Como los cuentos contados a la orilla del fogón se fue transmitiendo la leyenda la calandria, ave de canto maravilloso que además imita a otros pájaros.
Varios sitios, como Raza folclórica o Identidad Cultural, relatan la leyenda de la calandria cuyo origen es el Norte argentino y versiones guaraníes.
En una tribu del Norte nació Quereminca, una niña de gran belleza que creció llena de elogios. Cuando creció Quereminca se hizo más hermosa, pero también se volvió cruel. Provocaba a cuanto joven la admiraba, se enamoraban, pero ella sólo jugaba con sus sentimientos y después los rechazaba.
Los trataba con tanta crueldad que muchos de ellos decidían terminar con ese dolor y con su vida, al no ser correspondidos por el amor de la joven.
Luego de varias muertes, comenzaron a circular rumores que decían que las voces de las almas en pena eran traídas por el viento hacia ella, pero nada de eso le preocupaba.
Hasta que un día, uno de sus enamorados llamado Sumajkaig, sintió que podía obtener el amor de la joven, sin embargo, como en las veces anteriores, también lo despreció para seducir a otro que la había galanteado.
Este joven, confundido por su actitud y con el corazón destrozado, se llenó de rencor, fue tan grande el dolor y el odio que en un grito desgarrador pidió a Illapa, dios del rayo y el trueno, que la castigara por ser tan fría y desalmada.
El cielo lo escuchó, el castigo llegó en forma de implacable rayo que al alcanzarla la convirtió en un ave gris, era la calandria.
De su anterior condición humana guarda la belleza de sus hondos ojos negros, y el atractivo de su voz seductora, ahora en un canto que le permitía reproducir el trino de todos los pájaros, o de las almas que había llevado a la muerte.