exclamaron sorprendidos los hombres”.
Luego aclara el investigador que a María la sepultaron cristianamente en el cementerio de Angualasto, y que en el sitio dónde quedó la huella de sus restos se construyó un humilde oratorio que cubría su estampa.
“En la misma se encuentran gran cantidad de flores y velas que le ofrendan sus devotos. Además, sobre el exterior del pequeño templo, los creyentes han colocado cantidad de botellas y diminutas piedras de distintas tonalidades”.
Y agregó: “Los piadosos creyentes nos relataron que el ánima de María Torres es muy prodigiosa, le piden por todas sus necesidades y siempre cumple y ‘esto lo hace por qué murió siendo una niña’”.
El lugar, hoy
Nada más que campo se ve alrededor del oratorio de la Difunta María. Una cruz de hierro y unas pocas placas de agradecimiento dan prueba de que allí pasó algo.
Las piedras sobre el oratorio que deja la gente del lugar solo cobran sentido después de conocer la historia.
El ruido del agua que bajaba por el canal rompía el silencio absoluto del campo. Por más que se buscó, nada indicaba el significado de esa extraña construcción que parece un mausoleo pero que no guarda ningún cuerpo. Y uno se va de ahí sin saber que estuvo pisando el suelo donde estuvo una santa.
El secretario de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Iglesia, Gonzalo Anes, contó a Destino San Juan que en poco tiempo colocarán cartelería para el turismo y así poner en valor el sitio.
Investigación
“El aluvión del 13 de febrero de 1944 en la quebrada del Carrizal, departamento Iglesia, provincia de San Juan”, se llama la investigación de María Yanina Esper Angillieri.
La misma señala que 13 de febrero de 1944, pocas semanas después del sismo (M 7,4) que destruyera la capital sanjuanina, un violento e imprevisto aluvión azotó a una pequeña localidad emplazada al noroeste de la provincia de San Juan en el departamento Iglesia, en el borde noroccidental de Precordillera Occidental.
“En pocos minutos, la suma de factores climáticos, geológicos y geomorfológicos, se reflejó en la generación de un flujo repentino, cuyo caudal fue estimado por los hidrólogos en 600 m3/s.
Como consecuencia, 35 personas perdieron la vida, viviendas y la mayor parte del ganado y sus cultivos, fueron arrasados y sepultados bajo una masa de lodo, rocas y ramas, fenómeno que puso fin a la existencia de la localidad El Carrizal”.
En su investigación, Esper Angillieri aseguró que el factor desencadenante del proceso fueron las lluvias que aportaron a la cuenca un enorme volumen de agua, incrementando el caudal de la quebrada del Carrizal y desarrollando inicialmente un violento flujo de agua cargado de sedimentos.
“Luego, probablemente ese violento flujo, al alcanzar el citado sector estrecho del valle (principal condicionante y coadyuvante), se vio momentáneamente frenado.
La acumulación de ramas, troncos y material detrítico habría actuado como un impedimento para el rápido escurrimiento superficial encauzado, demorando o imposibilitando transitoriamente la movilización de la masa detrítica.
Esto generó una suerte de dique natural momentáneo, que luego de hacer suficiente presión, al acumular un mayor volumen y saturación en ese punto, superó el impedimento, favoreciendo la génesis del aluvión”.